Llevaba días pensando como hacer para pedirle matrimonio a Gia, tenía que ser un lugar especial en el momento ideal pero nada le parecía bien hasta aquel momento. Recordó sus días en New York cuando eran jovenes, todo el tiempo que compartieron juntos mientras estudiaban y pasaban sus días entre los jardines del Central Park en especial el Conservatory Garden. Lo recordaba como un lugar precioso y aunque no lo había visitado en años por lo que veía en internet seguía tal cual a como lo recordaba.— Aquí me darás el Si quiero — habló consigo mismo viendo la pantalla de su computador.
Le escribió un correo a Teresa pidiéndole que reservara el avión privado para el fin de semana y que se encargara que su departamento en Manhattan estuviera limpio y totalmente equipado para su visita con Gia a la Gran Manzana. También necesitaba que un chef preparara la cena romántica así que buscó al mejor catering de la ciudad y les explico la idea tal cual estaba en su cabeza. Todo estaría iluminado con velas y luces artificiales rodeados de las preciosas flores que precedían el jardín, era el ambiente perfecto para que Gia se sintiera cómoda, apreciada y amada mientras recordaban viejos tiempos.
Finalmente dejó la oficina siendo las ocho de la noche, un poco tarde para lo que estaba acostumbrado últimamente pero es que entre planear su viaje y la pedida de matrimonio para Gia el tiempo se le fue volando dejando los pendientes que tenía atrás pero al final tubo que terminarlos todos o si no el día siguiente sería un caos y el fin de semana sería imposible viajar.
Llegó a casa cansado, con tensión en los hombros y un hambre terrible, buscó con la mirada a su mujercita pero no la encontró por ningún lado.
— ¿Bianca en dónde está Gia? — preguntó al acercarse a la cocina.
— Señor Carlo no lo sentí llegar — la mujer se llevo una mano al pecho asustada — la señorita Gia está en el cuarto de las bebés — contestó — ¿Quiere que le suba algo de comer?
— Por favor — le agradeció en silencio.
Subió las escaleras de dos en dos, aflojándoselos la corbata y retirándoselos el saco, caminó por el pasillo y abrió la puerta blanca que ya tenía un pequeño cartel con el nombre de sus hijas : Gianna & Mia.
— Gi cariño — la llamó acariciando su rostro somnoliento — te quedaste dormida amore — sonrió al verla estirarse aun con los ojos cerrados.
— Tardaste mucho — se quejó en un puchero — las niñas tenían hambre y yo también así que cenamos con Bianca.
— Siento llegar tarde pero juro que tenía trabajo acumulado en la oficina — explicó ayudándola a levantarse — estoy tan agotado que solo quiero tomar una ducha, comer y recostarme en la cama contigo.
— Vamos, te prepararé un baño de espumas y te haré un masaje, te ves cansado y ojeroso — lo empujó fuera de la habitación y sin que ella lo viera se tocó la cara para comprobar si lo que decía Gia era verdad.
¿Tenía ojeras?
Dejó que llenara la tina y que agregara sales de baño para aromatizarla, colocó las luces tenues y con mimo lo desnudó poco a poco quedando a toda disposición para ella. Colocó ambas manos sobre su pecho y lo acarició lentamente, se puso en puntitas para besar sus labios haciéndola ver aun más tierna de lo que era.
— Si sigues así no solo tendré un baño yo — le advirtió alzando una ceja.
— Puedo permitirme un baño extra — replicó dejando caer el vestido que llevaba puesto. La Gia atrevida le gustaba, era tan diferente a la primera vez que habían estado juntos, esa vez en la que ya no pudo dejar de pensar en ella ni separarse porque lo atraía como un imán.
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Regalo de Amor
RomanceGia Bianchi es una hermosa diseñadora de interiores que muere por ser madre y formar una familia pero se ha cansado de esperar al hombre perfecto. No era que no lo hubiera intentado, era hermosa y cientos de hombres la habían cortejado a lo largo d...