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ALGO MÁS QUE CARICIAS YBESOS

Yoongi abrió los ojos. La oscuridad dentro de la cabaña era absoluta. Giró sobre sí mismo hacia la parte del colchón hundida por el peso del hombre y buscó su cuerpo con las manos.

— ¿Quién eres? —suspiró, recorriendo con los dedos el rostro que no podía ver. La pregunta había escapado de sus labios antes de poder contenerla.

— ¿Estás seguro de querer saberlo? —susurró él, sosteniendo con sus manos las de Yoongi, impidiéndole que le recorriese la cara con las yemas... Que intentara averiguar sus rasgos por el tacto.

—Te conozco, lo sé —afirmó. — Estás a mi lado aunque no pueda verte, eres una de las voces que oigo a mi alrededor cada día... ¿Me equivoco?

—No — afirmó estremecido. Yoongi intuía demasiado, se acercaba mucho a la verdad.

Se quedaron en silencio, pegados piel con piel, respiración con respiración. Él, temiendo lo que Yoongi pudiera preguntar. Yoongi, intimidado por lo que él pudiera responder.

El planeta detuvo su deambular por el universo para escuchar atento el silencio entre los dos. Las manecillas del reloj dejaron de girar a la espera de la temida pregunta que provocara el irreversible desenlace.

Ambos en silencio, temblando; aterrados ante la posibilidad de descubrir una verdad que él no se atrevía a desvelar, que Yoongi anhelaba y a la vez temía conocer.

Un suspiro, un parpadeo, de él, de ambos...

Yoongi acercó sus labios hasta posarlos sobre los del hombre. Él cerró los ojos aliviado y lo besó agradecido. No habría más preguntas peligrosas. Recorrieron con los dedos sus cuerpos, tentaron con las lenguas las profundidades de sus bocas, acariciaron con los labios el sabor de su presencia, hasta que las últimas palabras pronunciadas fueron ignoradas.

Cuando se separaron, el mundo volvía a ser el de siempre y las agujas del reloj giraban en el sentido correcto.

La mano fuerte de él resbaló por la suave piel del muslo lechoso. Su pene despertó dispuesto a... lo que fuera. Se acunó contra el pubis buscando un sexo húmedo y suave en el que perderse de nuevo y... Se encontró con un ligero, ligerísimo problema. La mano de Yoongi.

No una mano cariñosa y tierna que lo acariciara, ni una mano salvaje que lo apretara y masturbara hasta el éxtasis. Se encontró con una mano severa y desaprensiva que lo apartó del lugar en el que anhelaba estar y que, no contento con eso, le dio un buen cachete en el trasero.

—Espera...

— ¿A qué? —inquirió molesto.

—Quiero saber.

— ¿Qué quieres saber? —Él se puso de nuevo alerta.

— ¿Dónde está la novia de Negro? —replicó Yoongi, girando hasta quedar reclinado de lado con la cabeza apoyada en una mano.

— ¿La novia de quién? —preguntó él, total e irremediablemente perdido.

—Del caballo negro que tienes en el cercado. ¿No se llama Negro? —indagó Yoongi. No es que le importara demasiado en dónde estuviera la yegua; lo que realmente quería era hablar con él, escuchar su voz, conocerle por algo más que sus caricias y besos.

—Eh... sí... pero no tiene novia —declaró alucinado. ¿De qué narices hablaba ahora?

—La yegua roja que siempre está con él, su novia.

—Ah, Roja.

— ¿Se llama Roja?

—Sí.

—Desde luego, no te comes mucho el coco para poner nombres a los caballos... — murmuró. — ¿Dónde está? No la he visto hoy.

Sueños Ardientes De VeranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora