36 FINAL

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TANTOS AÑOS PERDIDOS ENESTÉRILES ESPERANZAS...

Viernes, 1 de octubre.

—Esto está durando demasiado —le dijo Jimin a Negro. Éste resopló, dándole la razón. — Voy a tener que hacer algo... —Negro relinchó y apretó la testa contra el pecho del hombre. — Pero no sé exactamente qué —confesó, suspirando.

Se apoyó en el cercado y miró al cielo. Las nubes bajas y oscuras amenazaban con colarse entre las montañas que rodeaban el valle. Sería una semana lluviosa. Acabó dé colocar la silla de montar y se aseguró de que las cintas estuvieran bien ceñidas, luego se subió de un salto sobre la montura y con un golpe de talón lo instó a ponerse en marcha. Su cabeza estaba igual de nublada que el cielo. Una buena cabalgada quizá consiguiera aclararle las ideas.

El instituto había comenzado hacía dos semanas. Durante todo el invierno Hoseok viviría con él y Yoongi los visitaría puntualmente cada fin de semana. Se inclinó sobre el lomo del semental y apretó los ijares con las rodillas. El caballo obedeció las instrucciones y comenzó a galopar tan rápido como el viento.

La recogida del higo había terminado hacía pocos días y aunque se dedicaba en cuerpo y alma a las tierras y a la rehabilitación de la ludoteca, aún le sobraba demasiado tiempo para pensar en qué coño había fallado.

En ese último mes Yoongi se había mostrado... ausente.

Se pasaba las horas muertas sentado en el porche de la casa, con la vista perdida en el horizonte sin hacer nada más que suspirar. En La Soledad había momentos en que miraba el castillo y sus ojos perdían todo el brillo. En casa permanecía absorto observando el paisaje más allá de los cristales de la ventana. Era como si estuviera en su propio mundo, intentando decidir qué hacer.

Ausente.

Seguía emocionándose con la guardería, se entusiasmaba con cada nuevo mueble recibido, con cada paquete de libros que llegaba de las bibliotecas municipales. Se implicaba totalmente en el proyecto, pero cuando él le comentaba que el puesto de maestro y director seguía vacío, él se limitaba a sonreír y a decirle que no se preocupara, que en cuanto la ludoteca estuviera terminada habría cientos de personas interesadas en el trabajo. Y Yoongi no era ingenuo, por tanto no era que no pillara la indirecta, era que no quería pillarla.

Cada fin de semana se interesaba por los estudios de Hoseok, por su adaptación al nuevo instituto. Se pasaban horas hablando sentados en los confortables sillones del comedor, pero cada domingo, cuando Hoseok le preguntaba si se quedaba con ellos, la respuesta siempre era la misma: «hoy no» y Jimin se estaba cansando del hoy no.

Hacían el amor cada noche, incluso se habían escapado un par de sábados a la cabaña para jugar un poco, pero él no se quedaba más allá del domingo y eso, era inaceptable.

No podían continuar así. No podía soportarlo más. Tensó las riendas de Negro indicándole que era hora de regresar a casa.

Yoongi, sentado sobre los escalones del porche de la vivienda de Jimin, contemplaba absorto el horizonte; aún no era mediodía. Hoseok estaría en clase, Eli comprando o paseando por el pueblo y Jimin habría salido a revisar sus tierras. No había nadie en la casa y él lo prefería así, por eso había adelantado su llegada. Necesitaba estar solo, disponer del tiempo suficiente para relajarse y tomar conciencia de lo que estaba haciendo, del paso que estaba a punto de dar.

No. Del paso que ya había dado. Esperaba estar haciendo lo correcto.

Levantó la vista al cielo. Nubes oscuras se arrastraban sobre las montañas que rodeaban el valle. Miró a su alrededor, jamás imaginó que el otoño pudiera ser tan hermoso. Los pinos y encimas que se erguían imponentes sobre las laderas de los montes mantenían sus copas vestidas con hojas lustrosas y brillantes mientras que los chopos y álamos de la Soledad se desnudaban sin vergüenza ante los ojos de los niños que jugaban en el parque al salir de la escuela.

Sueños Ardientes De VeranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora