Capítulo 15

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Estaban de vuelta en su lugar natal, el avión acababa de aterrizar y el chofer esperaba por ellos. Gia había teñido malestares todo el vuelo así que lo único que quería era que llegara a casa y se recostara para descansar. Sabía que no era sólo el vuelo y el embarazo lo que le causaba aquello, el hecho de volver a Palermo luego de unas fantásticas semanas en Roma la ponían más ansiosa de lo normal.

Dejó que se acurrucara contra su pecho todo el viaje mientras él acariciaba con paciencia y delicadeza su castaña cabellera. Su respiración pausada le indicó que se había quedado dormida, uno de los nuevos síntomas del embarazo que habían aparecido días atrás. Con la yema de sus dedos rozó su vientre ya notable a simple vista aunque ella se mantuviera en aquella perfecta figura que lo volvía loco y es que ya estaba por cumplir el primer trimestre de un sano y perfecto embarazo. Enterró su nariz en el cuello de su amada y se agasajó con aquel dulce olor a lavanda que brotaba de la tersa piel de porcelana de Gia.

Lo que para él fueron unos contados minutos en realidad había sido casi media hora lo que habían tardado en estar frente a la entrada de la imponente villa de los Bianchi, aquella familia había sido su segundo hogar por muchos años. Sabía que Gia se negaría rotundamente a que él hablara con Emilio y Nicoleta para dejar las cosas en claro, expresarles el amor profundo que le tenía a su hija y que aquellas criaturas que llevaba en el vientre eran sus hijos.
Quizás sería duro, complicado y todo un shock para la familia pero amaba a esa mujer como a nada en el mundo y no permitiría que los perjuicios sociales dañaran los más preciado que tenía.

Atravesaron las grandes rejas luego de que uno de los encargados de la seguridad reconociera su auto y al verla dormir tan plácidamente decidió dejarla descansar un poco más. El chofer detuvo el auto frente al chalet de la castaña y bajó del auto para abrirle la puerta. Sin mucho esfuerzo salió del auto, le tendió las llaves al joven para que abriera la puerta y le pidió que sacara las cosas mientras él llevaba a Gia a su habitación.

— Descansa cariño, a partir de ahora yo me encargaré de todo — beso su frente luego de acomodarla en la cama y se retiró dejando una pequeña nota en la mesita de noche.

Estaré en casa de tus padres, preferí dejarte descansar y yo encargarme de todo... no te asustes, es mi deber decir toda la verdad.

Era domingo así que probablemente toda la familia estaba reunida, no sabía a quien temerle más si a los hermanos de la castaña o la reacción de su padre. Tocó la puerta y saludó con una pequeña sonrisa a la mujer del servicio que lo recibió, preguntó por todos y ella le anunció que se encontraban en el jardín.

— Carlo querido ¿qué haces aquí? — preguntó Nicoleta al ser la primera en notar su presencia — ven y toma asiento con nosotros.

— Vine a hablar con ustedes de algo que deben saber  — informó sentándose en la única silla vacía que justamente se encontraba al lado de los padres de Gia.

Si, el destino estaba intentando con todas sus fuerzas acobardarlo.

— Bien, habla entonces muchacho — pidió Emilio posando sus ojos con firmeza sobre él.

— Quiero que sepan primero que todo que me estoy divorciando de Claire — empezó — nuestro matrimonio no estaba funcionando desde ya hace varios meses y por el bien de todos empecé el proceso.

— Algo habíamos escuchado querido — replicó su futura suegra — pero no importa, saldrás adelante como siempre y encontrarás una hermosa mujer siciliana que te llene de hijos — canturreo apretando su mejilla.

— ¡Mamá!— la reprendieron Darío y Emilio a la par.

— ¿Pero que he dicho de malo? — preguntó con inocencia.

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