Luc
—En serio sigo queriendo romperte la cara, jodido imbécil. —me quejé, reanudando mi caminata por el pasillo. — Una cosa es que la rescataras de ese maldito infeliz, con el cual ya arreglaremos cuentas, pero otra muy diferente es que te hayas aprovechado. ¿Por qué mierda tuviste que beber de ella?
En el instante en el que lo vi cargando a Brisa, creo que pude matarlo con solo un toque, pero cuando me explicó lo sucedido y tras cerrar el bar, decidí que haría hasta lo imposible por lastimar al bastardo que la había tocado.
Ella vino aquí para verme, por lo que odiaba la idea de haberla puesto en peligro, pero no podía siquiera imaginar lo que sucedería.—¿En serio me preguntas eso? Su sangre seguía brotando de ella, pidiéndome que la probará y no soy tan fuerte como parezco, caí y no me arrepiento. Su sangre sabe a gloria.
—Imbécil, debería golpearte por las tonterías que dices.
—No actúes como si fueras mejor que yo, también has bebido de ella, no solo una vez, sino varias. — él tenía razón, incluso la primera noche que la conocí, no pude evitar hacerlo. —No seas un hipócrita conmigo, porque no te creeré.
—Al menos ella está bien ahora, pero debemos averiguar porqué la atacaron.
—Tengo al bastardo en el cuarto de insumos, solo debemos esperar a que despierte.
Aunque me importaba la razón del ataque, eso no me impediría matarlo. Él era hombre muerto.
Volví mi atención a la puerta de mi habitación, deteniéndome, incrédulo de que haya despertado. Los golpes que Brisa tenía, eran varios, eso sin contar el shock que sufrió.—¿Ella cómo sigue?
—¿Cómo crees? Está herida e inconsciente. Ni siquiera quiero pensar en como se sentirá al despertar.
Ella tendía a mostrarse fuerte, pero la había visto llorar, había comprobado cuan sensible es debajo de esa capa de seguridad.
Es por ello que ahora temía su reacción. Odiaba la idea de verla herida, emocionalmente, ya que físicamente lo estaba.—Ve a verla, yo iré a comprobar si el imbécil despertó. —asentí, sin embargo mis pies no avanzaban. Seguía parado allí, observando la puerta, sin saber que hacer.
Cuando finalmente decidí caminar hacia allí, entré y la vi dormida. Su labio estaba lastimado y también tenía un corte en la zona de la cien, pero lo que más abundaba, era el color rojo en su piel, el cual mañana estaría violeta.
No podía llevarla a su casa, ya que allí no podía saber si estaría segura, pero en la mañana caería en el sueño diurno y tampoco podría cuidarla como era debido.Mientras pasaba mi mano por su rostro, la puerta sonó con dos toques y sin esperar respuesta, Yael ingresó.
—Despertó. Es hora de que hagamos cantar al canario. —fruncí el ceño, sintiéndolo divertido con una situación que no lo era.
—Deja de decir estupideces. —advertí, pasando por su lado.
Lo único que quería ahora, era descubrir las verdaderas intenciones tras este ataque.
Quería tener autocontrol, evitar querer lanzarme a su cuello en cuanto lo tuviera en frente, pero sería difícil, cuando solo quería verlo sufrir.—No sé si podré contenerme, solo quiero matarlo. —mis manos se volvían puños, ante el pensamiento de tener su cuello entre ellas.
—¿Y quitarle a esto la diversión? Demonios no. Es más, estoy un poco sediento, quizás podría hacer algo útil con él.
—Si lo quieres exprimir, solo espera a que nos diga la verdad.
—Muy bien, no tengo apuro.
Entonces entramos en la casi oscura habitación. Estaba frío allí y al igual que varias partes del bar, no tenía ninguna ventana, lo que le daba ese ambiente tétrico de película de terror.
Pero él debía temer, tenía que sentirse en verdad asustado, porque de aquí no saldría con vida.—¿Quiénes son? — preguntó bastante alterado.
—Creo que esa pregunta deberíamos hacerla nosotros. Viniste a nuestro bar, atacaste a nuestra invitada y aún así planeabas salir como si nada, en verdad me sorprende tu confianza. —Caminé junto a él, deteniéndome detrás. — ¿O debería llamarlo estupidez?
—Solo piensa en eso amigo, no creo sea confianza, basta con una sola mirada para conocer la respuesta.
—Tienes razón, definitivamente es estupidez. —puse mis manos en sus hombros y presioné. —¿Por qué la atacaste?
—No pienso decirles nada, se pueden ir a la mierda.
—¿Así quieres jugar? —Yael se agachó frente a esté, quedando cara a cara. — Nos está costando ser agradables y créeme, no te gustará si decidimos jugar de manera agresiva.
—Me importa una mierda lo que hagan, no les diré nada.
—Yo creo que si lo harás, de lo contrario te dolerá y mucho. — Empujé a Yael y me plante frente a este imbécil, mostrando mis colmillos. —Puedo hacer que desees morir, que supliques por ello y aún así, no librarte del calvario. Así que habla.
—¿Qu- qué eres? ¿Qué mierda son?
—Si no hablas, tu peor pesadilla. —Yael se puso a mi lado, mostrando su propio par de afilados colmillos.
—Te lo advierto, no estoy de humor, lastimaste a alguien que me importa. Así que tú decides, ¿esto será rápido o doloroso?
—Yo solo, solo hice lo que me ordenaron. — Sonreí, al ver qué comenzaba a cooperar.
—¿Quién te dio esa orden?
—Solo aléjense de mí, malditos enfermos.
—¡ CONTESTA! — exigí, tomando su cuello con mi mano derecha. —Mientras más te demoras, más molesto me siento.
—Fue Lucero, Lucero Acosta. Ella me pidió lastimar a la chica. No iba a matarla, lo prometo, solo debía lastimarla, darle una lección.
—¿Una lección para qué?
—¿Cómo voy a saberlo? Eso no se pregunta en mi trabajo, solo se acatan las órdenes de quién paga.
No tenía idea de quién era esa mujer, pero seguro no era una buena persona, de lo contrario no mandaría a lastimar a alguien.
—¿Para qué? — Insistí, negándome a aceptar que él desconocía la razón.
—Juro que no lo sé, solo me dieron la dirección y la fotografía. La orden era lastimarla, nada más.
Tal vez a Brisa solo debían lastimarla, pero él no correría con la misma suerte.
—Es todo tuyo, diviértete. — dije, palmeando la espalda de mi mejor amigo.
Me alejé de allí, escuchando los gritos, las súplicas que el bastardo no dejaba de soltar, pero ni aún así se libraría de su destino.
Nadie iba a tocar a Brisa, no si quería seguir viviendo.
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Martinis, amor y ¿Estacas?
VampireLuego de que su novio rompiera con ella, Brisa Pizarro, solo quiere una cosa y es distancia de cualquier sentimiento que se asemeje al amor. Pero cuando su mejor amiga Débora Cabrera la desafía a jugar con dos jugadores en el campo de los coqueteos...