Aún no salía de su asombro, estaba comprometida, se iba a casar con el hombre que había amado toda su vida en secreto. ¿Qué más podía pedirle a la vida?.
— Aún no puedo creerlo — estaba anonadada observando el anillo — ¿Cómo se te ocurrió todo esto?
— Pensé mucho en como hacerlo — se sinceró — la verdad es que ya hace un tiempo que tengo el anillo, solo que no encontraba el momento o el lugar ideal. Así que cuando pensé en todo lo que habíamos vivido recordémoos lo especial que era este lugar y lo tonto que fui al no darme cuenta lo feliz que era a tu lado.
— Carlo... — lo reprendió queriendo que no siguiera recordando eso ni culpando — todo sucede cuando tiene que suceder, ni antes ni después.
— Tienes razón, como siempre tienes razón — le concedió estirando la mano sobre la mesa acariciando el dorso.
— Sigue contándome — lo incitó emocionada mientras se llevaba un bocado de pasta a la boca.
— Fue con Alessandro Belucci para que me ayudara a buscar las mejores y únicas piezas de joyería de toda Europa, de hecho te manda muchos saludos — recordó su visita — sabía que este era el indicado para ti amore, eres tu en un anillo.
— Que romántico y poeta me saliste Carlo de Lucca — se inclinó para besar sus labios y se miraron con aquella sonrisa que ninguno de los dos podía quitar de sus rostros porque era inevitable, estaban viviendo su mejor momento.
— Solo tu logras sacar este lado mio — confesó el castaño acomodándose en su sitio algo nervioso. No era un hombre de demostrar tan abiertamente sus sentimientos pero con Gia extrañamente siempre había sido diferente.
— Y me alegra que así sea — respondió ella.
— Te ves hermosa con ese vestido — la alabó — y ese pintalabios color carmín solo hace mas apetecibles esos labios tuyos.
— Me alegra que te guste — rió sonrojándose ante sus palabras — pensémoslas que sería una noche especial y debía hacerle mérito al momento y no me equivoqué.
— Quiero que nos casemos pronto Gi — esto ultimo lo hizo casi como un pedido necesitado — no quiero esperar más para que seas mi esposa.
— Y yo tampoco amore mio — acarició su incipiente barba con tanta paciencia y cariño que lo hizo cerrar los ojos ante su cálido tacto — lo que más deseo es ser tu esposa.
— Casemonos mañana — dijo sin más dejando salir aquellas palabras que atravesaban su mente.
— ¿Mañana? Carlo te volviste loco — ella rió nerviosa — ¿cómo podríamos casarnos mañana?
— ¿Para que esperar más?
— Nuestros padres, mis padres deberían estar en la boda y mi familia, estoy segura que Fiorella no me lo perdonaría — replicó poco convencida.
— ¿Que tal si nos casamos por el civil y en Palermo hacemos una gran boda Siciliana? Muero por que regresemos a roma siendo marido y mujer, que la ciudad que vio crecer este amor sea testigo de nuestra unión.
— Es la locura más grande que se te ha ocurrido, tu no tomas decisiones así — su risita nerviosa la delataba y si, puede que el no hiciera ese tipo de locuras pero en aquel momento era para el lo más cuerdo que se le había ocurrido en años.
— Anda dime que si, y para mañana al medio día todo estará arreglado — la veía con gran ilusión algo que le impedía muy en el fondo a ella negarse a semejante petición. Era una locura, si, pero era una locura por amor y que solo se arriesgaría a hacer con él.
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Regalo de Amor
RomanceGia Bianchi es una hermosa diseñadora de interiores que muere por ser madre y formar una familia pero se ha cansado de esperar al hombre perfecto. No era que no lo hubiera intentado, era hermosa y cientos de hombres la habían cortejado a lo largo d...