Brisa
Me dolía la cabeza y me dolía mucho.
No había tomado tanto en el bar como hubiera deseado, pero en el instante en el que entre a mi apartamento, saqueé el mini bar que Jerry tenía.Necesitaba olvidar y el alcohol ayudaba, de hecho, a pesar de lo horrible que me sentía ahora, no era por su traición, sino por su vicio.
Si supiera que me bebí una buena parte de su colección de Jack Daniels, se volvería loco, pero no me importaba, ahora me pertenecían. Tomaría cada cosa que ese infeliz dejo en este lugar como una indemnización por aguantarlo tantos años, incluso debería cobrarle más.Con pocas ganas de tener un enfrentamiento, había llamado a un cerrajero, el cual había cambiado la cerradura y agregado dos pasadores, solo en caso de que las cosas se tomarán violentas.
Solo tardó unos momentos en hacerlo, pero no importó, el ruido que hacía me había dado ganas de darme la cabeza contra la pared.También debí encargarme de limpiar todo el desastre que había realizado, no creí que fueran tantos los adornos que rompí, sino hasta que termine de juntar los pedazos de cerámicas y lo comprobé.
En serio había enloquecido, algún poco espíritu había poseído mi cuerpo y me había comportado como una desquiciada. Pero lo único que podía decirme, era que Jerry se lo merecía, él saco lo peor de mí.Me sentía como ese globo que inflas e inflas y sigues inflando, hasta que ya no resiste más y explota. Bueno, yo había explotado y era por su culpa.
Cuando escuché el ruido de la cerradura, voltee y observé la puerta. Así que no me había equivocado y el muy caradura no había tardado en volver a aparecer por aquí.
Para su mala suerte, sus intentos fueron en vano y no le quedó más remedio que golpear la puerta.—Brisa, Brisa ábreme. — escuché, luego de tres timbrazos y dos golpes en la puerta.
¿Es qué en serio él esperaba que abriera la puerta? Idiota, no estaba ni cerca de hacerlo.
Tomé mí teléfono, ignorando sus golpeteos y empecé a revisar mis mensajes. Débora no había vuelto a escribir, a diferencia de mi madre, quien al parecer se enteró de la ruptura. Quince mensajes y veinticuatro llamadas perdidas tenía de su parte, algo extremo, pero digno de ella.Cuando el nombre de Jerry apareció en mi pantalla, dudé entre ignorarlo o responder, finalmente respondí, con intensión de echarlo de mi puerta.
—¿Qué quieres?
—¿Cambiaste la cerradura? ¿Qué diablos está mal contigo, Brisa?
—Es mi casa y estoy en mi derecho a hacerlo. Ahora, dudo que llamaras para saber eso, así que dime de una vez qué quieres.
—Primero, es nuestra casa, no solo tuya…
—Era nuestra, hasta el momento en que terminamos, ahora es mía y lo sabes bien, ya que el alquiler está a mi nombre.
—Brisa, hablemos, no quiero que terminemos esto así. Por Dios, ni siquiera sé si la ruptura va a ser definitiva, yo solo necesito evaluar…
—Va a ser definitiva, ¿O tú qué crees, que vas a entrar y salir de mi vida a tu gusto? Claro que no. A mí no me interesar seguir al lado de un imbécil que no sabe lo que quiere.
No podía dejarme envolver en sus mentiras, si me había hecho esto una vez, ¿Cómo podría volver a confiar en él?
—Brisa, solo ábreme la puerta, hablemos esto cara a cara.
—No insistas, no lo haré. No tengo ningún deseo de ver tu cara.
—Al menos déjame sacar alguna de mis cosas.
—¿Qué cosas? Si te refieres a tu ropa y demás mierdas, debes buscarlas en el contenedor de basura, justo donde también deberías estar tú.
—¿Tiraste mis cosas? — preguntó pareciendo mucho más molesto.
—¿Para que las querría? Estoy renovándome y debo deshacerme de todas las porquerías.
—Brisa, está no eres tú, estás dejando que el resentimiento se adueñe de ti. —no iba a dejar que llegará a mí, ya que eso era lo que él quería hacer.
Jodido manipulador.
—Puede ser, pero eso no cambia el hecho de que si quieres tus cosas, no las encontraras aquí. —dije antes de colgar.
¿Quién se creía que era? Claro que estaba llena de resentimiento, pero era su culpa, fue él quien me lastimó a este punto.
Cuando mi teléfono volvió a sonar, no tarde en responder, no me dejaría intimidar por ese cobarde.—¿Y ahora qué mierda quieres? Ya te dije que tus porquerías están en el contenedor y que no voy a abrirte mi puerta. — gruñí, acercándome a está.
Si él seguía insistiendo, me iba a conocer y no creía que eso fuera lo que quisiera.
En todos estos años juntos, jamás me vio con el enojo que me cargo ahora mismo.—Considerando que no estoy en tu puerta y que mis porquerías están en mi casa, me aventurare a pensar que esperabas la llamada de alguien más. —no tenía el número agendado, por lo que no sabía quién demonios era.
—¿Quién eres?
—¿Ya me olvidaste, tan pronto? Vaya, creí que al menos había dejado una buena impresión.
—Si no me dices quién eres, voy a colgar.
—Yael, nos conocimos anoche en inmortales.
Hice memoria, recordando a quienes había visto anoche, hasta que recordé su rostro. Pero yo no le había dado mi número.
—Ya me acuerdo de ti. ¿Cómo conseguiste mi número?
—Tengo mis contactos.
—¿Te lo dio Luc? — no creía que eso fuera posible, ya que Luc parecía estar interesado, por lo que no creía que actuará de cupido con su socio.
—¿Así que él también lo tiene? Interesante. —el ruido del timbre estaba poniéndome aún más de malhumor y no tenía cabeza para esta conversación.
—Mira, no quiero ser grosera pero estoy ocupada, así que hablamos luego. —colgué y me acerqué a la puerta, entreabriéndola, solo quedando cerrada por los pasadores. —¡Ya vete! Demonios Jerry, eres peor que la mugre.
—Brisa, no me iré hasta que hablemos.
Me quedé unos segundos observándolo y vi la terquedad apoderarse de sus ojos. Muy bien, si así quería jugar, así sería.
Volví a cerrar y me fui a la habitación, dónde me deje caer en la cama y me puse los auriculares. Si quería tocar el timbre, que lo hiciera, yo no iba a responder.Veríamos cual de los dos era más terco.
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Martinis, amor y ¿Estacas?
VampireLuego de que su novio rompiera con ella, Brisa Pizarro, solo quiere una cosa y es distancia de cualquier sentimiento que se asemeje al amor. Pero cuando su mejor amiga Débora Cabrera la desafía a jugar con dos jugadores en el campo de los coqueteos...