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Brisa

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Brisa






Nadie salía de la sorpresa, ni siquiera el mismo Jerry entendía aún lo sucedido.
Si tenía que ser sincera, incluso yo misma seguía absorbiendo lo que acababa de hacer. Pero lejos de arrepentirme de gritar a los cuatro vientos que no me casaría, quería redoblar la apuesta y patear las pelotas del que hasta hace momentos era mi prometido.

—¿Pero qué mierda crees que estás haciendo? —Jerry tomó mi brazo, apretando con un poco de fuerza, mientras se acercaba más a mí. — ¿Cómo se te ocurre decir algo así ahora?

Tal vez él esperaba que su comportamiento me asustara y me hiciese retractarme, pero eso era algo que no iba a suceder, porque justo ahora me sentía poseída por el espíritu de la venganza. Y aferrándome a este especie de empoderamiento, estaba lista para enfrentarme a él, a su madre y a cualquiera que tratara de decirme lo que tenía que hacer o no, con mi vida.

—¿Qué estoy haciendo? Estoy haciendo algo que debí hacer hace mucho tiempo, algo que de hecho hice, porque cuando me pediste tiempo, te lo di y sin embargo, en tu egoísmo, volviste a atraerme hacia ti a través de tus juegos psicópatas. — a este punto, la calmada novia, se había vuelto una cacatúa incapaz de cerrar el pico. — Tuyos y de tu madre, porque no podemos dejar de lado a la inmaculada Lucero Acosta, la madre acaparadora, incapaz de cortar el maldito cordón umbilical.

—Esto que estás sintiendo no es más que una crisis nerviosa y cuando te calmes, de seguro te arrepentirás del drama que estás haciendo. — ignoré la mirada de advertencia que Jerry me dio y volví a esquivar su toque. — Vamos Brisa, necesitas sentarte y pensar en las locuras que estás diciendo.

—¿Locuras? ¿Quieres hablar de locuras? Muy bien, hagámoslo. ¿Qué hay de tener a tu amante como una de las damas de honor? Porque eso no solo es loco, sino que también es retorcido.

—Eso ya quedó en el pasado.

—¡No para mí! No puedo fingir que no me engañaste, que no te acostaste con una de mis mejores amigas y que de no descubrirlos, lo hubieran seguido haciendo. ¿Pero qué mierda estoy diciendo? —comencé a reír de manera alocada y es que ahora que había empezado, sentía que no podía volver a callarme. — Estoy completamente segura de que siguen revolcándose.

—¿Con quién estoy casándome? Creo que con la respuesta a esa pregunta te darás cuenta de quién es importante y quién no en mi vida. Si, pude tener momento de debilidad y pude cometer un error del que me voy a arrepentir por mucho tiempo, pero no es este el momento para crucificarme, no estamos aquí para discutir nuestros errores, sino para casarnos.

—¿Debilidad? Llevan juntos dos años, maldito infeliz.

—¡Pero ella no me importa! Ella fue alguien pasajero, nada más.

Y fue entonces cuando sentí pena por Débora, Jerry estaba desvalorándola frente a todos y ella seguía sin decir nada.
No recuerdo bien cómo sucedió, pero lo siguiente que supe es que el ramo en mis manos impactó con fuerza contra la boca de Jerry, dejando varios pétalos entre sus labios.

—Eres una basura y cada momento que pasó frente a ti, me convenzo  más aún, de que casarme contigo sería un gravísimo error.

—Eso debiste pensarlo antes niña, ¿Crees que puedes dejar a mi hijo mal parado frente a todas estas personas y tú salir de aquí tranquilamente? Por supuesto que no, porque él no está solo. —me sorprendía que haya tardado tanto tiempo en comenzar a esparcir su veneno, pero ahora Lucero estaba lista para hacerlo.

—¿Y qué pasará si no lo hago? ¿Qué harán? ¿Van a mandar nuevamente a alguien a golpearme? Porque ahora todas estas personas sabrán que si algo me pasa, fue gracias a ustedes.

—¿Enviar a alguien a golpearte? Jamás haríamos algo así.

—¿En serio? Porque eso no fue lo que dijo el hombre que enviaron la última vez. — dejé de mirarla y giré hacia su hijo, quien seguía con una ira palpable. — Una cosa es ser un infiel, una basura y otra es ser un poco hombre, incapaz de aceptar un rechazo, pero sin dudas tú lo tienes todo Jerry.

Él no dijo nada para defenderse, solo se quedó parado, mirándome con enojo y decepción, pero seguramente mi mirada reflejaba lo mismo hacia él.
Ahora todos aquí conocían una parte que trataban esconder y sabía que eso solo significarían problemas para mí en un futuro.

—¡Cállate de una vez! —Lucero avanzó hacia mí, decidida a arremeter en mi contra, pero su ataque fue interceptado por mi madre.

—¡No te voy a permitir que le pongas un solo dedo encima a mi hija! —mi madre sostenía el brazo de Lucero en alto, evitando que volviera a atacarme.

—¡ Suélteme! Si insiste en sostenerme, la denunciaré.

—Hágalo, ¿O cree que le tengo miedo?

Mientras mi madre y la madre de Jerry discutían, atrayendo la atención de todos, caminé hacia Patrick, mi hermano mayor, decidida a pedirle ayuda.

—Préstame dinero. —me observó como si estuviera demente, pero debía saber que se lo devolvería en cuanto pudiera. — Anda, no tengo mucho tiempo y no tengo bolsillos en este vestido.

—¿A dónde irás?

Tenía un solo lugar al que ir, con el hombre con quién hace tiempo quería estar y ya que ahora mi situación sentimental estaba definida, por fin podría darle el lugar que se merecía.
Aunque esperaba que aún hubiera lugar en su vida para mí.

—Voy a buscar a la persona que más me ha apoyado.

—No creo que sea lo correcto, solo mira la cantidad de problemas que hay ahora mismo.

—Vamos Patrick, he pasado mucho tiempo lejos de él y debe estar pensando que me case. —o lo pensaría cuando despertará.

Es por eso que quería ir con él, quería estar allí cuando abriera sus ojos y decirle que finalmente había mandado al diablo a Jerry.

—¿Estás segura? —lo estaba.

—Mucho.

Suspiró y sacó su billetera del bolsillo de su chaqueta, pero antes de que pudiera abrirla, se la arrebate de las manos y me apresuré a la salida de la iglesia.

—Te lo devolveré. — grité, en medio de los gritos.

No sabia si me había escuchado, pero ahora no importaba, ya lo arreglaría con él mañana. Ahora tenía que correr y conseguir un taxi, el cual me alejara de todos, pero me llevara junto a Luc.

Martinis, amor y ¿Estacas?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora