El Señor Stark.

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Mi nombre es Brook Stones y soy una codiciada stripper de Nueva York. Así es, me gano la vida bailándole a hombres que no conozco de nada. Para muchos puede parecer una locura, pero para mi es lo más normal del mundo y lo que más feliz me hace.

Cuando apenas tenía dieciséis años, me apunté a clases de pole dance, y dos años después el primer club me llamó para que actuase unas horas cada fin de semana. Acepté sin pensar ya que pagan bien y poco a poco me fui haciendo famosa entre los clientes. Era la sensación de aquel entonces. "La jovencita que acaba de llegar"

Pasé un año y medio en ese club, y justo un par de meses antes de que cumpliera los veinte, el club más famoso y prestigioso de Nueva York me hizo una oferta irrechazable. El sueldo era de otro mundo, y las horas de trabajo estaban muy bien repartidas.


Hoy es un nuevo día de trabajo. Si las cosas van bien, podré sacar esta noche aproximadamente tres mil dólares extras. Solamente tengo que hacer un pase en la barra y después me toca dar bailes privados. 

Me preparo el outfit de la noche y emprendo camino hacia el club. Conduzco mi Ferrari por el centro de Nueva York y disfruto de la pequeña brisa que me golpea en la cara. El tráfico no es demasiado pesado y lo agradezco, no me gusta esperar. El semáforo se pone en verde y sigo con mi camino mientras suena "Into you".


Al llegar, mi jefe me recibe tan simpático como siempre, con un abrazo y un par de besos en las mejillas. Le devuelvo el gesto y me informa que en diez minutos tengo que salir a la barra. Asiento con una sonrisa y voy hacia los camerinos para dejar mis cosas.

Me pinto levemente los labios y me miro al espejo durante un par de minutos para mentalizarme de que va a ser un buen día. Me meto en mi personaje, que no me lleva mucho ya que es muy parecido a mí, y salgo a la barra ganándome varios aplausos.

La primera fila está dividida en grupos. Por un lado están los políticos asquerosos que solamente vienen porque tienen dinero y sus mujeres no les satisfacen. En segundo lugar están los jóvenes empresarios con padres ricos que buscan un pasatiempo con el que poder distraerse de los negocios y en tercer lugar está él.

En la misma esquina de siempre descansa su peculiar sonrisa de medio lado. El Señor Stark. El hombre que posee la mayor fortuna neoyorkina es un cliente habitual, se podría decir incluso que es VIP.

Cuando llegué, él ya venía al club. Por ese entonces no sabía nada sobre él. Pero cuando fue pasando el tiempo y me hice amiga íntima de Loki, el dueño, conocí a muchos personajes importantes. Entre ellos, a él.

Ambos conectamos muy bien, y debido a eso, para la segunda semana de conocernos ya nos hicimos amigos. Desde entonces, siempre que viene, pide un baile privado conmigo.


Hago un par de pasos en la barra y le dedico mi mejor sonrisa. Él se hace el desinteresado pero lanza un fajo de billetes a mi lado. Le guiño un ojo y me enfoco en el resto de hombres que hay. Muevo mis caderas con sensualidad mientras veo a un niño de papá y este se pone nervioso. Lo miro victoriosa y mientras me giro escucho una pequeña risa que viene de Tony.

Finalmente termino mi show y recojo sensualmente los billetes que están por el suelo tirados. Me despido lanzando un beso a los clientes y cruzo la pasarela como si fuera un ángel de Victoria 's Secret, que perfectamente podría ser.

Entro en el camerino y guardo los billetes en la caja fuerte. Reviso mis redes sociales rápidamente y salgo de nuevo para cumplir con mi jornada. Me pavoneo por delante de los jóvenes y uno de ellos me pide un baile privado. Lo miro sensualmente y seguido giro la cabeza para encontrarme con los ojos celosos de Stark.

Me encanta verle así, por lo tanto aceptó la petición del chico y me lo llevo detrás de la cortina roja que divide el club. Entramos en la última cabina de todas y le pido que se ponga cómodo en el sofá de terciopelo. Él obedece y observa todos mis movimientos.

No hace falta ser experta para saber que el chico se ha excitado con el baile. De sus pantalones sale una pequeña tienda de campaña que ni siquiera se molesta en ocultar. Me mira mordiéndose el labio y yo ruedo los ojos. Que el chico es guapo es obvio, pero soy stripper, no prostituta. Me despido de él con un beso en la mejilla y ambos abandonamos la zona privada.

Arreglo mi pelo un poco y vuelvo a pasearme. Tony me mira con acecho desde lo lejos y no puedo resistirme a ir hacia él. Tenemos un duelo de miradas mientras me acerco y finalmente termino a su lado. Está celoso, lo puedo notar.

"¿Qué pasa Señor Stark, celoso de un yogurín de veinte años?" Él sonríe y se muerde el labio inferior sensualmente. "Ya te gustaría, cariño" Sus palabras me hacen estremecer. Él siempre tiene la respuesta perfecta para cada situación.

"Entonces si no hay ningún problema, ¿sería tan amable de acompañarme detrás de la cortina, Señor Stark?" Me burlo un poco y él me sigue, como siempre.

Corro la cortina hacia un lado para tapar la cabina y cuando me giro él ya está preparado. "Una semana dura, por lo que veo" "Dura es como me la pones cariño, ven aquí."

Night ClubDonde viven las historias. Descúbrelo ahora