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Brisa






¡Unos miserables! Eso es lo que eran los Acosta.
Al parecer Jerry no había tardado en correr a contarle a su madre las últimas noticias y la muy zorra, había pedido mi cabeza.

No era un secreto que Carmela Villa, la dueña de la tienda en la que hasta hoy trabajaba, era una de las más allegadas amigas de la familia de mi ex prometido. Pero nunca, ni en mis más descabellados pensamientos, había creído que le pediría que me despidiera.
Aunque claro, la señora Lucero Merchán de Acosta, no permitiría que se supiera que no seguía con su hijo, porque lo que ella trataba de hacer era cerrarme todos los caminos y que no tuviera más remedio que volver con Jerry, pero prefería morir de hambre que hacerlo.

La excusa de mi despido, había sido una reverenda tontería, la cual no tarde en reclamar, pero no me prestaron atención.
Ahora resulta que no podía continuar trabajando, ya que con el paso del tiempo, la boda me demandaba más atención.

¡Una completa mierda!

¿Qué me importaba a mí la boda? Si no pensaba llevarla a cabo, no tenían nada que me obligará a dar el sí.
Pero no podía dejar de sentirme miserable, me encantaba trabajar y lo necesitaba. Debía pagar gastos y alimentos, sin embargo, gracias a ellos, ahora debía encontrar algo nuevo.

¿Pero qué?

Solo una persona venía a mi cabeza, ya que en este momento él era el único que podía tenderme una mano y era por ello que me dirigía a su bar.
Si no podía darme trabajo, iba a estar en problemas, porque la indemnización que tenía para cobrar, se me iría en cuentas a pagar.

—¿Brisa?  — me acerqué a la barra y apoyé mis brazos allí.

—Estoy pasando por uno de los peores días de mi vida y sigue siendo gracias a Jerry y su madre. Dime Mario, ¿Cuándo me dejaran en paz?

—¿Qué te hicieron ahora? — preguntó luciendo verdaderamente molesto.

No quería que volvieran a tener otra pelea, solo esperaba que pudiera darme trabajo. Pero era bueno ver que alguien se preocupaba por mí de esta manera.
Al tener a mis padres lejos y a mis hermanos viviendo sus propias vidas, solo me tenía a mí misma para defenderme.

—Tienes frente a ti a una desempleada. —escondí mi rostro entre mis brazos y emití un quejido. — Hicieron que me echarán, ¿Te parece justo?

—¿Por qué hicieron algo así?

—Anoche, mientras Jerry volvía a perseguirme, me encontré a un conocido y fingí que era mi pareja. Lo sé, fue un movimiento inmaduro, pero es que ya estoy harta de que me siga como si fuera mi sombra. — ahora veía que mi movimiento había sido un error. — Siempre está ahí, esperándome, caminando a mi lado y tratando de convencerme de volver a aceptarlo. Estoy cansada de su monólogo y necesitaba solo cinco minutos de paz.

—No tienes que explicármelo Bri. — rodeó la barra, caminando hasta llegar a mí, envolviéndome en un abrazo consolador. — Nada de esto es tu culpa.

Lo sabía, pero seguían insistiendo en hacerme sentir de esa manera. Ahora pagaba con mi trabajo, el no aceptarlo nuevamente en mi vida.
¿Por qué no podía aceptar un maldito no?

—Jerry sigue complicándolo todo, insiste en volver contigo, pero me consta que está con alguien más. —me alejé un poco de él y lo observé a través de las lágrimas.

—¿Con quién? Ahora dímelo Mario.

—Eso no importa, ¿De qué serviría saberlo? Ahora mejor hablemos de algo importante. — limpió con su pulgar mis lágrimas y me dio una sonrisa, algo vacilante y culpable. — ¿Finalmente vendrás a trabajar conmigo?

—La verdad es que esperaba que pudieras tenderme la mano, no se a quien más recurrir, ya que estoy segura de que van a hablar con la mayoría de sus conocidos. Eres el único que no se dejará convencer por ellos.

—Mi bar siempre estará abierto para ti. —lo abracé, y lloré contra él, sin importarme que su camisa se manchara con mi máscara de pestañas. —Quisiera volver a golpearlo, esto que está haciendo contigo es bajo, incluso para él.

—Si quiere ascender rápido, debe mostrar una buena imagen. Supuestamente soy su novia, llevamos cinco años juntos, todos piensan que estamos enamorados y apunto de casarnos. ¿Qué mejor imagen que esa?

—Debería mostrarse tal y como es, una basura.

—¿Con quién está saliendo? ¿Quién puede aceptar quedarse en las sombras y ver todo lo que está haciendo?

Él no podía creer que no continuaría preguntándoselo. Está información podría serme útil, yo podría buscar a la chica y hablarlo, tal vez ayudarla a escapar antes de que viera al verdadero loco detrás de Jerry.

—No insistas, no te lo diré. Créeme Brisa, hay cosas que es mejor no saberlas.

Pero yo lo necesitaba, ya que gracias a esa persona, toda mi vida se puso patas arriba.
¿Qué podía ser peor que todo lo que estoy viviendo?

Sin embargo solo me bastaba una mirada, para darme cuenta de que él no me diría nada. Insistiría en este tema, pero no podría ser hoy.

—Tarde o temprano lo voy a descubrir.

—Sé que lo harás. — respondió y acompañó sus palabras con un suspiro, que me dijeron que en realidad me dolería descubrir ese secreto.

Tenia que ser alguien conocido y teníamos muchas amigas en común. Algunas incluso, habían estado un poco desaparecidas en este tiempo, por lo que podría empezar a escribir una pequeña lista.

—Entonces jefe, ¿Cuándo comienzo a trabajar?

—Tómate está semana, ordena las cosas y el lunes vienes temprano, con las energías recargadas. ¿Qué dices?

¿Qué podía decir? Él estaba salvando mi trasero.
No tenía ninguna obligación conmigo, solo era una amiga más de la familia, pero él no lo había dudado ni un poco.

—Por mí no hay problema.

—Entonces está todo dicho, ahora déjame traerte para que pruebes una de mis nuevas especialidades.

Ese sería otro beneficio de trabajar aquí, porque Mario en realidad podía cocinar y estaría feliz de probar todo lo que quisiera traerme.
Ahora tenía un tiempo de descanso, obligado, pero lo aprovecharía y hoy visitaría a alguien más, alguien con quien la noche pasada había tenido una muy buena conversación.



Martinis, amor y ¿Estacas?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora