UNA PESADILLA, MAÑANA SERÁOTRO DÍA
Cuando Yoongi consiguió llegar al kiosco, tras unas cuantas paradas para recuperar el aliento e intentar calmar la excitación que le producía caminar, la orquesta ya estaba sobre el escenario. No los podía ver desde allí, pero los acordes de los instrumentos y la voz chillona de la cantante resonaban en el parque y, por si eso no fuera suficiente, había parejitas, de mayor o menor edad, bailando cada dos o tres metros.
Por supuesto, la mayor aglomeración de personas se daba en la pista de baile frente al escenario, pero a la gente le importaba poco el lugar en el que estaban si les apetecía bailar, y así fue como tuvo que esquivar a un corrillo de niños saltando al lado del tobogán, a una pareja de ancianos bailando muy agarrados un paso doble en mitad del camino y, unos minutos después, a un grupo de adolescentes agarrados unos a otros bailando animadamente frente a la barra del kiosco.
Cuando llegó al kiosco intentó sentarse en el murete con sus amigos, pero fue incapaz. En el momento en que su trasero toco la piedra, las bolas chinas se movieron en su interior haciendo que estuviera a punto de retorcerse de placer.
Se levantó de golpe y sonrió a sus extrañados compañeros, que lo miraban como si estuviera enfermo.
Jimin cabeceó complacido al verlo saltar. No había estado muy seguro de que las bolas funcionaran tal y como le explicó la dependienta del sex shop, pero al ver que Yoongi tardaba más de media hora en recuperarse y, sobre todo, tras ver su cara, no le cupo la menor duda. Tenía el rostro sonrosado, como si tuviera mucho, muchísimo calor; no cesaba de lamerse los labios, incluso mordérselos. Se mostraba inquieto, se acariciaba el estómago para al segundo después frotarse los bazos. Sus píes no dejaban de danzar, daban un paso adelante, luego otro atrás, incapaz de quedarse quieto. Tragaba saliva con rapidez, un hilo de sudor brillaba en su rostro y descendía por su cuello. Cuando la camisa se le pegaba al cuerpo, los pezones se marcaban duros y erguidos a través de esta y un pequeño bulto se insinuaba en su apretado short. Esto último no le gustó nada a Jimin, todo el mundo podía verlo, de hecho todos sus amigos lo miraban intentando disimular.
«Yoongi es mío» quiso decirles, pero no hacía falta, había quedado sobradamente demostrado el día anterior. Con una mueca depredadora en los labios, caminó decidido hasta el grupo.
—Hola. —Saludó colocándose al lado de su hombre y pasando un brazo por su cintura.
—Adiós —contestó Yoongi, soltándose y alejándose de él para situarse unos cuantos cuerpos más allá, arropado entre dos amigas que sonrieron satisfechas. Los hombres arquearon las cejas y miraron a Jimin burlones, las mujeres alzaron la barbilla orgullosas y asintieron.
«Bueno —pensó él, — nada fuera de lo normal». Había asistido muchas veces a ese tipo de escenas entre sus camaradas solteros, ahora casados, y lo cierto era que aunque hasta el día anterior le había parecido una estupidez todo el tema de la Fuente Nueva, ahora lo veía con otros ojos. Por lo pronto, ninguno de sus amigos intentó bailar con Yoongi. De hecho, entre todos ellos habían formado un círculo alrededor de él, impidiendo que hombres ajenos al pueblo se aceraran al «coto privado de caza». Las tradiciones tenían su lado bueno.
Yoongi aguantó como buenamente pudo. Los zapatos le estaban machacando los pies, pero no se atrevía a sentarse otra vez, estaba seguro de que no podría evitar jadear. Por mucho que intentara quedarse quieto, su cuerpo parecía tener otras intenciones y no paraba de dar pasitos adelante y atrás, haciendo que las bolas se movieran en su interior. Sentía los testículos pesados e hinchados, el pene palpitante y los pezones duros como piedras. Bueno, estos no los sentía, los veía claramente y no podía hacer nada para evitarlo. Era una verdadera tortura. Una tortura excitante, sobrecogedora e inigualable. Apenas prestaba atención a la conversación que se desarrollaba a su alrededor, pero no podía dejar de mirar a Jimin, de sentir sus ojos clavados en él, devorándolo. Miró el reloj de su muñeca, solo faltaba media hora para los fuegos artificiales. Si quería desaparecer disimuladamente, tenía que ponerse a ello ya mismo, porque le daba la impresión de que Jimin estaba dispuesto a no perderlo de vista. De hecho su mirada no era difícil de interpretar; decía, alto y claro, que lo seguiría hasta el fin del mundo... y mas allá.
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Sueños Ardientes De Verano
FanfictionAdéntrate a esos días de verano en una solitaria cabaña en medio de la nada... JIMSU MPREG