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EL JUEGO ACABA AQUÍ Y AHORA

Con pasos decididos se dirigió hacia la mesa y la corrió hasta ubicarla tal y como quería, colocó sobre ella el pequeño y potente foco que había comprado y se sentó en la silla. Yoongi se mordió los labios esperando el próximo movimiento del desconocido. De repente una fuerte luz cayó de lleno sobre su cara, tornando la oscuridad que veían sus ojos en blanca claridad.

—Quítate la máscara —ordenó él.

— ¿Qué...?

—Hazlo.

Yoongi deslizó sus manos por las cintas de cuero hasta llegar al lazo que las unía, lo soltó tras titubear un segundo y cerró los ojos. La máscara de cuero quedó colgando entre sus dedos.

—Abre los ojos —susurró él. Yoongi así lo hizo. Miró frente a él, la luz resplandeció contra su retina hiriéndolo y obligándole a bajar los párpados.

— ¡¿Qué es eso?!

—No mires al frente —avisó él demasiado tarde.

— ¡¿Y me lo dices ahora?!

—Lo siento. —Se disculpó él entre risas. — Abre los ojos lentamente y mira hacia tu regazo —matizó.

Yoongi lo hizo, aunque con bastantes reservas. Se vio a sí mismo, su cuerpo reposaba lánguido sobre la mecedora, sus piernas abiertas, su sexo totalmente visible, sus pezones erectos.

—Mírame —ordenó él.

Yoongi levantó la vista tímidamente, la fuente de luz estaba situada sobre la mesa, inclinada a la altura de la cara de él, cubriendo sus rasgos con un fuerte resplandor que le impedía observarlos, pero que solamente ocultaba su rostro mientras iluminaba el resto de su cuerpo.

Y tenía un cuerpo magnifico.

La garganta de Yoongi se secó ante la visión del hombre situado frente a él.

Estaba sentado sobre una silla de madera, totalmente desnudo, su cuerpo tan lánguido como el de él mismo. Tenía el trasero sobre el borde de la silla, la espalda apoyada en el respaldo, haciendo que en su abdomen relajado se marcaran unos tenues abdominales. Las piernas abiertas mostraban sin prejuicios el escroto oscuro y suave que ocultaba sus testículos tensos y el nido de rizos de su ingle sobre el que se alzaba orgulloso su pene erecto. Detuvo su mirada en él y éste aumentó, impaciente y lujurioso.

Yoongi sintió como su pene palpitaba y se tensaba a la vez que su glande se humedecía en respuesta al tamaño y grosor del pene que no podía dejar de observar. Excitado, subió la mirada hacia la cara del desconocido, anhelando comprobar si su expresión revelaba el mismo deseo que, estaba seguro, mostraba su propio rostro.

La luz lo deslumbró de nuevo.

—No lo hagas. No intentes mirarme a la cara, sólo conseguirás deslumbrarte. —Yoongi asintió con la boca seca, deseando tocarle pero sin atreverse. Jamás le había visto tan de cerca. — ¿Te gusta mirarme? —preguntó. Yoongi asintió de nuevo con la cabeza, no le salían las palabras. Miró de nuevo su pene erecto, sus piernas separadas, sus pies descalzos... Al lado del izquierdo, olvidada sobre el suelo, yacía la fusta.

El hombre miró al bello ser que tenía ante sí, excitado, impaciente; por él. Sólo por él. Recordó el momento exacto en que lo vio en la ducha, desnudo, acariciándose el pubis y su pene se movió impaciente.

—Sólo hay dos reglas —explicó. — No puedes separar tu espalda del respaldo de la mecedora y debes obedecer cada orden que te dé.

— ¿También rigen para ti? —preguntó Yoongi armándose de valor.

Sueños Ardientes De VeranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora