Capítulo 24

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Trataba de que su madre se recompusiera y dejara de llorar por su inminente partida. Ya habían pasado los días acordados y su padre había mejorado visiblemente volviendo a ser el hombre fuerte e imponente de siempre. Él por el contrario se encontraba tranquilo y feliz porque había acordado con Carlo hacer una videollamada en el momento que supieran el sexo de los bebés ya que todavía tenía prohibido viajar.

— Mamá por favor no llores más — pidió abrazándola por los hombros — tan pronto le den permiso para viajar a papá podrán visitarnos.

— No es lo mismo, ¡yo quería estar presente! — se quejó — mi pequeña hija verá a sus bebés y yo no estaré presente.

— Nicoleta cariño, si quieres puedes viajar con ellos, yo estaré bien aquí — dijo su padre intentando animarla.

— Cómo crees que te dejaría solo — chilló dándole un pequeño golpe en el hombro — jamás te abandonaría a tu suerte, además hace muchos años prometí que estaría a tu lado aun cuando fueras un viejo gruñón.

— Parece que eso es de familia — insinuó Carlo cerca de su oído para que nadie más que ella lo escuchara.

— ¿Amar a nuestros hombres incondicionalmente? — preguntó soltando una risita — definitivamente.

El coche los esperaba para llevarlos a la pista privada donde su avión aguardaba para devolverlos a Roma. De hecho estaban con el tiempo contado porque la cita de control ginecólogo era dentro de unas tres horas, lo justo para llegar y dejar sus cosas.

— Nos vamos — avisó Carlo tomando su mano entrelazando sus dedos — esperamos verlos pronto.

— Cuenta con eso muchacho — su padre se despidió de ambos con un fuerte abrazo a ambos colocándose al lado de su madre para animarla.

— Los amamos — agitó la mano despidiéndose una vez estuvieron dentro del coche.

Suspiro tranquila y feliz, las cosas con sus padres y hermanos se habían arreglado, todo volvía a tomar su rumbo dejando que por fin pudiera concentrarse de lleno en su embarazo.

— ¿En que piensas cariño? — Carlo acarició su barbilla con delicadeza mirándola con una sonrisa torcida.

— En que por fin las cosas se están arreglando y podré concentrarme en esto — señaló su vientre y lo acarició.

— Todo será como siempre debió ser — le aseguró besando su frente y seguidamente estrecharla entre sus brazos — y estamos a unas horas de poder llamarlos o llamarlas por sus nombres, ¿estás lista?

— Más que lista — la emoción apenas y le cabía en el cuerpo. Aquello era lo que tanto había deseado por mucho tiempo y hoy lo tenía, lo estaba viviendo y aunque parecía un sueño no lo era.

El vuelo había sido tranquilo, en menos de un abrir y cerrar de ojos estaban aterrizando en Roma. El chofer los esperaba para llevarlos a casa... cuanto extrañaba su cama y la comida de Bianca, aunque adoraba el toque en la cocina de su madre ya estaba acostumbrada a que su secuaz siempre cumpliera cualquier antojo que se le cruzara por la cabeza.

— ¡Que bueno que han vuelto! — Bianca los recibió tan pronto atravesaron el recibidor — la casa no es lo mismo sin usted — dijo mirándola directamente a ella como si llevara tres siglos sin verla — han crecido mucho en estos días.

— Y seguirán creciendo — replicó con las manos en su vientre — a este punto creo que sacarán el tamaño de su padre.

— Sanos y fuertes como su padre — intervino Carlo abrazándola por detrás — ¿Bianca puedes encargarte de desempacar las maletas mientras nos arreglamos para ver qué serán estas dos personas?

Regalo de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora