14.

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Brisa

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Brisa






Hablar era lo último que quería hacer ahora mismo, pero Luc me había ayudado a librarme de Jerry, por lo que de cierta manera, se lo debía.
Bueno, deber, así como deber no, pero él se merecía que al menos lo escuchará y me disculpara por las palabras que utilicé la última vez que nos vimos. Él no era mi enemigo, tampoco un amigo, solo un conocido, al cual traté de manera injusta.

Ninguno de los dos emitió ni una sola palabra, hasta que estuvimos en la seguridad de mi pequeño apartamento. El cual daba gracias de haber limpiado en la mañana, antes de salir al trabajo.

—¿Quieres tomar algo? — pregunté luego de aclarar mi garganta.

No me sentía nerviosa, simplemente, no encontraba la forma de comenzar con mi disculpa.
Ese, sin dudas, era uno de mis mayores defectos. Podía insultarte y desahogarme, pero me era un poco difícil disculparme.

—Lo que tú tomes estará bien. — asentí y tras darle una pequeña sonrisa, tal vez un poco forzada, caminé hacia el refrigerador.

No tenía mucho allí, ya que mis compras las realizaba cada quince días y para ello aún me faltaban tres días más.
Sin embargo, tenía aún varias latas de cerveza, las cuales se encontraban aquí, como un obsequio de Debby. Mi mejor amiga siempre estaba salvándome, aún sin saberlo.

Le entregué una de las latas y me senté frente a él, abriendo la mía. Antes de empezar a hablar, elegí dar un gran sorbo y rogar porque el alcohol me hiciera tomar valor.

—¿Entonces ese era tu ex?. — bajé la lata de mis labios y lo observé. —De quien escapabas abajo.

No podía asegurarlo, pero su tono de voz, no estaba ni cerca de mostrar la misma compostura que se reflejaba en su expresión.
Todo su cuerpo parecía relajado, su camisa , la cual tenía tres botones desprendidos, ahora caía dejando ver parte de un pecho ciertamente bien formado.

—Sí, era Jerry. — Respondí, distraída por la cadena que colgaba en su cuello.

Desde aquí no lograba ver con exactitud de que trataba el dije, pero no le quitaba lo llamativo.

—Por lo que veo, está decidido a recuperarte.

—Lo está, de hecho no quiere aceptar la realidad y cree que aún nos casaremos.

Él, al igual que toda su familia, seguía con la absurda idea de que continuaríamos con la boda, algo que era incluso más imposible, que ver personalmente como nevaba en el infierno.
Ya era momento para que se dieran por vencidos, no iba a atarme a alguien que no me ama y mucho menos a alguien que ya me había lastimado.

—¿Y lo harán?

—No.

—Bien. —¿Qué quería decir bien? ¿Acaso no creía que debiera casarme?

—¿Qué quieres decir con bien?

—Solo no creo que él te merezca, no luego de lo que te hizo. —Entonces dejo la lata en el suelo, lata que aún no había bebido, ya que no despegó su atención de mí ni un momento. — La última vez que nos vimos me dejaste muy en claro que no nos conocemos, sin embargo, lo poco que pude ver de ti, me hace comprender que eres alguien a quien no le importa el que dirán, sino que te importa como te sientes y no creo que te sientas cómoda con su compañía, de lo contrario no me hubieras utilizado allí abajo.

—Lo siento por ello, no quería utilizarte, pero quería un poco de paz. Esto que viste, pasa cada día. —Suspiré, sintiéndome cansada. — Ya no sé cómo decirle que no volveré con él, ha hecho de esté, el mes más largo de mi vida.

—No te disculpes, no estoy en contra de que me utilices.

—Deja de decirlo así, por favor, suena terrible.

Mientras más lo pensaba, más avergonzada me sentía.
No sabía que estaba pensando él de mí, pero ya había agotado mis ideas. Incluso había ido a la policía, pero como Jerry nunca había hecho nada en mi contra, no representaba ninguna amenaza y eso me dejaba siempre en cero, ya que él solo recibía una simple advertencia.

Mario también había ido a hablar con él, sin embargo esa conversación terminó a los golpes y desde ese momento prefiero dejar a mis amigos lejos de mi caos.

—Lo siento, es que no se me ocurre otra forma para decirlo. Pero entonces está acosándote.

—Según yo sí, según las autoridades no. — respondí, encogiéndome de hombros y volviendo a beber. —Pero lo bueno es que no ha intentado nada, es solo su presencia la que se torna insoportable.

—Sin embargo su actitud no está bien.

—Luc, gracias, me ayudaste y no sé cómo pagártelo. No solo eso, también quiero disculparme por como te traté la última vez que nos vimos, no merecías que descargará en ti, el enojo que sentía con alguien más.

Decirlo fue como por fin quitarle el frío a este encuentro, ahora me sentía relajada, más tranquila y aunque él no me disculpara, yo había hecho lo correcto.

—Eso ya está olvidado, pero ¿Por qué no respondiste ninguno de mis mensajes?

—Cambié el número, ya que no quería seguir recibiendo llamadas o mensajes de Jerry. Aunque eso tampoco funcionó, ya que de alguna manera lo consiguió y sigue poniéndose en contacto, aún cuando no recibe ninguna respuesta.

Mi tranquilidad solo había durado una semana, luego sus mensajes habían regresado, aunque en menor medida.
Siempre se disculpaba, me prometía no volver a lastimarme, luego al no recibir respuestas se molestaba y terminaba volviéndose a disculpar.

—Me gustaría poder hacer algo por ti.

—Ya te dije que soy pobre y que no dormiré contigo, así que olvídalo. Además, esto es algo que debo solucionar por mí misma.

Había estado junto a Jerry durante cinco años, pero no  había conocido todo de él, sino hasta este último mes.
Ahora, cuando ya no tenía la venda del enamoramiento cubriendo mis ojos, finalmente veía cuan egoísta era.

—Sigo deseando poder hacer algo, no lo sé, ayudarte a intentar persuadirlo.

—Con lo que has hecho esta noche es suficiente, no tienes porque involucrarte en toda esta mierda.

—Solo piénsalo, no me cuesta nada darte una mano.

Podía ser, pero la realidad es que no confiaba tanto en él.

Martinis, amor y ¿Estacas?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora