JULIO

0 1 0
                                    

Vamos a ver. ¿Alguna vez alguien les decepcionó tanto que se sintieron mal no por lo que les hizo sino por lo que se estaba haciendo a sí mismo?

Bueno, algo así me hizo sentir Windy. Pero no nos adelantemos.

Por recomendación de Jhonny, di el exámen para licencia de motocicleta y, ya con el brevete en mano, se me ocurrió ir a pasear un poco.

Llevaba el tanque lleno, así que saldría a recorrer la periferia: tenía planeado ir hasta más allá de Chosica y dar la media vuelta cuando me dieran las nueve de la noche (había calculado llegar hasta más allá de Ricardo Palma y comer un tentempié en algún simpático pueblito) de no ser porque llamaron a la puerta y salí del pasaje vecino donde la estacionaba para ver quién tocaba.

Era un muchacho con un gorro y una libreta adosada a una tabla. Estaba apoyado sobre un camioncito en cuya tolva reposaba una caja de mediano tamaño.

–¿Sí?

–¿Julio Kitahara?

–El mismo que viste y calza, sacude y guarda.

El tipo resopló. Pronto recuperó su talante profesional.

–Tengo un paquete para usted, desde Japón, envío de larga distancia. El despacho ya fue cancelado, sólo necesito su firma para bajar el armatoste.

–¿Qué es?

–Debería preguntárselo al emisor –respondió: era evidente que le aburría trabajar un sábado por la tarde–. Lo envía Ayanami Mitsuishi, del barrio Okashi, Okaga.., Oka...

–Okashiganaka –lo auxilio.

–Eso, Tokyo, "Japan".

Me dio risa porque dijo "Japan" tal cual estaba escrito.

Esa no era otra que mi hermana Mitsuishi, quien obscenamente al abandonar a mi amigo Jhonny se consiguió un novio nuevo en tiempo record: setenta y dos horas no bien llegó a Tokyo.

Ayanami era el apellido de mi cuñado: ya se habían casado por civil y de hecho su primer hijo estaba en camino.

–Bueno, firmaré. ¿Dónde?

–Aquí, en la línea punteada. Y su DNI.

Así lo hice, y usando una polea, bajó la gran caja a un carrito que llevaba igualmente en la tolva.

–¿Dónde desea que lo deje?

–Dentro de casa no, obvio. Deje que consulte al vecino.

–Genial: a esperar más tiempo.

No le hice caso. Toqué la primera puerta de la quinta vecina y le pedí a don Simeón (dirigente vecinal y quien por lo general me pedía que animara sus jaranas con música) que me dejara tener la caja en el patio.

–De acuerdo. Por cierto, mi papá cumple años mañana y me preguntaba si...

–De acuerdo: mañana le traigo serenata, a la hora del almuerzo.

Sí. También de vez en cuando canto.

–Espero que no me cobres mucho...

Justo cuando el cartero ya se retiraba iba llegando Rei con Sayaka.

–Julio, ¿quién es?

–El cartero. La señora Ayanami me mandó un paquete.

Precisamente mi señora madre venía de la embajada japonesa, puesto que en las próximas semanas iría a cuidar de mi dulcísima y embarazada hermana.

Y sí; era su primer nieto, así que no había forma de culparla: Nicole junto a su novio habían decidido criar gatos en vez de hijos y, si bien Pablo y Sergei tenían planes de adoptar un niño, eso a Rei no le hacía ni pizca de gracia.

Un ensueño de felicidad - Antes de las nueve IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora