Capítulo 11: Shock

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—N-no es lo que parece —aseguré—. Es solo que...

Realmente, aun no podía encontrar una buena explicación para aparecer sin pantalones en mi departamento, después de dormir fuera. Tenía que mentir.

—Bueno, es que dormí allá porque ellos tienen una habitación vacía y me la prestaron... y mis pantalones se mojaron con agua, así que los dejé tendidos allá.

Fue la mejor mentira que pude inventar en tan poco tiempo, pero sonaba bastante creíble a mi parecer. Yo me la hubiera creído.

—¿Ellos duermen en la misma habitación? —preguntó Anna.

—Son gays —solté.

Gohan y Ashton me matarían por eso, pero al menos era creíble. Estaba segura de que mucha gente que los conocía pensaba que eran gays o, al menos, bisexuales. Que tuvieran esas vibras no era mi culpa.

—¿Gays? No lo parecían.

Yo resoplé, yendo al refrigerador para sacar algo de agua. Claro, de todas las personas existentes, ella era la única que no lo imaginaba.

—Lo gay no se ve, hermanita.

Eso era muy cierto. Había veces que los hombres homosexuales seguían más el estereotipo que tenía impuesto la sociedad, pero otras, ni siquiera se notaba.

Si la homosexualidad se viera, ¿cómo se explicaban los gays encubierto que se casaban con una mujer y formaban familias?

—Cómo sea —dijo mi madre—. No es correcto que duermas en la casa de esos muchachos.

—Mamá... no pasa nada. Ya los conozco hace tres meses y son decentes.

¿Cuántas mentiras les había dicho en ese corto tiempo? Ya había perdido la cuenta.

Gohan y Ashton estaban lejos de ser decentes, de hecho, eran la viva representación de la indecencia y la vida loca.

Quizás no eran criminales, pero se acostaban con cada chica que conocían, hacían fiestas seguido, bebían, fumaban hierba y mientras más estúpida fuera una idea, más les gustaba a ambos.

—Desayunaré con ellos ahora... Ashton suele comprar el desayuno.

—¿No cocinan?

—Sí, pero a veces no...

Una mentira más a la bolsa de mentiras de Alaska White.

[...]

Durante los días que estuvo mi familia ahí, fuimos a conocer unas partes más importantes de Los Ángeles, aunque preferí evitar que Gohan y Ashton volvieran a convivir con ellos por mucho tiempo.

A mi padre ya les habían desagradado y después del asunto de mis pantalones, las demás no parecían muy convencidas de que fueran realmente tan buenos como había dicho.

En ese momento, ya estaban listos para volver a su aburrida y fría vida en Alaska.

Había bajado con ellos para despedirme, ya que, irían en un taxi al aeropuerto.

Mi padre se despidió, no muy contento, pero no me sorprendía. Mi padre ni siquiera se había despedido mucho cuando me había mudado al sur de Alaska y menos cuando me mude a Los Ángeles, pues él estaba completamente en contra de mi sueño y de que lo persiguiera hasta un estado como California.

Anna y mi hermana parecían felices por mí y por lo que había logrado, pues ambas me felicitaron una vez más antes de subir al vehículo.

Por último, mi madre se despidió algo preocupada, pero ella siempre era así. Debido a que mi padre demostraba su favoritismo con mi hermana, mi madre vivía preocupada por mí y por lo que podía sucederme, aunque ella no dejaba de lado su preocupación por Laura tampoco. Ella era mil veces más equilibrada que mi padre.

Alaska va a Los Ángeles [LA #1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora