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Brisa

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Brisa







Hay momentos en los que la vida te pone a prueba y te lleva a actuar un papel, fingir ser otra persona o tener una actitud diferente a la normal. Ese tipo de situaciones son muy estresantes, porque al mínimo error, todo tu trabajo se viene abajo como lo haría un castillo de naipes, al ser golpeado por una fuerte ráfaga de viento.
En mi caso, mi castillo parecía estar hecho de naipes de adoquines, porque mientras observaba la cara de suficiencia de Jerry y de su madre, mientras entrábamos a la tienda de pasteles, solo podía pensar que había elegido erróneamente mi trabajo.

Debí ser actriz, solo ahora comprendía el nivel de actuación que existía oculto en mi interior. Porque a pesar del asco y el odio que sentía hacia estas dos personas, me estaba mostrando como lo hacía antes, simpática y sumisa a sus antojos.
No estaba muy feliz con este plan, pero era lo único que tenía, lo único a lo que podía aferrarme para protegerme de ellos y sus sucias artimañas.

La policía no haría nada sin pruebas, así que era agachar mi cabeza y fingir, o esperar que vuelvan a mandar a alguien a agredirme.
Desde que Luc, en un descuido había soltado la verdad, en mi interior solo aumentaba, más y más, el enojo y el resentimiento.

¿No podían aceptar un simple no? ¿Quién demonios se creían?
Lo peor es que si estábamos en esta situación, era como una consecuencia de sus actos. Fue Jerry quien lo comenzó, sin embargo, me trataban a mí como la responsable.

—¿Qué piensas Brisa? Hasta ahora creo que es el correcto, ya que a todos nos gusta el chocolate, lo único que cambiarían serían los rellenos. Insisto en que uno lleve un cremoso de arándanos y otro un cremoso de maracuyá. — mientras la veía volver a enterrar la pequeña cuchara en el pastel, solo podía repetir en mi cabeza: “quisieras” .

Estaba decidida a hacerles la vida imposible, esto sería un infierno y estaba lista para convertirme en una diablesa.

—No.

—¿Qué quieres decir con no? —Aunque el tono de su voz era tranquilo, tratando de engañar a las personas frente a nosotros, la conocía bien y sabía que quería enterrar mi rostro en el plato.

—Exactamente eso, que no estoy de acuerdo.

Levanté mi mirada justo a tiempo para ver el odio con el que me observó, antes de voltear hacia su hijo y hacerle un gesto con la cabeza.

—¿Por qué no? Personalmente creo que mi madre está en lo correcto. El pastel de chocolate es un clásico, con estos rellenos daríamos la novedad y podemos hacerlo con la decoración que tú quieras. —Jerry trató de tomar mi mano, pero la moví justo a tiempo.

—No me gusta, no quiero ir a lo clásico. Es mi boda, ¿Verdad?

—Nuestra.

—Nuestra. —repetí y con dificultad instale una sonrisa en mi rostro — Pero quiero un pastel de coco.

—¡Eso no! —Sabia que Lucero Acosta odiaba el coco más de lo que me odiaba a mí. — Es el casamiento de mi hijo, no un carnaval.

—Yo no quiero otro pastel, sino ese.

—No lo aceptaré, yo estoy pagando el pastel.

—Jerry… —dije y esperé ver qué lado tomaría, aunque sabía que el cobarde iría con su mamá.

—Brisa, quizás deberías pensar en lo que quieren los invitados. No a todos les gusta el coco.

—A mí sí. —entonces miré a la pastelera, quien ya de por si parecía incómoda en medio de nuestro desacuerdo. — ¿No se supone que es mi día? ¿No es la novia lo más importante?

La pobre mujer, sin otra cosa que hacer, solo pudo asentir, antes de ponerse de mi lado.

—Eso es verdad, el día de la boda, es el día de la novia. Es ella quien más se luce, es a quien todos esperan y creo que deberían escuchar sus sugerencias, ya que es mejor una novia feliz a una triste.

Triste era descubrir que no era tan buena actriz, ya que estaba intentando conseguir llorar y no podía. No se me caía una lágrima ni de broma.
Pero de igual manera, había convencido a la mujer.

—Ella estará feliz de cualquier manera, pero al pastel lo estoy pagando yo, por lo que seré quien elija el sabor. —a este punto, Lucero estaba a nada de explotar.

Ninguna de las dos quería ceder, poco importaba que se tratara de un pastel, de una flor o de un maldito color, esto iba más allá y ambas lo sabíamos.
Jerry, quien seguía sentado junto a ambas, luciendo como un adorno sin ningún valor, bajo su cuchara y suspiró.

—Creo que podemos llegar a un acuerdo, no tenemos que hacer de esto algo enorme. —aunque ninguna lo miraba, ya que teníamos la mirada la una en la otra, él no dejaba de hablar. — Podemos hacer diferentes pisos, uno de coco y otro de chocolate.

—¡NO! —respondimos las dos a la vez.

La mujer frente a nosotros aclaró su garganta y trató de excusarse, pero no fue rápida en ello.

—No aceptaré un pastel de coco.

—Entonces no hay boda. —me puse de pie y comencé a caminar hacia la puerta, solo para ser detenida por Jerry.

—¿En serio quieres ese pastel?

—Si. ¿ No crees que yo he aceptado mucho Jerry? ¿Por qué ustedes no pueden hacer lo mismo?

Él volteó y observó a su madre, antes de pasar con fuerza ambas manos por su rostro.

—Está bien, tendremos el qué quieres, yo me encargo.

Y entonces lo abracé, a pesar del asco que sentía.

(***)



—Es que debieron verla, en serio creí que saltaría y me atacaría cuando Jerry se puso de mi lado.

Me encontraba junto a Débora y Mario en el bar, contándoles lo sucedido durante la elección del pastel de bodas.
Pero a pesar de que ahora estaba imponiéndome a las órdenes que trataban de darme, mis amigos no parecían muy de acuerdo con lo que estaba haciendo.

—Bri, ¿De verdad pensaste bien en lo que estás haciendo? Si no estás segura no te cases, sinceramente creo que aún no has perdonado a Jerry. —Débora no me miraba, solo jugaba con la bombilla de su jugo.

—Odio decir esto, pero estoy de acuerdo con ella. Casarte con alguien que no quieres, te hará miserable. —ya había hablado de esto con ambos varias veces y seguían con lo mismo. — Eso sin contar a Lucero.

—Ya les he dicho que estoy segura. Aunque este aún molesta por el engañó de Jerry, estuvimos juntos muchos años y no los quiero tirar a la basura por un error.

No me iba a casar, pero viendo la actitud que ambos estaban tomando, sentía que debía ocultarles mis verdaderos planes. Mientras más reacios se mostrarán, más creíble sería para mí ex.

—Si él no me amara, al menos un poco, no habría hecho todo lo que hizo para recuperarme.

—Brisa, no puedes estar hablando en serio.

—Pero lo estoy. Mario, ustedes son mis amigos y deberían apoyarme, después de todo, nada me hará cambiar de opinión.

No esperé una respuesta, solo me levanté y comencé a caminar hacia la cocina, prefería seguir con mi trabajo a discutir con ellos y decir algo de lo que podría arrepentirme luego.
Pero antes de entrar, voltee y los vi compartir una mirada extraña, la cual no sabía cómo descifrar, ni describir, pero la cual no me gusto nada.



Martinis, amor y ¿Estacas?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora