UNA CENA PENSATIVA

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A los alumnos se les hizo una revisión somera no bien ingresaron al Vaxi, evidentemente para verificar si tenían algo que ver con el infame cartel.

–Eso es por la payasada de Zelaya: la verdad no sé qué se le metió en la cabeza –se quejó A.J.

–Supe que van a interrogar a los ex integrantes: los Echevarría, Zegarra, Lange y varios otros.

De inmediato el apellido capturó la atención de A.J. Era el mismo Agustín Lange, del que le habló Alex, además de su compañero. No podía ser tan despistado, así que prefirió comprobarlo.

–¿Lange?

–Sí, tu compañero: no lo llegamos a conocer porque se había quitado antes de que ingresáramos. Algo al parecer lo alejó de los estudios.

–Igual su nombre aparecía en la nómina de El Club: supe que había querido reintegrarse desde el año pasado, pero Carranza no lo dejó. Ahora con la norma de amnistía pues ya lo dejaron.

El muchacho de las iniciales empezaba a entender por qué razón Alex no había mencionado a El Club en las emisiones del VaxiTv: simplemente no quería chocar con Agustín.

–La verdad –dijo Julio– deberían castigarlos sin cena a todos ésos conchesumadres: éste arroz chaufa está de lo mejor. Pásame el sillao, Jhonny.

–Mejor hablemos de otras cosas –respondió éste, alcanzándole la botella oscura al chino–: ¿cómo van sus proyectos del fin de ciclo?

–¿Te refieres al de investigación o al general?

–Al de investigación. Yo hablaré de educación multimedia.

–Yo del futuro de las peñas y su implementación dentro de la cultura viva: deberían haber edificios para ello, peñas en un piso y en el segundo, chongo –respondió el chino–. ¿Y tú A.J.?

–Sobre las diferencias entre la madera maciza y la contraplacada en la creación de instrumentos musicales –responde éste, después de reír junto a Jhonny–. Logré que me aceptaran el tema con las justas.

–Si algún día haces una guitarra, me gustaría ser el primero en probarla.

–Pido segunda –dijo Jhonny.

Pronto se les acercaron Cinthya Paz y Stephanie Clark, a las cuales se les veía un tanto preocupadas y pensativas.

–Hola muchachos.

–Vaya, la chapa de "extranjeros" quedó en el pasado, por lo visto.

–Algo. Tenemos un problema.

Steph interrumpió lo que parecía un largo texto ensayado por la pelirroja.

–Tenemos me suena a manada: tienes –la atajó la rubia.

–Te recuerdo que está en tu casa –se defendió Cinthya.

–Sí, pero te recuerdo que quien la trajo fuiste tú.

–Pero no se trata de buscar culpables: se trata de conseguir una solución.

Jhonny extendió las manos:

–Esperen: si siguen hablando así, menos entendemos. Empiecen por el principio.

Lo que escucharon conforme Cinthya fue narrando les fue pareciendo cada vez más descabellado.

De hecho la pelirroja se había ausentado durante la segunda mitad de la semana pasada: se había ido a ver un tema de tierras que estaban por heredar cerca a la ciudad de Ticlio, en las alturas peruanas.

Sólo que dichas tierras resultaron siendo un montón de piedras y rocas en donde no crecía ni la mala hierba. Firmó de mala gana en nombre de su madre y su hermano ausente y, mientras se dirigía al municipio para solicitar un estudio urbanístico (abrigando la esperanza de convertir el lugar en una confortable casa para alquilar) se topó con una niña fuertemente abrigada que llevaba un violín muy sucio a cuestas.

La niña le preguntó por su cabello, que por qué se veía rojo. Cinthya se lo explicó a la volada e ingresó a la municipalidad.

–Me dijeron que el encargado de zonificación llegaría mas tarde, que si quería podía esperarlo –les explicó–. Esperé una hora y dije que iría por algo para tomar y que si venía que me esperara.

Al salir, la niña seguía en el mismo lugar: de hecho no se había movido.

Cinthya le preguntó su nombre, a lo que ella respondió que se llamaba Violetta: así, con doble "t". La pelirroja se presentó y le dijo que si no quería tomar un té caliente o algo, a lo que ella respondió que bueno.

–Y en el lugar que fuimos parece que ya la conocían, porque le pusieron mala cara: aclaré que venía conmigo y pues la dejaron tranquila. Tomamos té bien caliente y unas galletas. Luego llegamos hasta la puerta y le dije que fuera a casa, que no debía estar en la calle.

Cinthya volvió a ingresar a la municipalidad y le dijeron que el encargado la había esperado y como no venía se había ido a almorzar a casa. Furiosa, preguntó cuánto tiempo debía esperarlo y, como no le dieran un horario, decidió esperarlo nuevamente.

–Me aburrí de esperarlo tras dos horas: yo también necesitaba comer y supuse que no habría ni un mugroso restaurante vegano en la ciudad.

–Porque burros no son –la interrumpió Julio–: el ser humano se alimenta de carne.

Cinthya ignoró la puya (no así los demás, que se rieron a la disimulada). Añadió que volvió a encontrarse con Violetta en el mismo lugar donde la dejara, así que la invitó a almorzar: eso hizo que el rostro de la niña se iluminara y fueron hacia un restaurante, en donde Cinthya pidió una sopa de verduras para ella y un bistec con frejoles para la pequeña niña.

–Cuando terminó de comer se quedó conversando conmigo, que no fui tan veloz como ella para almorzar. Luego repetimos la operación de ir hacia la municipalidad, dejando a Violetta en el mismo lugar y animándola a irse a casa, que de seguro su mamá debía estar preocupada pensando donde estaría: hasta ése momento ella sólo me había hablado del campo, los animales y el río.

Logró por fin entrevistarse con el encargado de la zonificación, el cual le dijo que no tendría problemas si deseaba construir una casa siempre que no entrara en conflicto con el paisaje urbanístico: se ofreció a ser su representante legal y a dejar todo a punto cuando deseara empezar con la construcción. Como ella viera que estaba buscando la forma de sacar provecho monetario, dijo que lo consultaría con su hermano que andaba por el extranjero y que lo llamaría por "cualquier cosita". Con una gran sonrisa, el hombre le entregó su tarjeta y le deseó los mejores parabienes en su viaje de retorno a Lima.

–Cuando estaba por salir, noté desde adentro que Violetta seguía en el mismo lugar –dijo–. La recepcionista se dio cuenta que la estaba mirando y me dijo "es huérfana: prácticamente duerme en donde puede y come lo que encuentra. Nadie parece quererla mucho".

Cinthya se indignó: teniendo en cuenta que eran el municipio, debían buscarle albergue: la recepcionista no dijo ni pío, asegurando que se escapaba de todos los lugares donde la metían.

"Sólo sabe tocar ése violín sucio y viejo", finalizó la mujer con la misma sonrisa hipócrita que tuvo el encargado de zonificación.

–Recién comprendí por qué devoró su plato de frejoles con bistec: imagino que debió haber pasado demasiado tiempo sin comer nada. Salí y le pedí que tocara para mí. Lo hizo, y toca muy bien.

Calló de pronto. Al cabo de unos segundos, los chicos se aburrieron de esperar.

–¿Y el problema es...? –empezó Julio.

–Que ésta loca se la trajo para Lima –dijo Steph–: y no tuvo mejor idea que alojarla en mi casa. A mis padres les tuve que inventar que en la casa de Cinthya se malogró la conexión de agua y que ésa niña es su sobrina y no puede estar sin bañarse.

–Tú también lo hubieras hecho –respondió la pelirroja, haciendo que Stephanie se encogiera en su silla, y luego se giró hacia los chicos–: y ustedes también. Ella tenía la cara y los labios cuarteados por el frío. No podía dejarla allí...

El grupo hizo un largo silencio, el mismo que el más joven de ellos se encargó en destruir:

–Carajo, en las cosas que se meten –dijo Jhonny, listo para llamar a su papá al celular: era el más adecuado para resolver ése tipo de problemas.

Un ensueño de felicidad - Antes de las nueve IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora