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Brisa

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Brisa







Me sentía tan cansada que solo quería dormir. El día en el bar fue terrible, la cantidad de personas que había atendido, fue el doble que el día de ayer.
Pero a pesar de mi cansancio, había caminado y comprado un poco de alcohol, para tomar junto a mi mejor amiga.

Con esto de la falsa boda, había pasado muy poco tiempo con Débora y quería algo que se sintiera normal, real.
Hoy además de trabajar, debí hablar con la dueña del salón y arreglar la visita con la decoradora. Eso fue, claramente, una nueva discusión, ya que el día que sugerí, fue un día que mi amada suegra no podría asistir.

Ella no lo entendía, no me importaban sus demandas y todo, absolutamente todo, lo que me diga que no, lo haría.
Pero ahora no quería pensar en ella, ni en su forma rebuscada de inmiscuirse en todo este asunto, ahora solo quería pasar un buen rato junto a la persona que es como una hermana para mí.

Esto podía ser considerado como una especie de despedida de soltera adelantada.
Tal vez debería abrirme y decirle mis verdaderos planes, que no me casaría con Jerry, ni aunque mi maldita vida dependiera de ello. Que esto es solo una farsa, que solo trato de evitar que él y la loca de su madre vuelvan a enviar a alguien a agredirme.

¿Cómo se sentirá con respecto a ello? Seguro que con la misma decepción y furia que yo.
Apretando mi bolso contra mi cuerpo, subí las escaleras del edificio. Ahora que hablaría con ella de todo, me sentía un poco más relajada.

Llegando a la puerta de su apartamento, presioné el timbre, una, dos y una tercera vez seguida, antes de escuchar su voz.

—¡Voy! Seguro es la comida, que bueno porque ya no puedo más, muero de hambre. —sonreí al escucharla, imaginando que su día había sido tan agotador como el mío. —¿Brisa? ¿Qué haces aquí?

Ok, no era la reacción que esperaba. Ella siempre estaba feliz de verme, sin embargo ahora parecía más preocupada y nerviosa. De hecho, su expresión era la que tendría luego de ver un fantasma.
¿Qué rayos le pasaba?

—Estaba un poco aburrida y pensé en el poco tiempo que hemos pasado juntas estos días, entonces sin pensarlo más tiempo, me acerque a la tienda, compré un poco de tequila — levanté la botella en su dirección, tratando de que eso la sacara de la sorpresa. — y sin dudarlo, caminé hacia aquí.

—Ya veo…

—Debby, ¿Pasa algo? — pregunté, viéndola negar.

Una cosa es lo que ella decía y otra era como se comportaba. Por ejemplo, ahora me negaba que algo sucedía, pero se encontraba muy nerviosa, negando frenéticamente a una pregunta muy simple.
No entendía que podía estarle sucediendo hoy, si había tenido algún problema o si necesitaba ayuda con algo.

—Vamos Debby, ¿Qué pasa? Pareces asustada. ¿Alguien te lastimó?

—No, no, no es… no es eso.

—¿Entonces qué es? —le di una sonrisa cálida, tratando de calmar un poco sus nervios. —Mejor entremos y hablemos de esto más tranquilas. ¿Qué dices?

Comencé a adentrarme en su casa, pero no me lo permitió.
En un momento estaba caminando y al otro su brazo se había topado entre el camino y yo.

—Eh, mejor no. Es que, bueno, yo no estoy sola. Tal vez deberíamos dejar esto para otro día, ya sabes, cuando no esté acompañada. — levanté mi mirada y traté de ver si veía a su acompañante, pero nadie aparecía en mi campo de visión.

—Está bien, en realidad esto es mi culpa, debí llamar antes de presentarme aquí. Pero, quiero detalles, necesito saber quién es el nuevo candidato de mi mejor amiga. — traté de hacerle cosquillas, pero se alejó más rápido.

—No es nada serio, es algo muy reciente aún.

—Igual quiero saberlo. —di una última mirada y suspiré, antes de arreglar un poco mi cabello. —Entonces me voy, pero no hagas planes para mañana, debemos ponernos al día.

—Sí, está bien.

Estaba lista para irme, aún cuando quería saber porque se ponía tan nerviosa. ¿Acaso conocía a su visita? Porque de lo contrario no comprendía el porque se ponía de este modo, tan a la defensiva.
Solo di dos pasos, solo eso antes de escuchar a alguien llamando a Débora. No me hubiera detenido si no se tratara de una voz conocida, de una que escuché tantas veces y en tantos tonos diferentes.

Lo primero que hice fue voltear y observar a mi amiga, quien con sus ojos abiertos como dos platos, intercalaba la mirada entre ambos. Pero luego, armándome de valor, voltee y mire al hombre que aún no me había visto.

—Débora, ¿Qué estás esperando para entrar? — él no me había notado, ni siquiera sospechaba que me encontraba aquí, descubriendo el enredo entre ambos.

—Puedo explicarlo. — miré a Débora y sabía que nada de lo que me dijera, cambiaria la verdad que tenía ahora frente a mis ojos.

Por eso se encontraba tan desesperada por qué me marchará, por eso estaba tan nerviosa de verme aquí. No quería que vea cuan traicionera era, cuan profundo había enterrado el cuchillo en mi espalda, abusando de la confianza que como una reverenda imbécil, le había otorgado.
Ahora ya no había forma de tapar la realidad, no volvería a colocarme la venda que había estado tapándome su verdadera fachada.

—Los dos pueden irse bien a la mierda. — empujé la botella que tenía aún entre mis manos, contra ella.

—Brisa… —me llamó, pero no me detendría.

Sin embargo, al decir mi nombre, alertó a Jerry, quien lejos de quedarse quieto, trató de venir a mí y detenerme.

—¿Brisa? ¡Mierda! ¡Brisa espera, espera maldita sea! — tomó mi brazo y sin poder evitarlo, voltee dándole la bofetada que debí haberle dado hace mucho tiempo.

—No los conozco, a ninguno de los dos. Desde hoy, son solo unas mierdas para mi. ¡BASURAS! — arremetí, golpeándolo con mi bolso, antes de echarme a correr.

Necesitaba aire y lo necesitaba con urgencia.
Esto no podía estar sucediendo, esto debía ser una pesadilla, una broma. Pero mientras más lo pensaba, más real se volvía, más doloroso y aunque ya estaba afuera, no podía dejar de correr.

Chocaba contra las personas en mi escape, pero no me volteaba a disculparme, estaba como pérdida, viendo todo desde afuera.
Cuando ya no resistí más, me deje caer y comencé a llorar. Mi respiración era agitada y mi pecho quemaba, pero no por la falta de aire, sino por el dolor que sentía.

Siempre había sido Débora, ella fue el dichoso tiempo que Jerry necesitaba y yo no me había dado cuenta. Lejos de eso, había sido una tonta y había ido y soltado cada una de mis penas en ella.
¿Cómo me había hecho algo como eso? Éramos como hermanas, la creí incapaz de lastimarme, pero sin dudarlo lo había hecho.

Me levanté y comencé a caminar nuevamente, solo que está vez me dirigí al único lugar en el que me sentiría segura y sabía que no me encontrarían.


Martinis, amor y ¿Estacas?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora