🎪 Epilogue

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[Mansión Phantomhive]

Tn despertó al sentir la luz del sol dar contra su rostro cuando su mayordomo abrió las cortinas, frunció ligeramente el ceño hundiendo la cabeza contra la almohada y bostezó.

– Es hora de despertar, señorita.

– No quiero... –murmuró.

– Vamos, le preparé té Darjeeling para esta mañana. Además, si se levanta más tarde, se perderá el desayuno con su prometido.

– ...Te detesto.

La joven suspiró y se incorporó, mirándolo. Arioch sonrió, tomó la tetera y sirvió algo de té en la taza, tomó el pequeña plato bajo esta y la entregó a su ama.

– Si desea, puedo echarle algo de miel.

– Uhm –bebió.– El azúcar está bien.

– Bien. Le buscaré un vestido para hoy.

La joven bebió su taza de té tranquilamente y, al terminar, se levantó de la cama.

El mayordomo se acercó a ella cargando un vestido, lo dejó sobre la cama y le quitó el pijama, para luego vestirla, aquel era una camisa blanca con volados y un moño café con una perla roja, de mangas largas y que se ajustaban a sus muñecas, una falda color chocolate con bordes dorados abierta a la mitad dejando ver volados color latte y un moño también café en su cintura, además de un chaleco del mismo chocolate con bordes dorados que se abotonaba bajo su pecho; ella se sentó, y él le colocó unas largas calcetas que llegaban sobre sus rodillas y zapatos café con algo de tacón.

La rubia se acercó al tocador, y el castaño le cepilló el cabello, para luego sujetarlo en dos coletas con listones café.

– Está lista –sonrió.

– Entonces bajemos a desayunar. Tengo hambre.

– Sí, señorita.

Arioch extendió la mano a ella para ayudarla a levantarse, la acompañó a la puerta y la abrió, dejándola salir primero. Tn bostezó, mientras se dirigía hacia las escaleras.

[Más tarde]

Arioch se paró tras la joven y le colocó una venda blanca sobre los ojos, amarrándola tras su cabeza; sonrió y tomó su mano, para acercarla a ella y tomarla con la otra mano pro la cintura.

– ¿Está lista?

– Sí –asintió.

– Bien, entonces...dancemos al son de la música.

La música clásica comenzó a sonar desde el gramófono, y aquel mayordomo empezó a danzar, guiando a la joven; dio algunos pasos, hasta que la soltó de la cintura y la hizo girar, soltando su mano.

– Adelante.

Tn frunció el ceño, tomó la espada sujeta a su cintura y giró hacia aquel demonio para atacarlo; él sonrió, tomó una espalda y comenzó a batirse a duelo con ella, mientras danzaban a la vez al ritmo de la música.

Aquello duró algunos minutos, hasta que la joven tropezó con sus propios pies al dar una vuelta, cayendo al suelo sentada.

– Ouch...

– Señorita, ¿Está bien?

– Sí, no fue nada –suspiró.– Fue un error tonto.

– Sus movimientos se han entorpecido desde lo que pasó en el Campania porque no ha querido practicar.

Suicide Circus 🎪 Ciel PhantomhiveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora