JULIO

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¿Has visto como cuando más te alejas de una persona resulta que te empieza a importar más y más?

Bueno, bienvenidos a mi mente.

Ése fin de semana lo iba a aprovechar para poner en orden algunas cosas, puesto que el cuarto que comparto con Javi estaba repleto de papeles.

Casualmente encuentro el bosquejo de la protagonista de mi último manga: "Juliana Ovalle y la hermandad carmesí", que trataba acerca de una huérfana que descubre que es hija de un ángel.

De hecho sólo había bosquejado el rostro. Y muy a mi pesar la había hecho demasiado parecida a Windy.

Casi sin pensarlo, dibujé el resto de su indumentaria: blusa amarilla, pantalones jeans, chaleco negro y botines.

Aclaro que es la indumentaria habitual de Windy, no de Juliana.

Decido que le daré el dibujo: ya es muy poco lo que estoy hablando con ella.

Recuerdo que, el viernes último, al final la encaré. Le dije que así como estaban las cosas lo mejor era que no me juntara con ella y que renunciaría (ahora sí) al conjunto costa.

–Creo que serías muy tonto si lo hicieras.

–O sea que encima me tengo que chantar que me digas tonto.

Ella se rió.

–No lo quise decir así. Es sólo que, pues, no deberías.

–Oye, cualquier cosa que yo haga lo va a tomar a mal.

Ella parecía querer recordar algo:

–¿Sabías que no se llama Cesc? Se hace llamar Cesc, pero se llama de otra forma.

–¿Cómo?

–César Augusto. ¿Te suena conocido?

–Claro que sí: César es mi segundo nombre.

–Te ve hasta en la sopa. Julio, sé que estás preocupado por mí, pero no tienes nada que temer. Cesc no me maltrata ni nada, en serio.

Analicé lo que decía:

–Pero normalmente el asunto de defender al agresor ocurre.

–Créeme que si fuera así ya lo sabrías. No sólo tú, todos. Además...

–¿Además?

–No sé. Creo que tengo algo de miedo. Miedo de cómo reacciona o de lo que vaya a ser de él si me marcho.

–Se supone que eres su enamorada, no su mamá.

Windy se encogió de hombros.

–Lo cierto es que a veces se enoja.

Efectivamente, un día anterior fue ella la que se acercó a mí:

–Tus compatriotas por lo visto son demasiado celosos.

–Yo soy japonés.

Me trajo de vuelta al presente, a ése presente que recordaba:

–Pero en medio de todo es buena persona.

–Windy, mi gran problema es que no puedo sacarte de mi mente, ¿me entiendes? Me preocupas si sé que no estás bien...

–Pero estoy bien. De verdad, Julio. Estoy bien. Y voy a estar bien.

Extrañamente, me tomó de las manos.

–Yo sé que tienes temor de que me haga algo, pero eso no va a ocurrir. Además no quiero que estés preocupado o triste. Julio, te tengo mucho cariño, de verdad.

–Puede ser que haya cosas que sepas tú y yo no. Supongo que buscaré la manera de entenderlas.

El pasillo donde estábamos conversando se encontraba ya desierto. De pronto le solté las manos y me acerqué un poco más a ella.

Apoyé mi frente en la suya.

–Una vez Seishin, es decir mi papá, me dijo que hay flores que perfuman todo a su alrededor. Que hay quienes quieren la flor sólo para ellos y la arrancan y se las llevan. Pero otros la cuidan, la riegan, para no ser los únicos que se beneficien de ella.

–Es verdad –me dijo.

–Windy, ¿conoces al chilalo?

–No –susurró.

–Es un ave que vive en el norte, me refiero al norte del Perú. Canta muy lindo, pero si lo encierras en una jaula deja de cantar y busca la forma de morir. Si quieres escuchar al chilalo, no debes encerrarlo. El chilalo debe ser libre. Creo que te veo como un chilalo, y al final eso es lo que me pasa.

Ella cierra los ojos, y que me cuelguen si no sé en lo que está pensando y esperando. La tomo del mentón y la acerco a mi rostro: no opone la más mínima resistencia.

–Así no –digo, y ella abre los ojos, retrocediendo un poco.

–Julio...

–No puedo construir algo bueno sobre los cimientos de un corazón destrozado, por más horrible que éste me parezca. Ésto que siento se merece algo mejor: por eso no puedo estar maquinando, por eso no puedo dejarme llevar. No le daré jamás el gusto de que divulgue por calles y plazas que todas sus dudas acerca de ti eran ciertas y, por encima de todo eso, no te haré caminar por un sendero como este.

Ella se mantuvo en silencio.

–Éso está bien para gente como yo, o para gente como él: no para gente como tú. Al menos me ayudas a pensar con claridad y a enderezar el rumbo.

Windy callaba.

–Seguro en algún momento, en otra oportunidad podría existir algo. Pero no lo veo posible ahora.

Windy callaba.

–Oye: piensa bien cada paso que des. No quiero verte mal, de verdad.

–Yo tampoco quiero verte mal, Julio. Te prometo que iré con cuidado.

Me di media vuelta, resignado. No tenía sentido luchar una guerra que ella prefería ignorar. No tenía sentido intentar razonar con un corazón que sólo tenía una respuesta.

Termino mi dibujo. Y ahora entiendo lo que me parece es la mejor solución.

No necesito que me quiera, es la verdad. Pero necesito quererla y ver hasta dónde puedo llegar en ésta extraña relación que va en un sólo sentido.

De pronto algo me hace virar hacia mi ventana: al principio pensé que estaba lloviendo, pero era un golpeteo irregular sobre el vidrio.

Desde afuera veo una extraña figura que se me antoja como un pájaro bien grande, muy parecido a un pavo de color negro. Extrañamente me levanto para espantarlo cuando veo que parece tratar de abrir la ventana.

–Dac, dac, dac –le escucho decir.

–Fuera –le grito, saltando hacia el ave.

Solo que ni siquiera llegué hasta el vidrio: caí sentado viendo como el pajarraco se subía al techo.

Tenía los ojos rojos.

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⏰ Última actualización: Feb 10, 2022 ⏰

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Un ensueño de felicidad - Antes de las nueve IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora