Llevaba varios días sintiendo contracciones pero esa mañana en especial eran más fuertes y seguidas. Ya habían alcanzado la semana 37 y su ginecóloga le había dicho que en cualquier momento se pondría de parto. Estaba segura que ese momento era ahora para ser precisos y justamente su marido no estaba en casa porque había salido a comprarle un antojo.— En buena hora se les ocurrió nacer, ahora me quedaré sin mi antojo — se quejó del dolor mientras bajaba por las escaleras para llamar a Bianca. — ¡Bianca! ¡Bianca!
— ¿Qué pasó señora? ¿Se siente bien?
— Las niñas ya van a nacer — chilló — llama a Carlo y a mis padres necesito que estén aquí.
— Enseguida — desapareció en busca del teléfono con los nervios de punta.
— Gianna y Mía hoy las conoceré — les habló al vientre y ellas se movieron para asegurarle que estaban bien.
Las contracciones estaban espaciadas cada diez minutos, las contabilizaba con el celular para no perder la cuenta de que tan seguidas eran.
Solo cinco minutos tardó su esposo en volver, entró como un huracán a la casa arrasando con todo en su busca.— ¡Estoy aquí! — le gritó cuando pasó de largo sin notar que estaba recostada en el sofá.
— Gi cariño lo siento no te vi — cómo iba a verla si parecía un perro correteando su propia cola, dando vueltas en el mismo lugar — ¿Estás bien?
— Si estoy bien pero tengo contracciones así que es un hecho que las niñas nacerán hoy — confesó con un poco de miedo.
— Todo esta en el coche, menos mal me preparé y no dejé que me convencieras de sacar las maletas de ahí — rodó los ojos porque sabía que tenía razón pero no se lo iba a decir.
— Deja de alardear y mejor ayúdame — se quejó tratando de incorporarse del sillón sola.
— No seas terca, deja que yo lo haga — corrió a tomarla en brazos, se agarró de su cuello y aunque todavía podía caminar prefería estar entre los fuertes brazos de su marido.
Solo pensaba que al fin se cumpliría su sueño de ser mamá, tendría a sus pequeñas con ella después de tanto que había luchado. Gracias a Carlo iba a cumplir su sueño y era algo de lo que estaría agradecida toda la vida.
El tráfico parecía saber que dos bambinas venían al mundo, los autos se abrían a su paso y casi no encontraron semáforos en rojo cosa que agradeció porque las contracciones estaban cada vez más seguidas. Entraron a la Clínica y avisaron que ya estaba de parto, por suerte su ginecóloga estaba de turno y con rapidez la subieron a observación para ver si ya estaba dilatando.
— Como habíamos quedado haremos la cesárea, pronto vendrán a prepararte así que te suministraremos algo para el dolor mientras te llevamos a quirófano.
— Gracias doctora — se recostó en la camilla acomodándose la bata de hospital que le habían puesto.
Las manos le temblaban y la emoción le ganaba, era su primera vez haciendo eso, era todo un mundo nuevo para ella en unos minutos más descubriría las caritas de las dos niñas que creó con tanta dedicación.
Pronto vinieron por ella diciéndole a Carlo que en unos minutos vendrían a por él para prepararlo. Besó su mano durante todo el pasillo diciéndole cuanto la amaba, que todo estaría bien y finalmente la dejó ir cuando atravesaron la puerta.
El frío del quirófano le heló los huesos, la estremeció de piel a cabeza mientras el médico le trataba de poner la epidural. Cuando estuvo acostada sobre la camilla con un separador entre ella y su cuerpo vió como Carlo ingresaba a la sala y se sentaba a su lado dándole un beso en los labios asegurándole que todo iba bien.
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Regalo de Amor
RomanceGia Bianchi es una hermosa diseñadora de interiores que muere por ser madre y formar una familia pero se ha cansado de esperar al hombre perfecto. No era que no lo hubiera intentado, era hermosa y cientos de hombres la habían cortejado a lo largo d...