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LO MIRABA Y NO LO RECONOCÍA

A las siete de la tarde regresaron Hoseok y Jimin. Se veía que el muchacho estaba contento y nervioso, excitado. El hombre, por el contrarío, caminaba con pasos lentos y pesados y en su rostro se marcaban profundas ojeras, fruto del cansancio. Sólo deseaba comprobar que Yoongi había descansado y que entre él y su padre habían montando cajas suficientes como para adelantar el trabajo del día siguiente. Les esperaban jornadas muy duras y él, en esos momentos, sólo podía pensar en regresar a la cabaña y esperar a que le visitara.

Apagó el motor del coche y se dirigió a la puerta. Estaba sacando las llaves cuando su sobrino carraspeó incómodo.

— ¿Qué pasa Hoseok?

—Me preguntaba si...

— ¿Si qué?

—Si te apetecería venir a la Soledad con nosotros esta tarde.

— ¿Con nosotros?

—Sí. Voy a decirles a Yoongi y al abuelo que vayan a dar un paseo por el parque. Yo voy a ir con Taehyung.

— ¿Con Taehyung?

—Sip. Ayer lo tiré a la fuente y lo besé.

— ¡Vaya! Al final te decidiste y por lo que veo te fue bien —comentó guiñándole un ojo.

—Sí —Hoseok enrojeció hasta las cejas. — Me gustaría que lo conocieras.

— ¿Conocer a quién? —preguntó Yoongi, que al oír el motor del coche y ver que no entraban, había salido a ver qué pasaba.

—A Taehyung.

— ¿El chico de la fuente?

—Sip... Ahora es mi novio.

—Ah... Eso es... maravilloso —finalizó al ver la mirada satisfecha de su suegro, que también se había acercado a escuchar.

—Sip. Me gustaría que fueran a la Soledad, voy a estar con él toda la tarde.

—Claro que sí. Me encantará conocer a tu... novio.

— ¡No!

— ¿No?

—No pá. No te lo voy a presentar.

— ¿Y cómo quieres que lo conozca?

—De lejos.

Una hora más tarde, Jimin, más cansado que un condenado a galeras, esperaba impaciente a que el camarero de la Cueva se dignara a tomarles nota. Yoongi observaba nada discretamente a su hijo, el cual paseaba agarrado de la mano de un muchacho moreno y alto. Taehyung. Jimin bufo y miró a su padre. Estaba sentado unas mesas más allá, con sus amigotes del tute, y de vez en cuando levantaba la cabeza y arqueaba las cejas como diciéndole «hijo, haz algo» y él respondía con una mirada irritada que venía a significar: «¿Qué coño quieres qué haga? Estoy en mitad del parque. Rodeado de gente.»

—Es muy guapo, ¿no crees? —dijo Yoongi, por enésima vez en media hora. No prestaba atención a nada que no fuera Hoseok. — Pero sigo pensando que son muy jóvenes, no deberían andar tan pronto con estos líos.

Jimin observó sus labios moverse al ritmo de las palabras. Deseaba besarlo en ese mismo instante, devorar su boca y penetrar con la lengua en su húmedo interior. Mordisquearle los labios, lamerle las comisuras y apartar a bocados el pañuelo que llevaba al cuello y ocultaba las marcas que su boca le había hecho la noche anterior. Quería desnudarlo y acariciar su cuerpo, lamer la dureza y humedad que brotaba entre sus piernas al hacer el amor e incitarlo a gritar de placer. Pero estaba en el puñetero parque, rodeado de niños montados en bicicleta, de abuelos jugando al tute y de familias que paseaban ajenas a sus deseos mientras Yoongi no le prestaba ninguna atención, pendiente como estaba de su hijo y su supuesto novio. ¡Mierda!

Sueños Ardientes De VeranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora