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Era ese mismo lugar en el que se habían conocido un año atrás. Era de tamaño mediano, no llegaban demasiadas personas a diario y tenía un enorme ventanal que dejaba entrar mucha más luz de lo que era sano para los ojos.
Yoongi pensaba que todas las mejores historias sucedían en las cafeterías y durante los primeros dos años en los que iba allí siempre creyó que una de esas grandes historias le sucedería a él si seguía yendo.
Conoció a Seokjin en esa cafetería, así que por siempre pensaría que él era su gran historia, la que tenía que sucederle a él y solo a él.
Habían dejado de ir a diario, sin embargo, porque a veces iban juntos al museo, a la feria, al apartamento de Seokjin, a la plaza, a la universidad. Sin embargo, cada viernes por la tarde se encontraban en la cafetería, y Seokjin se sentaba en la misma mesa que había ocupado Yoongi durante ya tres años mientras lo esperaba.
Llegaba antes, había aprendido a ser puntual porque le gustaba esperar a Yoongi, le gustaba la sensación que generaba en su pecho el verlo empujar la entrada y mirar a todas partes como si no supiera que Seokjin ya estaría allí, mirándolo de lejos, en el mismo lugar de siempre.
A veces Yoongi se olvidaba, porque solía olvidar las cosas importantes, de que Seokjin, de hecho, lo amaba. Lo amaba con la intensidad con la que sólo puedes amar una vez en tu vida. Entonces siempre era gracioso ver la expresión de sorpresa en el rostro de Yoongi, que parecía que simplemente no esperaba que Seokjin estuviese allí.
Yoongi se veía especialmente atractivo los viernes, vestía gabardina, camisa, pantalón de tela, zapatos de cuero. Se peinaba. Se ponía sus argollas más bonitas, las que le había regalado Seokjin, que tenían una pequeña perla de turmalina. Caminaba recto y siempre saludaba a Seokjin formalmente, como los compañeros de trabajo.
Seokjin siempre respondía —Hola, novio.
Y Yoongi rodaba los ojos en su vergüenza porque siempre era el que más se esforzaba en seguir su juego de compañeros de oficina que se encontraban los viernes por la tarde y fingían que no se conocían. Entonces coquetearían como si fuese la primera vez.
Incluso el barista se sabía su libreto, pero Seokjin simplemente no podía dejárselo fácil.
Comenzaron su juego de un desconocido entró a un bar después del tercer o cuarto intento fallido de Yoongi por confesarse. No era como si lo necesitaran porque técnicamente podrían casarse y adoptar en cualquier momento, pero Seokjin sabía que para Yoongi no serían pareja hasta que él estuviese listo para ese paso.
Así que se les había ocurrido una manera de hacer que Yoongi se sintiese un poco más cómodo con la idea de decir sus sentimientos en voz alta y ocurría cada viernes a las 3 de la tarde en el café donde se habían conocido.
Se conocían de nuevo y se enamoraban de nuevo, y cada viernes, entonces, Yoongi inventaba una nueva manera de decir me gustas, te quiero, sin realmente tener que decirlo.
—Sé serio, o entraré y comenzaré de nuevo.
—No lo harás. Ven, ven, siéntate. Hoy me siento especialmente feliz de verte.
Por supuesto que estaba feliz de verlo, por supuesto que Yoongi estaba todavía más feliz de verlo también. Era principalmente la razón por la que se había esforzado tanto en verse bien.
De hecho, ese viernes era su especie de aniversario simbólico. O algo por el estilo.
Yoongi sabía que Seokjin también lo sabía. Se notaba en cómo su rostro se había iluminado cuando lo vio y por lo hermoso, lo impresionantemente hermoso que se veía.
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Blow drying your beloved's hair and other extreme romance moves | M.YG - K. SJ
Hayran KurguRecopilación del #flufftober 2021 por #EsDeFanfics en Facebook