Cuarto de secundaria era bastante ameno y agradable, salvo por las trompeaderas con los muchachos de quinto.
Ya había tenido oportunidad A.J. de trompearse, aunque no muchas veces ni muy seguido: siempre perdió, y por lo general Morgana se reía de él y Ximena lo curaba lo mejor que podía.
Una de las amigas de la primera, casualmente, se convirtió en su segunda enamorada: una chica de nombre Gabriela con la cual duró sólo un mes. Y de hecho cuando terminaron el chico no le prestó mucha atención.
Sin embargo, Gabriela había hecho algo por A.J., y es que unos días antes de terminar, estando en casa de ésta, le había mostrado un extraño mazo de cartas.
–Mi tía las usa para leer el futuro –le explicó–: puede ver cosas. Yo he intentado, pero no me sale.
A.J. contempló una de las cartas, que reflejaba a un hombre sobre una carroza.
–¿Y cómo se supone que se hace?
–Me dijo que hay dos formas: una es interpretando el conjunto de cartas y otra tratando de escuchar a la carta. Me dijo que la segunda es más difícil.
–A ver, quiero intentarlo.
Cogió una carta al azar y la observó. Extrañamente sintió que se le venía una idea a la cabeza.
–Oye, ¿cuántos hermanos tienes?
–¿Yo? Uno. ¿Por qué?
–Tienes uno más, recién nacido.
–No puede ser: sólo tengo un hermano mayor.
–Quizás tendrás otro hermanito.
Decidieron dejarlo de lado, pero a los pocos días la madre de Gabriela echó al papá de la casa: éste había confesado que acababa de tener un hijo fuera del matrimonio.
La anécdota no trascendió, precisamente porque coincidió con la ruptura de su relación. Sin embargo, un día que se encontraba jugando naipes con Morgana y sus amigas, de pronto se le ocurrió:
–Yo sé leer cartas: puedo adivinar el futuro.
–Anda, mentiroso. A ver, adivina nuestras notas.
–No pues: eso depende de si estudian o no –dijo, barajando los naipes–: luego les digo que jalarán y se ponen a estudiar para decir que no adivino nada. A ver, pregunta algo.
–Yo, yo –dijo Mercedes–. ¿Voy a tener nuevo enamorado éste año? Si es sí, espero que sea un chico bueno.
A.J. sacó una carta y la miró con atención: no era igual al tarot de la tía de su ex, pero al menos algo decía.
–No. De hecho volverás con tu ex. No el último, el anterior.
El último había sido George.
–¿Con Miguel? Imposible: terminamos súper mal, no hay forma.
–Es más: con él te quedarás.
–Yo, yo, ahora yo –intervino Rosa mientras Mercedes se quedaba pensativa–. ¿Me iré a los Estados Unidos? Desde el año pasado que mi papá dijo que me llevaría.
–Pues la verdad sí, pero va a demorar. El próximo año te irás a Colombia, creo. Y allí vas a terminar el colegio.
–Pero, ¿y los Estados Unidos? –preguntó Rosa, algo desanimada.
–Cinco años, más o menos.
–A ver qué tan acertado eres: ¿cuándo me voy a morir? –inquirió Morgana.
–Míralo tú misma –respondió A.J., tendiéndole el naipe que acababa de tomar y mostrándole el número.
–Es un cuatro de espadas.
–Sí. En cuatro días.
Todos se rieron.
–La verdad no deberías preocuparte por eso: somos jóvenes y quizás nos quedemos unos sesenta años más por aquí.
–Yo no quiero ser vieja –acotó Morgana–. Pero averigua algo cercano: todo lo que has dicho es para que pase en meses o años.
–A ver –dijo A.J., barajando las cartas–. Veamos, ya: alguien va a tener un accidente aquí, en el colegio. No va a ser grave, pero sí de bastante consideración.
–Lo último realmente de consideración fue el embarazo de Mariella, de tercero: ella dijo que fue un accidente.
–Accidente del profesor de historia, que es el padre.
Los chicos se rieron del comentario de Rosa. Una vez hubo tocado el timbre que finalizaba el recreo, A.J. decidió que tal vez había esperado bastante.
Y es que en realidad se le había declarado a Gabriela, hace poco más de un mes, sólo porque estaba herido en su orgullo: Ximena le había dicho que sí a un chico de quinto justo cuando A.J. había planeado pedirle que fueran enamorados. Casualmente ella había terminado con el susodicho hacía unos días y ahora planeaba caerle, aprovechando que estaba vulnerable.
Ya lo tenía todo planificado: tan sólo tendría que llevar su guitarra y cantarle un tema romántico y pedirle que fuera su enamorada.
De hecho llevaba en el estuche de su guitarra un anillo de latón que había comprado a un colega suyo ocasional: un señor que subía a los carros de transporte público para vender joyas de fantasía.
A la salida ambos se fueron a un parque a charlar: después de todo Ximena necesitaba el consejo de su mejor amigo ahora que su relación había finalizado.
–Entonces a ver, léeme el futuro: quiero saber si todo me irá bien.
Compraron una baraja en la librería que colindaba con el parque. Algo intrigado, A.J. comprobó que una baraja nueva "decía" mas cosas que una que ha sido usada para leer o para jugar.
El barajó las cartas, sacó una y curiosamente vio algo que lo asustó. Casi sin pensarlo, habló:
–Tú no estás viviendo sola.
Al principio Ximena titubeó, pero se rehizo casi de inmediato:
–¿Eh? No..., es decir: claro que sí: en villa El Salvador. Por ahora estoy sola, no sé si más adelante viviré con alguna amiga.
A.J. volvió a mirar la reina de tréboles:
–¿Podría ser un fantasma? No sé por qué, pero me imagino algo muy oscuro: como una sombra que se posa sobre tí y...
–¿Voy a volver con Johann? –preguntó ella.
La pregunta, técnicamente, lo noqueó. Estaba tratando de crear el ambiente ideal para declararse y Ximena sólo pensaba en su reciente ex.
De mala gana, tomó una carta: sea lo que sea, le mostró un "sí" rotundo.
–No lo sé –mintió.
–Anda, dime pues.
A.J. volvió a sacar otra carta: idéntico resultado.
–¿Ves el número y el palo?
–Sí: es un cinco de tréboles. ¿Qué tiene que ver?
–Pues que el número impar y el palo indican indecisión –volvió a mentir–. Es un quizás o un tal vez.
–Pero el número anterior era un dos de espadas y dijiste lo mismo –protestó Ximena.
"Maldita sea, no me di cuenta" pensó el chico.
–Es que si te das cuenta en el dos hay una figura en un extremo y la otra en el otro: eso indica separación y pelea.
Ésta vez la mentira le salió mejor porque efectivamente la carta le había dicho eso, además del "sí".
Ximena resopló, evidentemente contrariada.
–Mejor pregunta otra cosa –apuntó A.J.
–Está bien, ya que las cartas parecen que no me quieren ayudar. ¿Voy a ser millonaria?
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Un ensueño de felicidad - Antes de las nueve III
Paranormal¿Existe alguien capaz de acabar consigo mismo con tal de llevar a cabo una venganza largo tiempo esperada? La tranquila vida en la ciudad de Lima se ve seriamente alterada al aparecer un extraño asesino serial, vestido de blanco y con una extraña pr...