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Brisa

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Brisa




Tomé ese segundo en el que todos se distrajeron, para escapar. Pero es que no podía quedarme allí, junto a tres depredadores, quienes ansiaban un trozo, o mejor dicho, un sorbo de mí.
¡Vampiros! ¿Quién rayos lo diría? Yo no, pero eso eran, seres capaces de acabar conmigo en un abrir y cerrar de ojos.

Pero no era el miedo lo que me impulso a escapar de allí y tratar de alejarme lo más posible de ellos. No. Lo que más me molestó fue descubrir que nuevamente me mentían y de una manera muy descarada.
¿Es qué tan sencillo era engañarme? No creía que tuviera tanta cara de idiota, pero al parecer, para ellos era muy sencillo hacerme caer en su telaraña de cuentos.

Había salido del bar, como si el lugar se encontrará ardiendo en llamas y el oxígeno se me estuviera acabando, incluso tomé un taxi, sin importarme el hecho de que mi actual desempleo, ponía en riesgo mi precaria economía.
No me importaba nada más, que alejarme de Luc y sus jodidas mentiras.

Pero una vez que estuve dentro de mi apartamento, no pude evitar comenzar a dar vueltas en círculo, por todos lados.

—¿Y ahora qué voy a hacer? — le pregunté a mi reflejo, como si este fuera a darme una respuesta a mis problemas.

Luc se había transformado, en este último tiempo, en la persona en quien más confiaba, en quien sabía que podía apoyarme y no me juzgaría, pero ahora, volvía a estar sola y con esa sensación de traición.
¿Hasta cuándo se habrían reído de mí, de no ser por su hermana y su madre? ¿Incluso planeaba decirme la verdad en algún momento?

—¡Brisa, abre la puerta! —su voz retumbó, antes de atacar el timbre.

No quería hablar con él, no ahora y no tenía nada que ver con el miedo a que me hiciera algo. ¿Cómo podría temerle a ello? Él había tenido mil oportunidad para matarme y no lo había hecho.
Pero si no abría, no dejaría de golpear y de seguir con este escándalo, me terminarían echando del edificio.

¿Cuántas veces mi apartamento había sido la cede de los gritos, en estos últimos meses? Más de las que me gustaría y no podía permitirme un nuevo escándalo.
Aún reacia, me acerqué a la puerta y la abrí, observando a un Luc despeinado y bastante desarreglado, frente a mí.

—¿Vienes a decirme más mentiras? — aún me aferraba a la madera de la puerta, dudando entre dejarlo entrar o cerrarle la puerta en su rostro.

—No. Vengo para que hablemos, porque sabes que no te mentí, solo te oculté un detalle de mi vida. —si, por supuesto, me había ocultado algo insignificante.

—¿Y cuál es la diferencia? Yo no te he mentido, ni te he ocultado nada.

—¿Podemos hablar adentro? — miré más allá de él, notando que la puerta de la señora Donata, se encontraba entreabierta. — No me siento muy cómodo con tu vecina escuchándonos.

Martinis, amor y ¿Estacas?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora