DOS HISTORIAS, ALGO EXTRAÑO

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En el receso, curiosamente A.J. se quedó solo.

No era algo muy común: por lo general sus grandes amigos se quedaban con él siempre. Ésta vez fue distinto.

Jhonny fue llevado casi a rastras por Kat, debido a que tenían que escribir en sus telepromter lo que dirían en las noticias del fin de semana.

–Lo había olvidado por completo –se defendió Jhonny.

–No me extraña. Vamos de una vez.

Julio, por su parte, había ido a buscar a Windy. La encontró ensayando en un salón vacío, como siempre hacía.

–Hola, Julio. ¿Cómo estás?

–Más o menos. Ayer tuve un encuentro inesperado.

Tomaron el teclado de la computadora.

–Obvia el "buenos días". Vamos de frente a los titulares.

–No me digas que algo más de El caballero de la muerte sonriente.

–Se trata de Cesc.

Windy varió su sonrisa habitual por una mirada de desilusión.

–¿Te escribió?

–No, nada más de nuestro Caballero. Recuerda que debemos escribir lo que opinemos de las noticias. Veamos ésta: instrumentos musicales de préstamo en el Vaxi.

–Deberían mejorarlos, la verdad.

Julio fingió restarle importancia al asunto.

–En realidad me siguió.

–Creo que pensó que nos iríamos juntos.

–¿Por qué? –quiso saber Kat.

–Nunca los has tocado, ¿no? Una escoba con alambre sería mejor.

Paso a paso, Julio le fue contando todo lo que Cesc le había dicho sin exagerar ni media palabra.

–Y eso es todo. Me gustaría saber que opinas.

–Entonces hay que solicitar la renovación de los instrumentos musicales.

–De urgencia. Vamos a la otra noticia: cultura de la limpieza. ¿Por qué los alumnos no cuidan las zonas comunes?

Windy vio cómo Julio caminaba de un extremo a otro del salón.

–Me preocupa.

Evidentemente el chino no se refería a Cesc.

–A mí también me preocupa. Discúlpalo, de verdad. Es que tiene ciertos problemas: yo le he hablado ya. La verdad no es la primera vez que hablamos de éso. La semana pasado tu nombre salió a relucir y pues se enojó mucho: yo puedo dar garantía de eso.

Él sacudió la cabeza.

–No les importa. Pero esa educación viene de casa.

–Claro. ¿Entonces la responsabilidad es de los delegados? Yo creo que no.

–Suscribo: los delegados no son niñeras.

–A mí no me importa ése sujeto: me importas tú. ¿Cómo sé que estás segura al lado de un tipo que si no es un energúmeno es porque aún no le salen todos los números premiados?

La filipina parpadeó un poco. No sabía que decir, pero al final habló:

–Es normal. En realidad es que no nos has visto: a veces discutimos a los gritos, hemos terminado como quince veces. En parte supongo que es mi culpa.

–Con esto ya tenemos. Ahora tengo libre: consecuencias de jalar cursos. ¿Y tú?

–Una estúpida clase de teatro complementario. Nadie se ha aprendido sus líneas, así que iría a perder el tiempo nomas.

–Entonces vamos a pasear un rato. Tal vez podamos encontrar un lugar donde nadie fastidie.

–¿Y te parece sano todo eso que me estás contando?

Windy bajó la mirada. Quizás de alguna manera estaba tratando de mandarle una señal a Julio.

–Voy a hablar con él.

–Segunda vez. ¿La primera no fue suficiente?

–Entonces el nuevo alcalde dijo que no habría presupuesto para la orquesta de guitarras: una verdadera lástima, porque el teniente alcalde me aseguró que si habría el próximo año.

–¿Entonces?

–Me quedaré en el Vaxi un tiempo más. Es lo que hay.

–Te aseguro que no volverás a tener problemas con él. De verdad.

Julio se cruzó de brazos, diciendo:

–Lo estoy pensando mejor. Déjamelo a mí, estoy seguro que puedo lidiar con él. Le hablaré y le diré que no tiene absolutamente nada que temer.

–No, no debes hacer eso.

–Lo siento, Windy: me compro el pleito. Además, él fue el que me buscó. Déjalo en mis manos y te aseguro que todo saldrá bien.

–Ni hablar, Julio. No está en discusión. Yo me encargo, le diré que no se meta más contigo.

–¿Terminarás?

–Sí.

–No puedes.

–Te aseguro que sí.

–Kat, ¿yo te traté muy mal de verdad, no?

La frase la tomó desprevenida. De hecho ni siquiera estaban hablando de éso.

–Jhonny, eso fue hace tiempo. Teníamos quince años.

–La verdad es que recién caigo en la cuenta de que eramos niños.

–Por eso. Ya pasó.

–Voy a tomarte la palabra. De cualquier forma estaré atento. La verdad nunca se sabe cómo será la otra persona. Mejor estar prevenido. Por cierto, sé kung fu: así que por mi seguridad no lo hagas.

–Lo voy a tener en cuenta. Otro cosa: ¿ya lo sabes?

–Orietta.

Windy movió la cabeza de un lado a otro.

–Sandra.

–Windy Sandra –se rió.

Kat se alisó la minifalda que llevaba. Pronto no la usaría más, puesto que el otoño presagiaba un invierno bastante rudo.

–¿Quieres estar conmigo?

La chica pestañeó solo una vez.

–¿Qué?

–Que si quieres estar conmigo. No lo voy a repetir.

–Jhonny: deberías decir "volver", no "estar".

Kat trató de reír, pero estaba demasiado nerviosa como para hacerlo.

–Esa no es una respuesta.

–Igual te queda una oportunidad.

Julio pensó.

–Belinda.

–No. Se acabaron tus oportunidades de hoy.

–Sí, me gustaría volver a ser tu enamorada. Y por supuesto que te aseguro no volver a fallarte.

Se lanzó a los brazos de Jhonny: ya no era más bajo que ella, ya no olía a ésa extraña combinación de galletas y coco, ya no paraba despeinado. Sintió su boca muy cerca de la suya, la estaba besando.

–Seguramente la próxima vez lo adivinaré.

Windy quiso decirle algo más, pero simplemente no pudo.

–Julio –fue lo único que dijo.

Un ensueño de felicidad - Antes de las nueve IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora