Brisa
Luc había hecho todo para hacerme sentir cómoda, desde traerme la comida a la habitación, hasta asegurarse de que mis medicinas las tomará a horario, al menos mientras aún seguía despierto.
Sin embargo, cuando desperté esta mañana, pase por la misma situación que el día anterior, me encontraba prisionera de uno de sus brazos. La única diferencia, es que este día no me resistí y no traté de liberarme, solo me aferre a su brazo y me acomodé, volviendo a dormir.Él mismo me había dicho que su sueño era pesado y que nada, ni nadie, lo lograría despertar, por lo que intentarlo hubiera sido en vano.
No solo eso, me encontraba realmente cómoda y sin ánimos de resistirme a su cercanía.Sin embargo todo eso cambio en la noche. Mientras él tomaba una ducha, antes de comenzar a trabajar, la puerta de su habitación fue abierta y aunque esperé que se tratara de Yael, no fue él quien ingresó, sino la madre de Luc.
No sabía cuál era mi maldito problema con las madres de los hombres a los que me acercaba, quizás en mi antigua vida, había sido yo la suegra problema, pero en está, me tocaban puras locas.—¿Otra vez tú? —Eso debería preguntarlo yo, Luc me había asegurado que ella no se encontraría aquí, ya que supuestamente había ido a visitar a su hermana.
No sabía si él me había engañado o si está señora había hecho un cambio de planes de último momento, pero lo que sí sabía, es que no tenía las ganas para tratar con ella.
—Eso mismo me preguntó yo. —Respondí con voz cansada.
Este no era mi mes, ¿Pero qué digo mi mes? Este no era mi maldito año.
Entre mi separación, mis constantes peleas con Jerry y su madre, mi despido, el ataque que sufrí hace dos noches y ahora reencontrarme con está señora, la verdad, estaba lista para lo siguiente. ¿De qué se trataría? ¿Una invasión zombi?Me reí sin ganas, provocando que la madre de Luc me observará como si fuera una desquiciada.
—¿Por qué estás aquí? — preguntó, cruzando sus brazos sobre su pecho.
Era evidente que no era una persona grata para está señora, al contrario, sentía que me veía como si fuera un poco de excremento en sus tacones.
—Esa pregunta no debería hacérmela a mí, sino a su hijo.
—Eres tú quien está en su bar, en su habitación y en su cama. Sin mencionar que la ropa que traes puesta, también le pertenece a él.
—¡Ay no! —Me quejé, rascando con fuerza mi cabeza. ¿Por qué a mí? — La verdad no sé que problemas tendrán usted y Luc, pero por favor no me hagan participé. No elegí estar aquí, simplemente las circunstancias así lo quisieron.
Lo que era en parte verdad y en parte mentira, ya que planeaba quedarme una noche más aquí, pero ahora que había tenido la grata visita de está señora, mis planes habían cambiado.
No pensaba quedarme, al contrario, en cuanto pudiera me largaría de aquí.—¿A qué te refieres con las circunstancias?
—¿Qué haces tú aquí? —Luc caminó, hasta detenerse en frente de su madre.
Obviamente mi mirada cambio de inmediato, ya que esté traía el torso descubierto, aún húmedo por el agua del baño.
Inclinando mi cabeza, me permití recorrer cada detalle. Desde su pecho definido, hasta los pequeños lunares que se encontraban sobre su ombligo.—Te lo voy a volver a preguntar madre, ¿Qué haces aquí?
—Hace días no pudimos hablar y mira con lo que me encuentro al regresar, nuevamente esta chica y ahora es incluso más descarada, ya que no se avergüenza de estar en tu cama y vestida con tu ropa.
—¡No soy ninguna descarada!
—Estoy hablando con mi hijo, ¿puedes callarte? —sentí como mi boca se abrió con sorpresa. Ella no pudo decirme eso.
—¿ Qué?
—No vuelvas a gritarle, te lo he dicho antes y te lo repetiré, no le vas a faltar el respeto a nadie en este lugar.
Si tenía que comparar a Jerry y a Luc, me quedaba claro que esté último si que sabía imponerse contra su madre, aunque dudaba que está le hiciera caso.
—¿Acaso olvidas lo mucho que te expones al tenerla aquí? Ella no es como nosotros, deberías desecharla de una vez.
Eso era todo, no permitiría que nadie me tratará como si fuera nada. Ya había pasado por ello y ahora no estaba ni siquiera en una relación, como para tolerarlo.
Me puse de pie, con bastante dificultad, ya que todo me dolía, pero no podía quedarme.—Gracias por todo lo que tú y Yael han hecho por mí, sin embargo, no pienso quedarme, yo me voy. —di dos pasos y un dolor fuerte en mi costado, me impulsó a soltar un pequeño quejido y llevar mi mano hacia allí.
—Brisa espera, vuelve a la cama.
—¡Ni loca! Ya he tratado con una madre loca antes, así que pasó. Además, no tienes ninguna obligación de cuidarme, yo me voy a mi casa.
—No puedes irte así.
—Si se quiere ir, que se vaya. Piénsalo hijo, eso sería lo mejor.
—¡Cállate mamá! No me importa que te trajo aquí, pero quiero que te vayas. —Volteó hacia mí y me tomó del brazo. —Espera, yo te llevaré, ya que insistes en irte.
—No hace falta, yo puedo tomar un…
—¡No tomarás un maldito taxi, yo te llevaré!. —lo observé, notando el enojo que tenía, quizás por esa razón preferí callarme.
—Luc, tenemos que hablar.
—No madre, no tenemos. — Luc tomó una de sus camisetas y tras pasarla por su cabeza, la señaló, antes de agacharse y tomar sus zapatos. —Iré a llevar a Brisa, cuando regrese espero no encontrarte aquí, de lo contrario, prohibire tu entrada definitivamente.
Una vez que estuvo listo, él simplemente me tomó entre sus brazos, como si fuera una jodida princesa y sin otra palabra a su madre, nos encaminó fuera de su habitación.
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Martinis, amor y ¿Estacas?
VampireLuego de que su novio rompiera con ella, Brisa Pizarro, solo quiere una cosa y es distancia de cualquier sentimiento que se asemeje al amor. Pero cuando su mejor amiga Débora Cabrera la desafía a jugar con dos jugadores en el campo de los coqueteos...