Verde.

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Finalmente llegamos a casa. He insistido en que me deje en la mía pero no ha funcionado. Subimos las escaleras y nada más llegar a la habitación me dejo caer en la cama. Me desprendo de mis zapatos sin usar las manos y me acurruco entre las sábanas.

"¿No vas a quitarte la ropa?" pregunta  mientras desata los botones de su camisa lentamente. Mis ojos se dirigen inmediatamente a su torso desnudo y se me olvida por completo la pregunta que me acaba de hacer.

"Muñeca, ¿todo bien?" vacila y vuelvo al mundo real. Asiento y pido que repita la pregunta. Ríe y lo hace. "Ah, sí, ahora voy." Rápidamente me deshago de la ropa que llevo y vuelvo a meterme entre las sábanas.

Tengo mucho sueño y  estoy muy cansada. No sé cómo él está aguantando tan bien. "¿No estás cansado? Porque yo no me tengo en pie." James me mira y me guiña un ojo. Ambos sabemos que parte de mi cansancio se debe a las distintas rondas de sexo que hemos presenciado.

Tras quedarse únicamente en sus bóxers, me hace compañía en la cama. Me besa la frente y mira hacia el techo como si algo le preocupara. Lo observo sin decir nada, pego mi cabeza a su pecho y lo abrazo.

"Te quiero mucho muñeca" confiesa. Mi corazón se encoge y lo beso al mismo tiempo que un te quiero sale de mis labios.

Ambos caemos dormidos al instante.


Un enorme estruendo me despierta y me asusto levemente. Otra vez hay tormenta. Giro mi cabeza para ver a James pero para mi sorpresa no está. Me pregunto dónde puedo estar pero enseguida veo la nota que ha dejado escrita en la mesilla.

"He salido a correr, muñeca. Tienes el desayuno preparado por si quieres. Te quiero mucho."

La tipografía es perfecta. Tiene una letra desordenada pero entendible. La vuelvo a leer y con una sonrisa de adolescente recién enamorada bajo a la cocina a desayunar.

En la encimera, veo que hay una montaña de tortitas que increíblemente están hechas por él. Me acerco y cojo un par de ellas en un plato. Seguido me siento en el sofá y mientras veo la tele desayuno.

Pasan los minutos y mientras termino el último bocado de tortita, el ascensor se abre. De él aparece James empapado de lluvia. Rápidamente le doy una manta y le riño con la madre que llevo enterrada en mí.

"¿¡Cómo se te ocurre salir a correr con esta lluvia!? ¡Te vas a enfriar!" James se ríe y se acerca para intentar abrazarme. Aunque gracias a mis reflejos evito que su cuerpo mojado toque el mío.

"Que ni se te pase por la cabeza tocarme mientras sigas mojado." Hace un puchero de tristeza pero no cedo. "Entonces ya voy a la ducha. La puerta está abierta por si quieres entrar." Lo miro y ya está sin camiseta y con los pantalones en la mano.

Obviamente quiero acompañarlo, pero soy demasiado orgullosa como para ceder. Ignoro su cuerpo ya que sino mi orgullo se desvanece y vuelvo a la habitación para ponerme ropa de deporte y seguir con mi rutina deportiva de cada mañana.

Mientras termino de hacer la serie de abdominales, escucho la fuerza con la que sale el agua de la ducha. Realmente quiero dejar de hacer ejercicio y entrar ahí, con él. Sacudo mi cabeza para alejar esos pensamientos de mi y sigo a lo mío.


Finalmente termino con mi rutina y descanso unos segundos en el sofá. Estiro los músculos para evitar alguna lesión y entro al baño, que ya está libre.

Me deshago de la ropa y regulo la temperatura de la ducha hasta que está perfecta. Ni muy caliente ni muy fría. Suelto la coleta que llevo puesta y seguido entro a la ducha.

Las primeras gotas caen sobre mi cuerpo y siento que me voy relajando. Después de hacer una dura sesión de deporte no hay nada mejor que una ducha.

Night ClubDonde viven las historias. Descúbrelo ahora