Estamos Jodidos.

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La nueva localización en la que estamos es una casa alejada en uno de los barrios más protegidos de Roma. Gracias a los contactos de la hermana de James, hemos conseguido que nos la alquilen, además a un buen precio.

"Muñeca, ¿qué tal si nos damos una baño?" Sus ojos brillan mientras pregunta y obviamente no me puedo resistir. Lo acompaño hasta el baño y ambos nos quitamos la ropa.

La primera en meter el pie en la bañera soy yo. El agua está en la perfecta temperatura. Las sales se disuelven poco a poco y van tiñendo el agua de color rojo intenso. "Vamos, entra."

James hace lo propio y entra. Al principio se queja de que el agua está demasiado caliente pero después se acostumbra. Decide colocarse detrás de mí con las piernas estiradas y sus brazos rodeando mi cintura.

"Te recuerdo que no estamos solos en la casa. El resto también vive aquí." Es cierto, Sam, Steve, Nat y Wanda también están alojados con nosotros. "Tienes razón pero este baño es únicamente nuestro, nadie más va a entrar."

Es verdad. Nadie tiene por qué entrar aquí, así que tenemos carta blanca para hacer lo que nos plazca cuando queramos sin miedo a interrupciones indeseadas.

Sus manos recorren mi cintura y terminan burlándose de mis pezones, que desde que he entrado son sensibles. Echo la cabeza hacia atrás y suelto un gemido de placer puro. James continúa moviendo las manos, aunque esta vez con un ritmo más lento.

Poco a poco voy sintiendo que se endurece, su miembro ya está rozando mi espalda baja. Me junto más a su cuerpo y me gano un gruñido de su parte. "Siéntate en mi regazo" demanda y acepto.

Con cuidado, me doy la vuelta y me subo a su regazo. Nuestras partes íntimas se están tocando pero por el momento no se ha hundido en mí. Aunque conociéndolo, poco va a tardar.

Sus ojos no se separan de mi boca, al igual que sus manos no sueltan mis pechos. "Vamos James... no sé si voy a aguantar mucho más sin sentirte dentro..." Realmente lo necesito. Después de todas las cosas que han pasado en el día, necesito dejar la tensión atrás.

Con la ayuda de una de sus manos levanta mi cuerpo y con la otra aliña su polla con mi centro. Dejo caer mi cuerpo sobre sus piernas y enseguida me corroe el placer. Ahora estoy al mando del ritmo que vamos a seguir.

Al principio, empiezo suave, disfrutando de los movimientos y acostumbrándome al tamaño. Después decido seguir con un poco más de intensidad, pero no demasiada. Quiero que sufra al igual que yo lo hago cuando él decide ir lento.

"Muñeca estás jugando con fuego" advierte pero no me importa. Estando yo encima, el control es completamente mío. "Igual quiero quemarme, señor Barnes." Hacía mucho tiempo que no lo llamaba de esa forma.

Su miembro se endurece más todavía y comienza a palpitar dentro de mí. Las pulsaciones se sienten tan bien... "Oh señor Barnes... No sabe lo que provoca en mí" digo. Obviamente lo sabe, pero cuanto más alto tenga el ego mejores son los polvos.

Decido acelerar los movimientos y darle una perfecta vista de mis pechos rebotando. Él sigue el movimiento con los ojos y de vez en cuando se muerde el labio. Quiero hacerlo sufrir, quiero que ruegue por mí.

Sin decir nada, me levanto y lo miro desde arriba. Él se pregunta qué hago pero no le dejo terminar la frase ya que lo agarro del pelo y le conduzco la cabeza hasta mi centro. "Ganate que te haga correrte hoy."

Sus ojos se oscurecen y obedece. Su lengua lame mis pliegues una y otra vez sacando varios gemidos directamente de mi garganta. "Sigue así señor Barnes..."

Mis manos presionan más fuerte su cabeza contra mi entrepierna y siento que mi orgasmo se va acercando. Llegados a este punto, mis jugos mezclados con su saliva resbalan por el interior de mis muslos.

Night ClubDonde viven las historias. Descúbrelo ahora