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Brisa

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Brisa





—¿Estás lista, querida? — ¿Querida? — Si necesitas ayuda, puedo entrar y ver en qué echarte una mano.

Me mordí la lengua, tratando de no gritarle a Lucero lo que pensaba. ¿Desde cuando me trataba de querida? Si ella me odia con cada fuerza en su interior.
Lo sé, ya que básicamente, compartímos ese sentimiento.

Pero claro, ahora, mientras me ayudaban a ponerme el vestido de novia, para comprobar si hay que hacerle algún arreglo nuevo, le surge el repentino amor por su hija política.
Miré a la chica, la cual estaba terminando de anudar el lazo en mi cintura y sonreí, fingiendo que esto era normal. Y con mi sonrisa trataba de decirle: “Si, nos llevamos súper bien con mi futura suegra. Bueno, cuando no tratamos de matarnos”.

Por supuesto, no me salía y la sonrisa era evidentemente falsa y se veía de aquí, hasta la China.

—¡Gracias Lucero, pero ya casi estoy lista! — grité, a través de las cortinas de los vestidores, antes de mirar a la chica y suspirar. — A veces creo que está más nerviosa que yo, aunque tal vez se deba a que su único hijo va a casarse.

—Al menos parece llevarse bien contigo, mi suegra sé que sufrirá un ataque si algún día su hijo me propone casamiento.

Ella no se imaginaba lo parecidas que eran nuestras suegras.
Lucero ciertamente sufrió un ataque y luego de romper toda su vajilla, tuvo que ser llevada a urgencias por un repentino aumento en su presión. Debí darme cuenta en ese entonces que ella no me pondría las cosas sencillas, pero ahí estaba yo, creyendo tontamente que el amor que sentíamos con Jerry era más fuerte.

—Aveces… —me escuché decir lentamente. — aunque no lo creas, también tenemos nuestros momentos. —Y cada uno de esos momentos, era lo más parecido a una guerra.

—Estas lista. — anunció y me miré en el espejo de cuerpo entero, viendo lo increíble que me queda el vestido, pero sin dejar de pensar que esto era un desperdicio.

Seguía manteniendo mi esperanza de que la boda de cancelara, pero si no lo hacía, no podía asegurar que de mis labios saliera un sí, cuando el cura me preguntara si acepto a Jerry.
Quería tanto vengarme de todos, pero no quería sacrificar mi felicidad por ellos y ahora mismo, sentía que debía darle una oportunidad a Luc.

Seguía repasando mi figura, viendo cómo en otro momento me hubiera encontrado feliz, extasiada y ahora, por el contrario, me sentía vacía.
Había pasado meses buscando el vestido perfecto, recorriendo tienda, tras tienda, en compañía de Débora, hasta que di con él. Pero ahora solo lo veía como un pedazo de tela, algo sin valor, al menos para mí.

—¿Qué te parece? —la emoción de la chica a mi lado, era demasiado evidente y me sentía culpable, por no sentir lo mismo.

—Es hermoso. —y lo era, solo que no había otra palabra, no podía mentir.

—Vamos, tienes que mostrarles a todas lo hermosa que estas.

Comenzó a empujarme, lentamente, hacia el centro del salón, dónde se encontraban esperándome, no solo mi futura suegra, sino también mis damas de honor. Demás está decir, que mi mirada viajo directamente a Débora, quien lejos de enfrentarme, desde el instante en el que llegó, optó por rehuir de mi mirada.
Al parecer su valentía para engañarme, murió en cuanto se vio descubierta.

—¿Y qué piensan? — pregunté, dando una pequeña y dificultosa vuelta en mi lugar.

No me importaba lo que pensaban, pero lo que en verdad quería era molestar a mi antigua mejor amiga. Ella seguía queriendo participar de este espectáculo, pues debía saber que no todo lo que le esperaba sería un cuento de hadas y si lo era, estaba determinada en que me convertiría en la villana.

—La verdad, tenía un poco de miedo con respecto a tu elección, pero ahora que lo veo, no me disgusta. —Lucero me examinaba, sin levantarse de su lugar. —Te queda precioso ese vestido.

—Es verdad, es hermoso. — escuché a varias de mis damas de honor decir.

Esa era la reacción que buscaba, es por eso que me había esforzado tanto en encontrar el vestido perfecto, es una lástima que ahora no pudiera lucirse como debería.

—¿Tú qué piensas Débora? — pregunté, pero no logré atraer su mirada.

No entendía que ganaba viniendo aquí e ignorarme, ¿no sería más sencillo retirarse, mantenerse a un lado?

—Te queda muy bien, ya te lo había dicho hace meses, pero vuelvo a repetir que este vestido fue hecho para ti. — respondió , aún sin levantar la mirada. — Estás hermosa Brisa.

Me molestaba el no poder compartir con ella todo lo que me estaba sucediendo, pero ahora ya no confiaba y la veía como una desconocida.
Sentía como si de repente todos los años de amistad, hubieran sido una ilusión, algo que pasó hace tanto tiempo que solo puede ser considerado un recuerdo.

—Solo espero lograr sorprender a Jerry el día de la boda.

Y ese fue el instante en el que ella finalmente levantó su mirada y me miró directamente a los ojos. Podía notar su tristeza, pero sabía con certeza que en mi mirada solo podía encontrar enojo, dolor y decepción.
Ahora no estábamos en el mismo bando, ya no podríamos protegernos, ayudarnos o incluso darnos ánimo en nuestros momentos tristes, ahora ambas estábamos separadas por una gran barrera y no sabía si podríamos superarla algún día.

—Claro que lo harás, conozco a mi hijo y sé que se quedará con la boca abierta al verte. — Lucero me dejó a un lado, caminando hacia la chica que se había encargado de ayudarme con el vestido.

Estaba lista para terminar con este día, quitarme el vestido, volver a casa y sentarme frente al televisor a comer el medio pote de helado que aún quedaba en mi refrigerador.
Pero eso no sería posible, ya que mientras hacía mi escape de regreso al vestidor, Débora se acercó a mí.

—¿Podemos hablar?

—¿Ahora quieres hablar?

—Creo que la última vez que nos vimos muchas cosas quedaron claras, pero aún así necesito que me escuches, déjame darte mi versión de los hechos.

No tenía ganas de escuchar las excusas baratas que utilizaría para liberarse de la culpa, pero aún así quería tener la oportunidad de conocer los detalles y de saber hasta qué punto llegaba su engaño.

—¿Por qué debería darte esa oportunidad?

—Por los años que llevamos siendo amigas, creo que escucharme es lo mínimo que merezco, ¿No crees?

—Y por esos mismo años, creo que me merecía un poco más de lealtad de tu parte y no la recibí.

—Brisa, déjame decirte cómo sucedió todo.

—Solo te daré una hora, luego no quiero volver escucharte. Presiento que terminaré aún más decepcionada de ti, pero tienes razón en algo, necesito escuchar la verdad.

Y sin dejarla volver a responderme, caminé hacia el pequeño espacio lleno de espejos y cerré la cortina con fuerza.

Martinis, amor y ¿Estacas?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora