32.

923 163 16
                                    

Luc

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Luc






—No lo podía creer, en verdad me sentía una espectadora. No sé si alguna vez te paso, pero era como si a pesar de estar sentada frente a ella, me sintiera en la mesa de al lado, chismoseando los secretos que hablaban otras personas. — Brisa se dejó caer contra el edredón y suspiró. —Es como si una parte de mí se negara a aceptar el hecho de que Débora me traicionó. No quiero aceptarlo, porque si lo aceptó, tengo que alejarla de mi vida definitivamente.

Desde el momento en el que llegó, no ha dejado de desahogarse y la comprendía, pero no sabía qué decirle para que se sintiera bien.
Ella ahora conocía gran parte de los detalles y si no lo aceptaba, era porque ella misma prefería ponerse la venda en los ojos y no ver la realidad.

Su mejor amiga y su novio, mejor dicho, el idiota de su prometido, se habían liado y les había importado un reverendo cuerno el dolor que ella pudiera sentir.
¿Una actitud egoísta? Si, pero ya estaba hecho y no podría cambiar el pasado.

Por mi parte agradecía su poca lealtad, ya que sus acciones habían traído a Brisa hacia mí y ahora tenía la oportunidad de tratar de conquistarla y quién sabe, tal vez un día, convertirla en mi maldita compañera de vida.

—Aunque lo niegues una y otra vez, los hechos no cambiarán, cariño. Ahora es momento de demostrarles que no necesitas personas mentirosas en tu vida.

—Eso lo sé, pero me cuesta aún. ¿Tú qué harías en mi lugar? Es decir, si te enteraras de que Yael te ha engañado.

Yael hacia tiempo lo había hecho, tal vez no al punto en el que la engañaron a ella, pero sin dudas él había ocultado una información valiosa.
A pesar de mis constantes advertencias, mi amigo no había tenido la fuerza de voluntad para rechazar los avances de mi hermana. Y aunque lo comprendía, ya que Astrid es una mujer decidida y de armas tomar, creí que Yael respetaría más nuestra amistad.

Aún recordaba la cantidad de años que pasamos sin hablarnos, hasta que me di cuenta de que era egoísta privarlo de sentir amor por alguien.
Para nuestra especie es difícil involucrarse y ellos lo habían conseguido, por lo que cuando lo acepté, nuestra relación volvió a ser la de antes.

—Alejarme un tiempo, analizar lo sucedido y con la mente calmada y sin influencia de nadie, tomar una decisión. —básicamente lo que había hecho anteriormente.

—Lo haces sonar tan sencillo. —ella volvió a suspirar y me observó de lado. —Sin embargo, yo no tengo a dónde alejarme, ni tiempo para analizar lo sucedido. Tengo que enfrentar todo lo que están lanzando sobre mí y absorberlo de la mejor manera posible.

—No lo estás haciendo tan mal.

—¿De verdad? Porque aunque trato de mostrarme segura, soy un mar de inseguridades. — entonces se sentó en la cama y sin dejar de observarme, tomó mi rostro entre sus manos. —Por favor tú no me mientas, ahora eres en el único en quien confío ciegamente.

Y si hubiera enterrado una estaca en el medio de mi pecho, hubiera dolido menos.
¿Qué me hacía diferente de su ex y de su amiga? Nada, porque yo también era un maldito mentiroso, el cual le escondía un secreto, el cual ella podía considerar aún más grave que una infidelidad.

—Brisa, yo…

—¿Otra vez esta chica aquí? ¿Cuántas veces quieres jugar con la comida? — me interrumpió la voz de mi madre, a quien no tarde en ver ingresar en compañía de mi hermana.

Ambas se creían con el derecho de entrar y salir a su maldito antojo, pero no imaginaban lo cerca que estaban de terminar con mi maldita paciencia.
Ya había perdido la cuenta de las veces que mi madre había venido y le había faltado el respeto a Brisa, siempre creyéndose con el derecho a hacerlo, pero está vez no lo pensaba permitir.

—Ay no, he pasado mucho el día de hoy. —Brisa se puso de pie y me observo. — Te dejaré tratar con tu madre tranquilo, estaré con Yael, tomando algo.

Pero esas fueron las palabras equivocadas para decir, ya que Astrid no era una vampiresa sensata, sino que era celosa y a pesar de que con Yael habían decidido darse un tiempo, no estaba feliz con escuchar que Brisa estaría con él.

—No se te ocurra acercarte a Yael, ¿Me escuchas? Porque te hare arrepentirte.

—Astrid, cálmate. —Advertí cuando sus colmillos comenzaron a hacer acto de presencia.

—No me importa lo que tú hagas, Luc, pero no la dejaré acercarse a Yael, él es mío.

Brisa rodó sus ojos y tras pasar una mano por su rostro, volteó hacia nosotros.

—No quiero nada con Yael, solo iré a qué me sirva un jodido trago, para que ustedes puedan hablar a solas. —se acercó, peligrosamente a mi hermana, ignorando el hecho de que sus colmillos ya estaban fuera.

—No me provoques, no te gustará. —y fue en ese momento en el que ambas estuvieron cara a cara.

—¿Qué mierda? —dio un paso hacia atrás, pero Astrid avanzó, tratando de acorralarla. —¿Qué está pasando Luc?

—No es nada Brisa, no te preocupes. —me interpuse entre ambas y le mostré mis propios colmillos a mi hermana. —No te dejare acercarte a ella, así que te recomiendo que retrocedas Astrid.

—¿Por qué estás tan asustado hermanito? No me digas que la chica no sabe lo que eres en realidad.

—¡Cállate! — espete al mismo tiempo que Brisa preguntaba “¿De qué hablaba?” —No es nada Brisa, no la escuches.

—Sí, no me escuches, pero mírame. —y abrió su boca, mostrando completamente sus colmillos crecidos. — ¿Aterradores, bonita? Solo imagínalos en tu cuello, bebiendo cada gota de tu sangre.

—¡Te dije que te callaras Astrid!

—No lo haré. Dile lo que eres, dile que seguramente estás tan sediento de su sangre, que hasta te duele.

—¿Luc?

No me atrevía a mirarla, no cuando mi autocontrol se estaba acabando y si mi hermana no se callaba por las buenas, tendría que hacerlo por las malas.

—Somos vampiros niña, es por eso que mi hijo se está mostrando tan asustado. Por lo que veo, no tiene ganas de compartir un trago de ti. —al escuchar a mi madre, Brisa empujó mi espalda y se alejó un poco de los tres.

—Brisa, espera, puedo explicarlo.

—¿Por qué todos siguen diciéndome que me lo pueden explicar? ¡Claramente no se puede! No estoy loca, no, ni jugando me quedaré aquí. —y trató de correr a la puerta, pero mi madre le detuvo el paso.

—¿Ibas a alguna parte?

—Déjala. — aleje a Brisa de ambas, comenzando una discusión de la cual poca atención prestaba, ya que solo podía pensar en lo que diría para calmarla.

Sin embargo, cuando me di cuenta, Brisa ya no estaba y tanto mi madre como mi hermana, se gritaban entre ellas.

—Debiste decirme lo que estaban haciendo, alojar un humano, ¿En qué mierda pensaban?

—¿Y me lo dices a mí? Estoy cansada de advertirles.

Negué y sin tardar un instante más, decidí que debía salir y encontrar a Brisa.
Me escucharía, aunque fuera por última vez.


Martinis, amor y ¿Estacas?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora