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Brisa





Todo, absolutamente todo mi cuerpo me dolía, desde la punta del dedo gordo del pie, hasta el último cabello en mi cabeza.
Me sentía como si un enorme camión con acoplado hubiera pasado sobre mí, una y otra vez, durante al menos una hora.

Mis recuerdos tampoco eran muy claros, de hecho recordaba demasiado poco, un hombre, gritos y un par de colmillos acercándose a mí.
Y aunque sabía que eso era una completa locura, ya que esos colmillos solo podría verlos en una película de terror, llevé mi mano izquierda y con cuidado comencé a palpar mi cuello.

No podía creer que estuviera buscando la mordida de un vampiro, pero eso era justo lo que hacía.
Al no encontrar nada, abrí los ojos, esperando que todo haya sido un sueño y el dolor sea a causa de una gripe. Pero no, apenas abrí los ojos, me encontré con una habitación muy diferente a la mía. La ropa que traía puesta tampoco me pertenecía y tras girar la cabeza, vi a un chico que tampoco era mío, pero que me gustaría que lo fuera.

Luc estaba dormido, acostado a mi lado, muy cerca de mí.
Al principio me sentí algo inhibida, pero mientras lo observaba respirar tan tranquilamente, de una forma que casi parecía que no lo hacía, me fue imposible no llevar mi mano a su mejilla y acariciarla. Se encontraba tan frío, que por un momento creí que pudiera estar muerto, pero cuando se volteó, enjaulándome en su abrazo, pude tranquilizarme.

Sin embargo esa tranquilidad no duro, ya que su abrazo era fuerte y me recordó el dolor que me inundaba.

—Luc, Luc despierta. —Lo sacudí un poco, tratando de ver si así lograba despertarlo, pero mis intentos fueron en vano y solo aumentaban mis dolores.

Su agarre presionaba justo en mi abdomen, ejerciendo cierta presión en mis costillas, las cuales estaban a punto de quebrarse. A eso debía sumarle el dolor en mi brazo, el que utilizaba para sacudirlo, esperando que despertase.
Dándome por vencida, me volví a dejar caer contra el colchón, ahora tratando de liberarme, pero eso tampoco era sencillo.

—¡Demonios Luc, tienes un maldito sueño pesado! —me quejé, golpeando su brazo. —Y no solo el sueño, tú también lo eres.

Hablaba por gusto, porque él seguía perdido en un sueño profundo del que dudaba que fuera a despertar pronto.
No podía saber si era temprano, o si la noche se acercaba, ya que en su habitación no había ni siquiera una ventana, que me sirviera para guiarme. Ahora qué lo pensaba, ¿Por qué no había una? Al menos debería haber una pequeña, que permitiera la ventilación, pero no lograba encontrarla.

—Vamos Luc, despierta, necesito respuestas.

El tiempo parecía ser eterno, no sabía cuánto tiempo me quedé allí, simplemente observando el techo. Pero cuando Luc finalmente despertó, solo se limito a observarme.
No era una mirada lujuriosa, como la que esperaba, sino que se veía preocupación y un poco de culpa.

—Incluso con los moretones te ves hermosa. — alejó, por fin su mano de mí, para retirar el cabello en mi rostro. —No es así como imaginé que despertaría a tu lado.

—¿Qué me pasó?

—Hay tiempo para hablar de ello, ahora quiero saber si te duele algo.

—Todo. No soporto más el dolor de cabeza, siento como si en cualquier momento pudiera explotar. —Y eso que no le mencionaba el dolor corporal.

—Te conseguiré algo. —se puso de pie, y pude ver que traía un pantalón deportivo y una camiseta sin mangas.

—¿Así que ese es tu pijama?

—No, la verdad acostumbro dormir desnudo, pero no creí que eso te hiciera sentir muy cómoda. —pasee mi mirada por su cuerpo, imaginando lo que se escondía debajo de la ropa y tragué saliva.

—No, la verdad hubiera sido un poco incómodo. —sobretodo ya que él parecía dormir como un maldito tronco. —Por cierto, nunca conocí a nadie con el sueño tan pesado como tú.

—Siempre fui así, una vez que me duermo, nada me despierta. —entonces sonrió, negando lentamente. —Voy por algo para el dolor, no trates de levantarte, estás muy lastimada.

Asentí y lo vi caminar hacia el pasillo, la verdad quería ponerme de pie, pero él tenía razón, estaba muy adolorida como para hacerlo.
Con dificultad me senté contra el cabezal de la cama y empecé a preguntarme la razón por la cual Luc no me dio una explicación. Miles de ideas locas empezaron a nublar mi mente y aún sabiendo que eran erróneas, no pude evitar dudar sobre su veracidad, al menos por unos momentos.

—Solo conseguí esto, pero Yael fue a conseguirte otros antinflamatorios. —acepte la pastilla y el vaso que me entregaba y rápidamente la tomé. No soportaba más.

—Gracias. Pero ahora quiero que me digas lo que sucedió, ¿Cómo terminé así?

Él dudó y en varias ocasiones miró hacia el suelo o la pared, antes de finalmente comenzar a hablar.

—Anoche Yael salió a atender una llamada y escuchó gritos, al acercarse, vió a un hombre atacando a una chica. —no tenía que ser adivina para saber quién era esa chica. — Claro que él se acercó a ayudar y entonces te vio. Te lo quitó de encima y lo golpeó, pero cuando se acercó para ver cómo estabas, este hombre escapó.

—¿Y los colmillos?

—¿Qué colmillos? — se escuchó preocupado, seguro me creía una loca.

—Antes de desmayarme vi un par de colmillos acercándose a mí. Sé que suena loco, pero te juro que los vi.

—No sé que habrás visto, pero te puedo asegurar que no se nada de unos colmillos. ¿Segura que no lo soñaste?

No lo sabía, podía ser, ya que no recordaba nada. Sin embargo, se sentía tan real.

—Puede ser, estoy tan confundida. — llevé mis manos a mi rostro y lo cubrí. —¿Por qué me habrán atacado? No creo que para robarme, ya que mi bolso lo arrojó a un lado.

El caminó hacia mí y se sentó a mi lado.

—No lo sé cariño, pero me siento responsable.

—¿Por qué?

—Venías a verme, debí estar atento, ir a esperarte o algo.

—No es la primera vez que vengo, no tenías como saberlo y además, estabas ocupado en la barra.

—Brisa, ¿Puedo preguntarte algo?

—Ya lo haces.

—Hablo en serio.

—Pregunta.

—¿Quién es Lucero Acosta? —eso llamó mi atención, ¿Cómo la conocía?

No quería ser mal pensada, pero solo se me ocurría una cosa y era que mi atacante no escapó y que él logro sacarle la verdad. Porque no había otra forma de que conociera el nombre de la harpía de mi ex suegra.

—¿Cómo la conoces?

—Anoche llamó a tu teléfono y respondí. —no le creía, ya que ella no se rebajaría a llamarme.

—Es la madre de Jerry, la bruja de mi ex suegra. Pero no le hagas caso, seguro llamó por lo mismo de siempre, insistir en la boda.

Cada vez me convencía más de que estos golpes en mi cuerpo provenían de ella. Seguro que mi adorado ex novio, no había tardado en correr a las faldas de su madre y contarle que me había encontrado aquí con Luc y la muy desgraciada, se encargo de orquestar todo esto.
Pero esto era el final, si quería guerra, estaba lista para dársela.

Estaba queriendo salir de la relación con un perfil bajo y en buenos términos, pero se acabó, ahora les mostraría quién era en verdad Brisa Pizarro.
Querían una boda, yo les daría una, una verdaderamente inolvidable.


Martinis, amor y ¿Estacas?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora