WINDY Y EL VAMPIRO

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Tres llamadas perdidas de Julio, ni más ni menos.

En cierto modo se había dado cuenta que él parecía ser bastante calculador: llamaba tres veces y no insistía si no obtenía respuesta, nunca se le acercaba a menos que tuviera algo que decir o comentar, parecía rehuírle a las redes, entre otras cosas.

Lo que sí vió fue un mensaje de Cesc, bastante escueto:

"No soy culpable de nada. Te amo".

Windy suspiró: algo había hecho.

"Espero que no te estés metiendo en problemas. Me voy a clases".

Salió velozmente de su casa porque se le había hecho tarde. Estaba ya próxima a llegar cuando Julio le hizo señas desde la esquina.

–¿Y el internado? –preguntó ella.

–Anoche me fui a tocar...

–¿Y no volviste para dormir?

–No, Windy: sí. De hecho dormí algunas horas, pero me escabullí otra vez. ¿Qué clases tienes hoy?

Ella hizo memoria.

–Técnica vocal, guitarra complementaria y también investigación.

–Entonces vamos a dar un par de vueltas, ¿te parece? La técnica vocal ya la dominas, en guitarra te puedo echar una mano e investigación son puras tonteras.

Ella se rió y dijo que sí, que no habría problema.

–Me llamaste por el muchacho, ¿verdad?

A Julio no dejó de extrañarle el apelativo que usó la cantante.

–Sí, supuse que algo te habría comentado.

–La verdad, sólo se excusó. ¿Qué fue lo que hizo?

Julio le fue contando, y también le mostró lo que le había escrito.

–Tiene ésa forma de ser –dijo ella.

–Me imagino, pero no es normal.

–Voy a hablar con él.

–Windy, llevas hablando con él desde octubre del año pasado.

Ambos se quedaron callados, llevando sus pasos cada vez más lejos del Vaxi.

–Está muy inseguro.

–La verdad de eso tú no eres culpable. Yo tampoco, vaya. Windy, de verdad, ¿de dónde lo sacaste?

Ella fue repitiendo lo que siempre decía cuando alguien le preguntaba por cómo había conocido a Cesc: dijo que cuando su familia llegó de Filipinas hacía ocho años, se establecieron en Vitarte y de ahí nunca se habían mudado. Ella integró una especie de organización benéfica que ayudaba a varias personas desde sus respectivas habilidades o competencias: formó un coro, un muchacho de ése coro le pidió clases y ella no se negó.

Con el tiempo, el muchacho le pidió ser su novio. Windy, ética por delante, se negó.

–¿Ése es Cesc?

–Sí: me insistió por dos años. Luego pensé por qué no: ya no estaba en la organización y pues él era muy detallista y atento.

–Y llevas con él...

–Tres años, casi.

–Que tal aguante.

Windy terminó contándole que un muchacho que la pretendía se dio el viaje desde Manila hasta Lima buscándola. De hecho ella esperaba poder hablar pronto con alguien de allá, y conversar y saber de la patria, por la nostalgia: pero Cesc se enteró y lo corrió paliza de por medio.

Un ensueño de felicidad - Antes de las nueve IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora