TE OCULTAS, ENTRE SOMBRASCOBARDES
Jimin permaneció inmóvil cuando Yoongi pasó a su lado y salió de la cabaña. Continuó paralizado cuando oyó sus suaves pisadas crujir sobre las tablas del porche. Escuchó impotente el ruido del motor al arrancar y luego, con dedos temblorosos, se abrochó los botones del pantalón y abandonó la cabaña. No saludó a Negro al pasar junto al cercado ni utilizó la bomba para extraer agua y lavarse, caminó con paso firme y los puños cernidos hasta el establo, cogió la esponja que reposaba en el cubo de agua jabonosa, abrió la puerta del 4x4 y continuó limpiando el coche como si la íntima, salvaje y esclarecedora eternidad que acababa de pasar con Yoongi no hubiera existido nunca.
Frotó la tapicería durante un minuto, dos, quizá tres y arrojó con fuerza la esponja empapada contra las ventanas del coche. Salió dando un gran portazo y tiró el cubo lleno de agua de una tremenda patada, golpeó las paredes del establo, arrancó las bridas y arneses que colgaban de las paredes, pateó las puertas de los dos compartimentos para caballos y, por último, la emprendió a puñetazos contra una inocente bala de paja que aguardaba al invierno en un rincón. Cuando consiguió templar su carácter, abandonó el destrozado establo, impulsó la bomba y sumergió la cabeza bajo el chorro de agua, ante la mirada indiferente de un semental negro como el ébano que mordisqueaba la hierba.
Con la cabeza empapada y el torso brillante por miles de gotitas, se agarró con una mano a la valla y de un solo impulso saltó la barrera del cercado. Se aproximó al caballo, aferró con un puño sus crines y montó sobre él de un salto.
Negro, quizá intuyendo las tumultuosas emociones que surcaban la mente de su dueño, se encabritó, pataleó el aire poniéndose de manos y tomó impulso. Un segundo después, hombre y corcel volaban sobre la valla y se perdían entre los árboles.
Jimin no supo cuánto tiempo estuvo cabalgando hasta que al fin se detuvieron junto a la vera del río. El caballo resopló y hundió el morro en las aguas cristalinas. Jimin le dio una palmada en el lomo y desmontó sin importarle que sus botas se mojaran al hundirse entre las piedras blancas y pulidas. Abandonó la orilla con un par de zancadas, dejando que Negro refrescara sus potentes patas; sabía que su equino amigo no lo abandonaría. Alzó la mirada al infinito, el sol brillaba con fuerza en el cielo. Calculó su posición. No podían ser más de las cinco de la tarde.
—Suficiente —musitó antes de internarse de nuevo en el río, montar sobre Negro y dirigirse trotando a la cabaña.
Hacía más de dos horas que Yoongi se había marchado.
Hacía varios minutos había estado tentado de perseguirlo e impedir que se fuera, pero en el mismo momento que se le pasó por la cabeza supo que no podía hacer eso. No se comportaría como un cabrón arrogante y autoritario. Ni como un animal salvaje dispuesto a todo por conservar a su hombre, aunque eso estaba muy cerca de lo que había pasado esa mañana en la cabaña. No. Había reflexionado largo y tendido durante el paseo a caballo.
Le daría tiempo suficiente de recomponerse, de tranquilizarse, de pensar en todo lo que había sucedido entre ellos durante ese mes. De recordar cada una de sus caricias, de sus besos.
Suficiente.
Esas dos horas eran tiempo suficiente.
Ahora le tocaba a él. Iría por Yoongi. Lo convencería con palabras y actos de que la única manera de ser feliz empezaba por compartir su vida con él. No había otra opción. No le dejaría otra opción. Y eso no era ser un cabrón arrogante y dominante, no. Sólo era ser un hombre enamorado.
El motor del 4x4 rugió al subirse sobre la acera.
Jimin entró decidido en la casa de su padre. Tenía algo que hacer y estaba resuelto a hacerlo. El tenue frescor de la estancia atemperó el calor de sus mejillas, enrojecidas por la cabalgata al aire libre.
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Sueños Ardientes De Verano
FanfictionAdéntrate a esos días de verano en una solitaria cabaña en medio de la nada... JIMSU MPREG