JULIO

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Deberían saber que la noche anterior no pasó absolutamente nada. Tal como dijo A.J. al acabarse la cerveza se fueron las chicas.

Hubo sí algo peculiar: cuando estábamos regresando Jhonny se durmió y nos salimos de la carretera. No pasó nada, pero regresar el auto al camino se nos hizo un poco difícil debido a que se había metido a un banco de arena.

El resto del camino lo hizo A.J., quien resultó siendo un buen conductor. No cabe duda que es una caja de sorpresas.

Recién me levanto, ya es medio día. Bajo a tomar desayuno y Jhonny me mira con cara de muchos enemigos.

–Por fin se despertó la Cenicienta.

Finjo no hacer caso: desde que se salió de la carretera andaba con un humor de perros.

–Llegamos bien, no te estés quejando tanto –dice A.J.

–¿Que no me queje? Casi nos matamos por hacerle caso al juerguero éste. Y encima llegamos dos horas más tarde de lo calculado.

–Oh, huevos fritos –digo, sirviéndome un poco de pan y leche tibia, ignorando al volcán Gutiérrez.

–Nada deberías comer, por tu culpa casi no la contamos.

–No exageres, sabandija: a los más nos empotrábamos contra un algarrobo.

–No lo defiendas –le dice Jhonny a A.J.–: además, la idea también fue tuya. Ya estabas listo cuando yo quería irme al sobre.

–No defiendo a nadie: me limito a decir lo que ocurrió. Además, ¿qué es la vida sin riesgos?

–Papá, mamá: no peleen. Le hacen daño al bebé –dije, señalándome.

El comentario funcionó, porque se pusieron a reír. Luego A.J. se levantó, para traer más huevos fritos.

–Oye, sabandija: no te enojes –le digo, tomando al toro por las astas.

–Ya, bueno. Pero debemos ir más despacio: tiempo para divertirse habrá, y por montones.

–Habla por tí: yo estoy más solo que un peñasco.

Jhonny se quedó mirándome, medio entre dudando y calibrando lo que quería decir.

–¿A qué te refieres, chino?

–A que a mí, la verdad, las oportunidades se me acaban: es como si de repente tratara de conocer nuevas chicas, y no pasa nada. ¿No viste cómo se mandaron mudar las chiquitas éstas?

Nueva duda y calibración:

–Estamos en el mismo barco, sabandija.

–Claro que no –respondo–: tú puedes tomar un avión e irte a buscar a Caricia, o si no siempre te queda la opción de Kat. Sabandija, hay flacas que te quieren, en cambio a mí...

–Yo estoy igual –dice A.J., llegando con un par de huevos fritos más.

–Nada que ver –respondo–: podrías irte mochileando a Paraguay, o quedar con ella en Bolivia o por ahí. Llegado el caso, un par de palabras a Alex y cae redondita. Claro, no al corto plazo.

Ésta vez fue A.J. quien asume el rol de terapeuta:

–¿Y Merrian?

–En Ayacucho –respondo–: me dijo que volvería a formar a Perla Andina, así que empezará a irse de allá para acá.

–¿Y si vas para Ayacucho?

–¿Para qué me iría a Ayacucho? Será para que a la semana se vaya a otro lado, y así mientras yo de zonzo me quedo allí: o me obliga a plomearle los instrumentos, como a la loca de Stephanie.

–No, Merrian no es así –dice Jhonny.

–O quién sabe. Todo se pone en mi contra, porque ahora que empiece el internado no habrá tiempo de socializar. ¿O ustedes creen que de repente va a llegar una loca que haga su mejor esfuerzo para acercarse a mí de la nada, que me obligue a replantearme la vida entera y me ponga en mi sitio?

Jhonny se encoge de hombros y agrega:

–Siempre queda Windy Rutherford.

Sacudo la cabeza para liberarme de la imagen de la cantante.

–Tengo que esperar a que deje al obtuso que tiene por enamorado. Probablemente no ocurra en el corto plazo.

–No es por ser malo –dice A.J.–, pero creo que se la deberías quitar, tanta vaina. ¿No está medio loco? Le harías un gran favor a la china.

–No, si hace eso no estaría bien: mejor esperar a que terminen –replica Jhonny.

–¿Y si nunca ocurre?

–Pues significaría que a Windy le faltan un par de tornillos –comenta–. La verdad el asunto me da cosa.

Me intereso de golpe.

–¿Cómo así? O sea, yo vi a ese sujeto, y pues como que estaba medio ido.

–No lo sé, la verdad. No lo decía por él –admite Jhonny–. Es decir, yo he sabido de ésas cosas porque durante la confirmación nos fuimos a un albergue para víctimas de violencia, como parte de la labor social en nuestra iglesia y vi, bueno. No sé: me alucino que el chico ése le pega a Windy. ¿O acaso ella no es medio ahuevada para actuar?

De repente,lo que debería habernos preocupado, nos pareció algo muy lejano. Y, fiel a nuestro estilo, bromeamos con el asunto.

–Una patada por cada vez que el chino le diga "hola" –dice A.J.

–Chino, alucina que fuera verdad. Un día Windy te dice que su gil le pega. ¿Qué haces?

–Lo mato,la verdad. Le doy una paliza que no le va a dar ganas de verla nunca más.

–Salud por eso –dice A.J., levantando su taza de leche.

Los tres nos reímos, un tanto ruidosamente.

–Pero el escenario es improbable, sabandijas –digo, para ellos y para mí–: Estamos en pleno año de la liberación femenina. Hay locas con el pelo pintado de verde que lanzan proclamas contra los machos, cagan en los parques y pintan parroquias. Hoy un "hombre" le levanta la mano a una mujer y todo el barrio le cae encima. Windy tiene a sus viejos, tiene un hermano mayor, tiene a sus primas.

–Y tiene a ése sujeto cerca –apunta A.J.

–Puede ser, pero equis –Hago un gesto en el aire con la mano, como queriendo borrar algo en el aire–. Más bien, ya me cubrí las espaldas financieras: hablé con Bea por whatsapp: vuelve a chivear y yo la acompañaré.

–Chévere. Pero, ¿y el internado?

–Tendré que hacer el camino inverso: salir del Vaxi en lugar de entrar, todo sin que nadie se dé cuenta.

–Bueno: los chivos por lo general son fines de semana, ¿no?

–Así es, A.J. Pero a veces salen presentaciones los días martes para miércoles. Los miércoles voy a estar hecho un trapo, pero valdrá la pena. Así mi vieja no friega.

Así pasó un día más en la hacienda de Jhonny.

Cinco días después, en los cuales no pasó nada digno de ser mencionado, iniciamos el retorno a Máncora.

Un ensueño de felicidad - Antes de las nueve IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora