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DEJAR ATRÁS EL PASADO

— ¡Mierda! —Se quejó cuando se hizo evidente que no tenía fuerzas para abrirlo. A su cuñado le había resultado sencillo, pero él era, simplemente, incapaz. — Si no es mucha molestia, ¿te importaría volver a descorrer el cerrojo? —solicitó irónico, sin molestarse en volverse hacia él.

—No.

— ¡No! —Se giró enfadado. — ¡¿Por qué no?!

—Tenemos que hablar —dijo Jimin a modo de explicación.

— ¿Aquí? —Preguntó Yoongi, estupefacto al ver que Jimin se estaba quitando los calcetines sentado sobre la taza del inodoro. — ¿Ahora?

—Sí.

—Pero, ¿tú eres tonto o te haces? — Jimin no respondió, se limitó a levantarse y comenzar a aflojarse el cinturón.

— ¿Se puede saber qué haces? —preguntó, más indignado que confuso.

—Tengo calor.

— ¡Toma, y yo! Y aun así no me estoy desnudando.

—Ya estás desnudo —comentó Jimin mirándolo lentamente de arriba a abajo.

—Jimin —dijo Yoongi tan calmado como le fue posible, — déjate de estupideces y abre la puerta.

—No. Tenemos que hablar.

— ¿No puede ser en otro momento y lugar más... adecuados?

—No. Me evitas continuamente. Cada vez que intento hablar contigo, sales corriendo.

—Yo nunca salgo corriendo; encuentro cosas más interesantes que hacer —comentó Yoongi apoyándose en la puerta, cruzando los brazos a la altura del pecho y un tobillo sobre el otro.

Jimin lo miró hambriento. Estaba seguro de que Yoongi no tenía ni idea, pero en esa postura la toalla rosa que antes apenas le tapaba, se había subido hasta el principio de sus muslos y, por si fuera poco, al cruzar las piernas se había abierto, mostrando en su piel lechosa una insinuante protuberancia que no era otra cosa que el hueso de la cadera. Tragó saliva a la vez que, sin ser consciente de ello, se desabrochaba el primer botón del pantalón. El calor del cuarto de baño había aumentado de repente varios grados, tornándose abrasador.

Yoongi observó embelesado como una gota de sudor descendía por la nuez de Adán de su cuñado hasta quedar alojada en el hueco de su clavícula, dejando a su paso una línea blanca sobre su piel polvorienta. Se fijó sin poder evitarlo en su bíceps ondulante cuando éste se cruzó sobre su estómago y su mano cayó sobre la cinturilla de los vaqueros. Se quedó casi hipnotizado cuando retiró los dedos y pudo ver una sombra de vello oscuro y rizado asomar por la bragueta entreabierta. Salió del trance al percatarse de que la bragueta no se abría sólo por la falta del botón, sino que más bien era debido a cierta protuberancia que se tensaba contra ella.

— ¡Te has empalmado! —exclamó alucinado con voz ronca. Él mismo se notaba demasiado acalorado.

—Sí —contestó él mirando con el ceño fruncido el bulto prominente de su pene erecto.

— ¿Para esto me has dejado aquí encerrado? ¿De esto es de lo que querías hablar? —Se calló de golpe, indignado consigo mismo por sonar tan... mojigato. Parecía una virgen de telenovela.

—No. Esto —dijo señalando el bulto de su pantalón, — es un efecto colateral. Podría decirse que mis sentidos se han exaltado al verte medio desnudo.

— ¡No estoy medio desnudo! —contestó, justo antes de bajar la mirada y ver que sí lo estaba. Dio un gritito demasiado cursi para su gusto y se recolocó la toalla todo lo que pudo para quedar más tapado.

Sueños Ardientes De VeranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora