Capítulo 41: Accidente

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Ashton

Estaba sentado en mi cama mirando el collar dentro de la pequeña caja cuadrada de color beige aterciopelado.

Había visto al menos quince películas románticas en ese último tiempo, tratando de hacerme una idea de cómo confesarle mis sentimientos a alguien, pero había algo que esos personajes tenían y yo no: seguridad de que la chica los correspondía, pues si no, la película no funcionaria.

Ni siquiera sabía porque había comprado ese collar si no estaba seguro de lo que iba a hacer.

De pronto, sentí movimiento afuera de mi cuarto e inmediatamente guardé la caja en mi bolsillo de la chaqueta, justo antes de que Gohan abriera la puerta y me mirara extrañado.

—¿Qué haces sentado ahí?

—Nada —respondí por inercia—. Pensaba... —dije, intentando sonar natural.

—Puedes pensar otro día, ya van a ser la siete, ¿vamos?

—Sí, dame unos segundos.

Gohan salió y yo guardé la caja en mi cajón de la ropa interior, para luego salir con él del departamento.

Cuando cerré la puerta, me quedé mirando un momento la puerta de Alaska y sentí un dolor de estómago que me dejó en claro que no sería capaz de hacer lo que tenía intenciones de hacer.

Suspiré y bajé las escaleras alcanzando a mi mejor amigo.

[...]

La fiesta era todo un caos y recién estaba empezando.

El olor a hierba se sentía en cada rincón de esa enorme casa que tenía más pinta de mansión y donde fuera que mirara, había alguna pareja besándose.

Gohan no tardó en integrarse en la fiesta, pero yo me sentía incómodo. Aun cuando la gente se acercaba a hablarme y me ofrecía beber o comer algo, yo no mantenía la conversación debido a que mi cabeza estaba en otro lado.

Luego de varios minutos, decidí que fumando un poco podría borrar todos los pensamientos que me estaban impidiendo pensar como solía hacerlo y así fue.

No me di cuenta cuando estaba aceptando subir a una bicicleta para saltar por una rampa completamente inestable hecha por mis compañeros con una tabla y balde.

Esa era una pésima idea, pero al estar tan drogado, me sentía invencible y una caída en bicicleta sonaba como algo que hasta un bebé podía soportar.

—¡Ashton! ¡Ashton! ¡Ashton! —oía a la multitud animarme.

Comencé a pedalear sin pensar en las consecuencias y anduve dos metros hasta que pasé por la rampa, la cual, milagrosamente se mantuvo intacta.

Sin poder detenerme, salté por encima de los pequeños arbustos que separaban el patio del vecino y terminé cayendo en la otra casa.

Al principio, solo me quejé por el dolor que me había causado el golpe contra el suelo, pero cuando vi un enorme perro raza dóberman mirarme furioso, solo pude correr hacia la salida. Por suerte la casa no tenia rejas y pude cruzar por el costado hacia la acera.

El perro claramente me persiguió hasta la calle, donde me agarró de una pierna y comenzó a zarandearme y arrastrarme.

Sus mordidas eran muy fuertes y pude sentir como la sangre corría por algunas partes de mi cuerpo debajo de la ropa, pero estaba tan drogado y lleno de adrenalina que no sentía mucho dolor.

Oía personas gritar y exclamar cosas y, de pronto, pude ver a Gohan lanzándole piedras no muy grandes al perro, para no lastimarlo.

Luego, alguien más llegó con una manguera y rocío con agua al animal hasta que este se espantó y corrió de vuelta a la casa.

Una multitud se acercó a mí para revisar como estaba y unos minutos más tarde estaba en una ambulancia con mi mejor amigo diciéndome que todo iba a estar bien, hasta que me terminé por desmayar.

[...]

Estaba realmente frito. Sabía que mi papá estaba afuera hablando con la policía, mientras Alaska y Gohan estaban acompañándome adentro y no podía dejar de pensar en qué hubiera preferido que el perro me matara.

—Es tu padre, no te va a hacer nada terrible —me intentó tranquilizar Alaska, pero ni siquiera ella parecía muy segura de lo que decía.

Segundos después, mi familia entró a la habitación. Mis hermanos, madre y padre no parecían nada felices y no los culpaba, pues el video de lo que había pasado en la fiesta estaba corriendo por Internet con el nombre de: "Hijo del juez Johnson es atacado por perro mientras estaba drogado".

—Acabas de pasarte de la raya, Ashton Johnson —dijo mi madre.

—Creo que nosotros nos vamos —dijo Alie, tomando sus cosas, pero mi padre negó.

—Ustedes dos serán testigos de mis palabras.

Mis dos amigos volvieron a quedarse quietos, uno a cada lado mío.

—Eres un completo idiota, Ashton —siguió mi padre—. Eres un fracasado mediocre... no, corrección: un drogadicto fracasado mediocre.

—La marihuana no es ilegal, papá —me intenté defender.

—¿Sabes lo mal que se ve que mi hijo menor sea esto? —preguntó despectivamente—. Todos los demás son ejemplos a seguir y tú eres la ovejita negra que cada año está entrometido en una investigación policíaca en la que después me veo involucrado. Ah, y mi dinero es el que termina pagando las multas de tus desastres.

—No tienes que hacerlo si no...

—¿Lo harás con el dinero de tu abuelo? ¿Te parece correcto gastar su herencia en pagar tus estúpidos errores? —se agarró el puente de la nariz y cerró los ojos un momento—. ¿Qué te cuesta ser como tus hermanos? ¿Qué te costaba elegir una mejor carrera, elegir mejores amigos y una mejor forma de ser?

Eso me había dolido más de lo que esperaba. Mi padre realmente me detestaba y mi madre, a juzgar por su mirada, concordaba con él.

—No puedo quitarte la herencia de tu abuelo, pero olvida que aparecerás en mi testamento... Olvida que siquiera eres mi hijo —me pidió—. Te daré la cuenta con el dinero y es lo último que haré por ti, Ashton. Ya no te quiero ver, ni hablar, ni saber en qué estás.

Dicho eso, se marchó con mis hermanos fuera de la habitación.

Mi madre se quedó de pie frente a mí, mirándome con algo de pena.

—Yo pagaré esta multa y después quiero lo mismo que tu padre... no te vuelvas a aparecer nunca más, Ashton.

Yo asentí sin saber que más hacer. Si mis padres no querían verme jamás en sus vidas, no podía obligarlos, menos después de las razones que tenían.

—Soy un pésimo hijo —dije cuando mi madre se marchó, intentado contener mis ganas de llorar.

—No lo eres, Ashton —aseguró Alaska—. Los papás no eligen como van a ser sus hijos y un padre realmente bueno se alegra de que su hijo haga lo que le haga feliz. Sí, quizás eres un poco desastroso, pero muchos lo son, y lo que realmente importa es que eres una buena persona...

—No soy tan buena persona si termino en un lío una vez al año al menos.

—Eso solo significa que no eres perfecto y que, al igual que todos los seres humanos, haces tonterías —insistió ella—. Yo sé que tú eres muy buena persona y no tienes que ser lo que tus padres quieren que seas. Lo único que deberían querer los padres es que sus hijos sean felices.

En ese momento me había dado cuenta de que los tres teníamos algo en común: al menos un padre que no nos apoyaba y no le interesaba nuestra felicidad.

Si hubiera sido por mi padre, yo hubiera sido un infeliz abogado; por el padre de Alaska, ella ni siquiera hubiera nacido; por el de Gohan, él quizás habría muerto de una fuerte paliza cuando era niño.

Quizás, no teníamos los mejores padres del mundo, pero al menos nos teníamos a nosotros.

Alaska va a Los Ángeles [LA #1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora