Ya no podía seguir haciéndose la ciega ni evitando más aquel sentimiento que creyó haber enterrado años atrás en su juventud, seguía enamorada de Carlo y no podía hacer nada para evitarlo, ya no ... no cuando dentro de ella crecía un hijo de los dos.
Si, aunque no lo aceptara y hubiera alejado de la mente del castaño aquel planteamiento, aquel bebé era de los dos pero su mayor miedo era tener que vivir su vida compartiendo momentos importantes, cumpleaños, navidades y demás festividades si Carlo hubiera querido imponerle su paternidad. No quería que su hijo viera que su padre tenía una esposa y una familia que no la incluía a ella ni a él, mucho menos visitas de fin de semana donde tuviera que dejarlo ir ... era egoísta pero no quería compartirlo, había sido su mayor deseo desde hace ya un tiempo y ahora que estaba ahí solo quería disfrutarlo.
Terminó de empacar las últimas cosas que se llevaría, afuera estaba su padre encargándose que los del servicio empacaran todo bien en el auto. Le sorprendió contar con su apoyo cuando dos o tres días después de aquella fiesta le informara que necesitaba irse, dejar Palermo, dejar Sicilia y explorar algún otro lugar que le trajera paz. Por su puesto su madre junto a Fiorella pusieron el grito en el cielo, ambas se negaban a dejarla ir embarazada y sin ningún tipo de compañía, aquellas mujeres eran la intensidad andante.
— Todo listo pequeña — le informó su padre cuando llegó a la puerta del gran edificio donde se encontraba su ático — sabes que puedes partir cuando quieras, el jet está esperando en el hangar tu solo debes confirmar el destino.
Sonrió emocionada, le encanta que su padre estuviera ahí para apoyarla.
— Sabes cual es mi condición para esto Gia Bianchi — ella asintió, no le quedaba de otra — viajaras con alguien del servicio para que esté pendiente de ti, cualquier malestar o síntoma me llamas y voy en helicóptero a buscarte.
— Vaya y yo que creía que las intensas eran mamá y Fiorella — rio abrazándose a él — no te preocupes estaré bien.
— ¿A dónde iras?
— A Niza — hizo una pausa — papá... nadie más puede saberlo por favor, quiero estar en calma y relajarme.
— No te preocupes este será un secreto entre los dos — le guiñó el ojo — mañana mismo ordenaré que esté todo preparado para tu vuelo, ahora vamos a casa.
Asintió y subió junto a él al coche que ya esperaba por ellos para volver a casa.
Luego de darse un largo baño se enfundó su pijama de seda, peinó su larga cabellera y se untó un poco de su crema de lavanda preferida en brazos y piernas. Se observó un poco en el espejo esperando encontrar algún cambio en su cuerpo pero no vio nada nuevo, caminó hasta su cama y retiró el cobertor junto a las sábanas internándose en ella para finalmente descansar.
Un golpe en la puerta la desconcentro de su lectura, por la hora que era seguramente era su madre.
— Pasa mamá — sonrió cuando la rubia de ojos azules se escabulló junto a ella para meterse en la cama.
— No hay nada que te haga cambiar de opinión ¿verdad? — ladeó su cabeza y negó.
— Lo necesito — se limitó a decir.
— ¿Por qué no me dices dónde estarás y así me quedo más tranquila?
— Porque si te digo estarás allá a los dos días — su madre rodó los ojos — te conozco muy bien Nicoletta.
— Cuando este bebito nazca me entenderás — su madre acarició su vientre plano con ilusión — una madre nunca dejara de preocuparse por sus hijos no importa la edad que tengan.
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Regalo de Amor
RomantizmGia Bianchi es una hermosa diseñadora de interiores que muere por ser madre y formar una familia pero se ha cansado de esperar al hombre perfecto. No era que no lo hubiera intentado, era hermosa y cientos de hombres la habían cortejado a lo largo d...