39. final

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Luc

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Luc






—Solo digo que ya que estoy trabajando con ustedes, puedo encargarme de abrir el bar mientras ustedes descansan, tampoco es algo tan difícil. Es decir, es algo que ya hago, ¿O no?

A pesar de la confianza que sentía Brisa en si misma y en su poder para hacerse cargo de toda la responsabilidad y el trabajo que le llevaría atender el bar ella sola, con Yael sabíamos bien que no estaba lista.
Solo nos bastó una mirada, para darnos cuenta de que ambos pensábamos exactamente lo mismo.

En los últimos tres meses, desde nuestra unión, varias cosas habían cambiado y una de ellas era el que Brisa se viniera a trabajar con nosotros al bar.
Convencerla no fue sencillo, ya que ella comenzó a soltar un monólogo de querer conseguir oportunidades por sí misma, no querer que su novio, en este caso yo, le hiciera las cosas sencillas y sobretodo, no quería que mi familia pensara que estábamos juntos por interés.

Cuando finalmente la convencí de que mi familia no vendría, ya que tanto Yael, como yo, habíamos marcado una línea de advertencia, dónde estableciamos que si mi madre o mi hermana trataban de venir y darnos problemas, sacaríamos sus traseros sin importarnos nada.

—Cariño —empecé y creo que ella sabía que lo que seguía no sería la respuesta que quería oír. — Ambos sabemos que este tiempo que has estado con nosotros lo has dado todo y más, pero una cosa es ayudar con el trabajo y otra diferente es hacerte cargo de todo.

—¿No crees que esté preparada para hacerlo?

—No dije eso, pero imaginemos una situación hipotética, donde nosotros estamos dormidos y mientras tú atiendes el bar, alguien se cola a las habitaciones. ¿Qué crees que pasaría? — por suerte en las habitaciones no habían ventanas, pero eso no impedía que pudieran dañarnos con otros métodos. —Y no está en discusión contratar a alguien más.

—Es verdad Brisa, no confío en humanos, solo en ti.

Para Yael fue difícil hacer las pases con Brisa, aunque creo que la mayor razón de sus roces, fue el hecho de que no lo eligiera.
Desde su punto de vista, ella nunca le había dado ni siquiera la oportunidad de demostrarle cuan genial era, aunque ahora estaba feliz de que ambos estemos juntos.

—¿Desde cuándo? — pregunté, tratando de bromear y olvidar el tema que estábamos tratando ahora mismo.

—No me dejaron mucha opción, es como si se hubiera mudado con nosotros. Pasa toda la noche junto a nosotros y en la tarde viene, limpia todo y está lista para trabajar a la par nuestra.  —algo totalmente cierto. — Además tú sabes de nosotros y no nos tienes miedo, al contrario, no te cansas de darnos mierdas.

—Ya, de acuerdo, lo entendí. —Brisa rodó sus ojos y frunció sus labios de manera tierna. —Solo pensé que si abriéramos también en las tardes, las ganancias serían dobles.

—Somos un bar nocturno, Brisa. —asentí, completamente de acuerdo con Yael. —Eso lo dice todo.

—Idiota. — respondió y al ser algo que esperábamos que dijera, no tardamos en comenzar a reír.

Era muy sencillo saber lo que Brisa haría, ya que ella era como un pequeño puercoespín, el cual al verse amenazado, se enrollaba sobre si mismo, dejando sus púas mirando hacia el exterior.
Lo bueno es que ambos solo bromeábamos con ella, ya que ni siquiera el dolor de nuestros colmillos se comparaba con el ataque que ella nos daba. Una cosa eran los golpes, en los cuales era buena, pero lo más agotador y doloroso, para nuestros oídos, eran sus largos sermones.

—Ya no te enojes cariño, mejor prueba esto y dime si sabe bien. —le entregué un nuevo trago, a base de melocotón, el cual había estado mezclando mientras ellos discutían. —Lo preparé sabiendo que necesitarías algo dulce, luego de la noticia amarga.

—¿Sumando puntos, colmilludo?

—¿Soy tan obvio?

—Dejen de coquetear y pónganse a trabajar, en cualquier momento abriremos y este lugar se llenará. —Yael no podía evitar ser un jodido aguafiestas.

—Si tanto te molesta, siempre podemos ir a coquetear a otra parte. — sugerí, guiñando un ojo hacia Brisa, quien lejos de sentirse avergonzada, inclinó su cabeza y repitió mi acción.

—Cómo al cuarto de Luc. — acercó el trago a su boca y dio un pequeño sorbo, antes de mirar hacia la copa y volver a beber. — ¿Qué rayos le pusiste a esto? Sabe jodidamente bien.

De hecho le había puesto poco alcohol y más zumo, temiendo que se achispara y terminará dormida antes de las dos.
Pero ahora, luego de saber que deseaba tanto como yo, perdernos en mi habitación, lamentaba no haber utilizado eso como excusa para perdernos.

—Melocotón. —respondí de manera obvia.

—Jaja que chistoso. — a pesar de intentar ser sarcástica, no podía disimular su sonrisa. — Olvida lo que te dije sobre ganar puntos, estás restándolos.

Soltando una fuerte carcajada, ignoré las provocaciones de Yael.

—¿Segura que van restándose?

—Ponte a trabajar mejor.

—Al fin estamos de acuerdo, Brisa. Ponte a trabajar Luc.

Negando comencé a acomodar las botellas en sus respectivos lugares, reemplazando aquellas que ya estaban vacías y poniendo un repuesto de aquellas que ya estaban por acabarse.
Sin embargo, mientras hacía mi trabajo, no dejaba de observar a Brisa y a Yael, lanzarse con los trapos, con los que deberían estar limpiando las mesas.

Ambos eran dos niños y luego me mandaban a mí a trabajar, en fin, la hipocresía.

—Más trabajo y menos diversión. —ambos me observaron y mientras Brisa optó por sacarme la lengua, Yael alzó una ceja con diversión.

—¿Ahora sigues esa política? Quien diría que eras celoso... — aún riéndose de sus locuras, continuó limpiando.

¿Quién diría tantas cosas? Cómo por ejemplo que terminaría enamorándome de una humana gruñona, la cual se disgustaba cuando la llamaba por un mote cariñoso e insistía en compararme con una anciana. Que la perseguiría y que atravesaría un infierno, pensando que terminaría casándose con un idiota, pero que ahora, finalmente, la tendría junto a mí.
Por supuesto, yo no hubiera dicho algo como eso jamás y me hubiera reído en la cara de quién lo dijera. Sin embargo, esa era hoy mi realidad y no la cambiaría por nada.




Martinis, amor y ¿Estacas?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora