Despertó sobresaltado y empapado en sudor, aquel sueño había sido muy real. Había encontrado a su pequeña hermana por fin pero el lugar donde estaba era un callejón sin salida, parecían encontrarse con cientos de laberintos que los llevaban a ninguna parte dejándolos agotados y hasta cierto punto desanimados pero lo único que le importaba es que la tenía con él y que la llevaría a casa costara lo que costara.
Pia tarareaba una canción que se le hacía conocida, podría jurar que la había escuchado cientos de veces pero en ese momento su cerebro se encontraba en blanco impidiéndole quizás tener alguna pista de su hermana en sueños.Ya eran cinco días sin Gia y sus bebés, cinco largos y ocupados días llenos de inagotable trabajo. Pensaba que nunca vería la luz y que le sería imposible sacar a flote esa sucursal, cosa que nadie oiría en voz alta pero que en sus pensamientos se repitió más de una vez. La dulce voz de su mujer le había dado ánimos para sacar adelante ese gran proyecto que sabía lo llevaría a la cima y por fin firmaría su independencia de los negocios de su padre.
— Señor su cita con el joyero es en treinta minutos — le recordó su secretaria dejando un mensaje de texto en su celular.
Su mente seguía tan absorta en aquel sueño con Pia que apenas y recordaba que hoy tendría una de las citas más importantes que llevaría lugar al momento que quizás había esperado desde siempre y que hasta hacía unas semanas no se había dado cuenta que lo deseaba con todo su corazón.
En dos zancadas estuvo en el baño, tomó una rápida ducha mientras pensaba cual sería aquella pieza que lo encantara y que fuera perfecta para su Gia. Tenía que ser única, espléndida pero que no opacara la belleza de su dueña y para eso había escogido las majestuosidades de Alessandro Belucci quien había prometido escoger de entre sus mejores joyas en Europa y sus alrededores las más exclusivas solo para él.
Antes de salir se vio una vez más en el espejo, llevaba uno de sus clásicos trajes negros, una camisa blanca y una corbata color borgoña de la más exquisita seda italiana. Su porte y figura lo hacían ver aún más inalcanzable de lo que era , algo de lo que se enorgullecía porque no cualquiera podría llenar sus zapatos.
Su destino era el distrito de Patri, ahí se encontraba la famosa joyería, una que llevaba años siendo la que proporcionaba las joyas de la familia y para este momento no podría ser de otra manera.
— Buongiorno signor Carlo, vi stavamo aspettando, seguitemi — el gerente de la tienda lo atendió tan pronto traspasó las puertas de cristal.
Se quitó los lentes negros de sol y los guardo en el bolsillo de su chaqueta, siguió al hombre mientras observaba la atenta mirada de toda clase de compradores. Tanto hombres como mujeres desviaban sus ojos al verlo, estaba acostumbrado pero en aquel momento deseaba pasar desapercibido antes de corriera el chisme de que Carlo de Luca se encontraba en una joyería y este llegará a oídos de Gia fastidiando por completo su plan sorpresa.
— Per favore continua, il Sig. Alessandro ti sta aspettando.
— Grazie — dio un pequeño asentimiento con su cabeza y desapareció a sus espaldas antes de que pudiera pestañear.
Abrió la puerta del estudio personal de Alessandro encontrándolo detrás de un gran escritorio de roble revisando minuciosamente un par de joyas.
— Alessandro — pronunció el nombre del hombre con cabello canoso y mirada algo agotada.
— Carlo, figlio, piacere di verti — se levantó de su gran silla extendiéndole la mano.
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Regalo de Amor
RomansaGia Bianchi es una hermosa diseñadora de interiores que muere por ser madre y formar una familia pero se ha cansado de esperar al hombre perfecto. No era que no lo hubiera intentado, era hermosa y cientos de hombres la habían cortejado a lo largo d...