UF, TONTERÍAS DE VIEJOS
Yoongi intentó disfrutar de sus últimos días de vacaciones, lo intentó de veras.
Acudió cada día a la Soledad, charló con sus amigos, bailó la Conga en las fiestas e incluso acudió a un par de meriendas campestres; se bañó en el río, jugó al tute con los abuelos, ganó al póquer a los más jóvenes e incluso se sentó en el círculo de abuelas y fingió sorprenderse cuando el cotilleo así lo requirió. Pero no disfrutó.
En absoluto.
Con la temporada de la breva terminada, no hizo falta que Jimin pasara a buscar a Hoseok a la casa del abuelo ni que él lo siguiera en el coche hasta la cooperativa. Su cuñado tampoco se molestó en acudir a las meriendas ni a las fiestas ni mucho menos a tomar una cerveza al kiosco. Simplemente desapareció del mapa.
Todo o nada.
Yoongi había elegido «nada» y Jimin lo había llevado a sus más extremas consecuencias.
Le echaba tremendamente de menos. A los dos...
Le faltaba el ingenio, las réplicas y las burlas de su cuñado; su risa rápida y las miradas de refilón. Le faltaba su presencia. A todas horas. Cada segundo del día.
Echaba de menos los brazos del desconocido, la sensación de sentirse seguro y protegido, sus caricias inocentes y no tan inocentes, la manera en que le susurraba al oído, el cosquilleo en el estómago; el deseo de verle, tocarle, sentirle... Le echaba tanto de menos que le dolía pensar en él.
En ellos.
Yoongi acabó por convencerse de que Jimin era como una gripe. Lo había atacado sin previo aviso y sin compasión haciéndolo enfermar, aturdiéndolo, llenándolo de escalofríos y sudores. Y cuando se alejó y él comenzó a curarse, la debilidad, la tristeza, y la soledad llenaron el vacío que había dejado. Por tanto, sólo necesitaba descansar, tomarse las cosas con calma y volver a la rutina. Sólo eso. Nada más.
El sábado se levantó perezoso, holgazaneó durante toda la mañana, dejó la ropa olvidada durante horas sobre la cama y, por fin, hizo la maleta. Recogió el cuarto, más pendiente de si la puerta se abría y le oía subir las escaleras que de cerciorarse de no olvidar nada. A las nueve de la tarde decidió que si esperaba un minuto más se le haría de noche en la carretera. Bajó la maleta dando traspiés, se despidió cariñosamente de Hoseok y su suegro, y salió a la calle. Miró por el rabillo del ojo a izquierda y derecha. No vio a quien quería ver. Arrancó el coche y regresó a su vida en Madrid.
Si hubiera mirado hacia la terraza de una casa situada unos metros por encima de la de su suegro, hubiera visto a un hombre apesadumbrado, de mirada triste y furiosa a la vez, observándolo atentamente; grabando en sus retinas cada uno de sus gestos. Un hombre que había pasado cada segundo de ese día asomado a aquella terraza, temiendo que hiciera lo que acababa de hacer en ese instante: irse sin mirar atrás.
—Ya se ha ido. Entra y tómate un poco de mi orujo, te vendrá bien —le aconsejó su tío.
Eli observó cómo el coche de Yoongi desparecía tras una curva. Frunció el ceño y negó con la cabeza, no tenía ni la menor idea de lo que había pasado. Yoongi no había abierto la boca sobre el tema y Jimin ni siquiera había aparecido por el pueblo hasta esa misma mañana, pero le daba la ligera impresión de que las cosas no andaban muy bien.
No podían marchar bien cuando, cinco días atrás, su yerno había aparecido a las tantas de la noche, con los ojos encharcados en lágrimas, asegurando con una sonrisa forzada en los labios que al final lo del trabajo no era tan importante y que pensaba quedarse en el pueblo para pasar los «mejores cinco días de vacaciones de su vida...»
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Sueños Ardientes De Verano
FanfictionAdéntrate a esos días de verano en una solitaria cabaña en medio de la nada... JIMSU MPREG