JULIO

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–Fea nota lo de Camilla, sabandijas.

Estábamos ya acercándonos a Aucallama en el automóvil de Jhonny: casi durante todo el viaje hasta ahora sólo habíamos hablado de Camilla.

–¿Saben qué? No sé por qué pero presiento que eso va a traer cola. Quizás es un asesino serial –dice Jhonny, mientras nos estacionamos para almorzar.

Ingresamos a una cebichería bien grande. Jhonny pidió una milanesa de pescado con arroz y papas, A.J. por su parte se decantó por el chicharrón de lenguado con cebiche y yo pedí un arroz chaufa de mariscos.

–¿Qué saben de las bandidas, sabandijas? –dije, para quitarle lo lúgubre a la conversación.

–Muy poco –dice A.J.–: Olinda por lo pronto ya está en casa.

–Caricia me dijo que parece ser que su hermano se recupera. Espero y pronto recupere su movilidad.

–Yo de Merrian, nino.

–¿Nino? –me pregunta A.J.

–Ni noticias.

Había sido como si Ayacucho se la hubiera tragado: le escribí muchas veces para molestarla desde ayer, pero no me había respondido ni media palabra.

Así se los hice saber a mis amigos, y finalicé diciendo que mis mensajes ni siquiera habían sido leídos.

–Ni llegaron, vaya.

–Chino, ¿no se te ocurre que tal vez no tiene señal allá en Huamanga?

–Claro que no: no viven en la edad de bronce.

–Entonces no le han llegado. De lo contrario, aunque sea te habría dejado en visto.

Resoplé mientras veía llegar nuestro almuerzo.

–¿Saben una cosa? –dice Jhonny–. Éste año me integraré al periódico estudiantil. ¿Es Alex la que está al mando ahora, verdad?

Alex Figueroa era una muchacha bastante agradable a la vista. De cabello castaño oscuro, ojos rasgados, linda figura: todo eso en un metro setenta y tres de estatura. Para mayores señas era vecina de A.J. y pariente lejana de las Rutherford.

Tenía biotipo oriental, pero no del japonés o coreano sino más cercano al Tailandés o Camboyano.

–Cinta –responde A.J.–, pero lo de periódico ya quedó de lado: Zelaya consiguió lo necesario para implementarlo como radio y central de noticias. Ahora es el CIE.

–¿Y eso viene con comida? –pregunto.

–Casi: son las siglas del Centro de información estudiantil. Lo harán como un programa de TV: si tienen éxito, adquirirán la señal de algún canal en TDT.

–Ah, la modernidad. Bienvenidos al primer mundo, sabandijas.

Bajamos la comida a nuestro modo, charlando. A.J. se separó unos instantes y se dirigió al exterior, para fumar un cigarrillo.

–¿Tienes alguna idea remota de cómo Zelaya piensa conseguir alumnado para éste año? –le pregunto a Jhonny, quien está entretenido viendo como A.J. batalla para hacer que su fósforo no se apague en el vontoso clima de afuera–. Tu viejo debe saber algo, es pata del ministro de educación.

–La verdad no sabe nada, chino. Pero ahorita al Vaxi técnicamente le falta un tercio de gente, y no hay convenios de intercambio. A lo mejor se fusiona.

–Con una escuela de poll dance, espero. Me alucino chicas de una escuela así que de seguro está en la selva. Se vienen para Lima y aprende a bailar en este tub...

Mi celular se suelta a cantar "Digna", uno de mis valses favoritos: era mi nuevo ringtone.

–Ah, caray: número desconocido.

–¿Qué dice?

–Dice: "Oye, atujchay mugroso: éste es mi nuevo número. Tiene plan y ya no creo cambiarlo. Guárdalo. Y de una vez porque tú eres bien distraído. Llegué bien; le conté a Renzucha que eres bien parecido y te quiere conocer: es gay. En cuánto puedas me llamas. Firma tu diosa: Merrian Quispe".

–Y tú ya te estabas haciendo un mundo, "atujchay". ¿Qué significa eso, por cierto?

–Zorro.

No quise extenderme en el "cha", que denota cariño. Ni en la "y", que denota pertenencia: después de todo, mi mente imaginativa estaba conjeturando.

En realidad, era algo así como "mi zorrito".

–Qué buena, ¿eh? Se acordó de tí en una –me dice el Pepón.

Guardo el nuevo número de Merrian, y vuelve a entrar un mensaje de ella misma. Sólo que esta vez eran puros emojis.

Más concretamente, un calendario, un punto rojo, una gota y una cara de ángel.

–Uf –digo, soltando el aire que retenía.

–¿Qué fue?

–No, nada. Que encontró vacante en su universidad.

Le escribí que, si algún día volvíamos a repetir nuestra travesura previa a la navidad, la fiesta sería con gorrito. Y que me presentara a su amigo, para llevarlo a conocer chicas, que a lo mejor se curaba.

–¿De qué me perdí, sabandijas?

–Casi nada: Julio recuperó a su cajatambina.

–Qué bien. Ahora nomás no la pierdas.

–Les paso el número por el grupo, para que no la pierdan también ustedes.

–Celebraríamos con chelas, pero Jhonny debe manejar.

–Yo normal manejo ebrio, sabandija. Pero si nos detiene un oficial, nos fregamos. Vámonos ya, para llegar a Chimbote antes de que llegue la noche y dormir tranquilos.

Avanzamos un trecho, pasando por Huacho, Végueta, Barranca. Mientras tanto íbamos conversando de mi especialidad: usar el internado como hospedaje para parejas:

–El truco es muy sencillo, mis hermanos. Recuerdo a Alondra y les aseguro que es fácil. Hacen entrar a una chica cuando ya sea de noche, mandan a los camachines a dormir en el salón común y empieza el baile.

–¿Pero que acaso las chicas no se quejaban?

Durante el anteaño pasado Alondra, que era una especie de novia mía, me había tomado mucho afecto. Para vernos ingresaba a escondidas al internado del Vaxi, ella les pedía a sus amigas de cuarto (se les conoce como camachines o en su caso camachinas) que pasaran la noche en el salón común y yo me quedaba con ella un par de horas. A veces más.

–Para nada. En el salón común hay colchonetas escondidas debajo del fulbito de mano: siempre hay dos. Y ése salón siempre está muy bien abrigado: si hasta en invierno se siente tibio.

Noto un tanto pensativo a Jhonny.

–¿Qué fue, pepón? ¿Olvidaste algo en Lima?

Se rehace casi de inmediato.

–No, nada. Es solo que creo que nos detendremos en Huarmey para cenar y jatear: más no la hago.

–Secundo la moción –dice A.J.–. Es más, creo que podemos ir a ese chifa que también es telo.

Señaló un edificio de unos tres pisos, mejor iluminado que el resto de casas.

–Ah, ver eso aún me hace sentir en Lima –exclamo.

Un ensueño de felicidad - Antes de las nueve IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora