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UNA ÚLTIMA VEZ...

El sol del medio día taladró los parpados cerrados de Yoongi, alguien estaba levantando las persianas de su habitación. Parpadeó confuso. Había pasado toda la noche dando vueltas en la cama; pensando, llorando y golpeando la almohada enrarecido. La última vez que miró por la ventana estaba amaneciendo.

—Hijo, es casi la una. Me parece que ya es hora de que te despiertes —comentó su suegro mirándolo cariñosamente. Sabía por Hoseok que Yoongi no había pasado buena noche o que quizá la había pasado demasiado buena y ahora estaba pagando por ello, igual que su nieto, que en esos momentos estaba en la cocina tomando café para intentar quitarse la resaca de encima.

Yoongi miró a su suegro con los ojos entornados. Eli se sobresaltó al ver que los tenía enrojecidos y que en sus mejillas había rastros de delineador, como si hubiera estado llorando.

—Gi, hijo. ¿Qué ha pasado? —preguntó preocupado, sentándose en la cama y acariciándole la frente.

— ¿Jimin tiene alguna cabaña en un claro en medio del bosque? —preguntó sin molestarse en responder.

— ¿Eh? Sí, en La Luz.

—En La Luz... —Yoongi recordó. — El sitio ése de dónde sacó los arbustos para su casa.

—Sí.

—Y, ¿al lado de la cabaña hay un cercado para caballos?

—Sí. Allí es donde junta a Negro, ejem —carraspeó Eli, — su semental, con las yeguas.

— ¿La cabaña es de madera y tiene pocos muebles, una mesa, un par de sillas, una cama y... una preciosa mecedora en el porche, igual que la de tu habitación? —fue detallando Yoongi a la vez que se levantaba de la cama y empezaba a hurgar en sus cajones en busca de ropa.

—Eh... sí —asintió su suegro aturdido.

—Yoongi, ¿cómo sabes todo eso? Nunca has ido allí —preguntó Hoseok, entrando en la habitación.

— ¿No? —inquirió Yoongi, sin saber bien qué contestar a su baby.

—No. Tío Jimin lleva todo el verano sin dejar que nadie vaya a La Luz, dice que quiere estar solo.

— ¿Ah, sí? Me parece cojonudo, porque no pienso volver a subir allí nunca más —afirmó Yoongi, sin percatarse de las miradas asombradas de su niño y su suegro. — O tal vez no. Tal vez suba una última vez. —Sus ojos destellaron. Estaba enfadado, muy enfadado. — Si no les importa, necesito arreglarme. Voy a salir —dijo echándoles del cuarto sin contemplaciones.

Jimin estaba medio inclinado sobre los asientos traseros del coche. La vieja camiseta yacía abandonada junto a los pies calzados con botas que se apuntalaban en el suelo del establo. Los músculos de su espalda ondulaban brillantes por culpa del sudor mientras los bíceps se marcaban por el esfuerzo.

— ¡Joder! —Siseó entre dientes. — Putas brevas...

Las manchas que las cajas habían dejado en el maletero y el suelo del 4x4 habían salido con facilidad, pero las de los asientos le estaban resultando un hueso duro de roer. Salió por completo del vehículo y estiró la espalda, estaba medio entumido de estar tanto tiempo agachado. Se limpió el sudor de la frente con el brazo y salió afuera para remojarse bajo la bomba del agua. Dejó correr el fresco líquido por la nuca, se lavó las axilas y el pecho, y acabó echándose el cubo por encima de la cabeza. Dos veces. Luego volvió a llenarlo y se dirigió al establo para acabar de limpiar el puñetero 4x4.

Nada más entrar, un relincho de Negro le avisó de que tenía visita. Jimin se giró extrañado, Yoongi jamás había ido tan pronto a la cabaña y sus amigos y familiares sabían de sobra que no quería a nadie rondando por allí. Él mismo se había encargado de dejárselo bien clarito.

Sueños Ardientes De VeranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora