Capítulo 48: Retenido

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Ashton

Me dolía mucho la cabeza, ¿y como no? Si me habían golpeado repetidas veces para dejarme inconsciente.

Estaba en manos de los peores secuestradores del universo, no sólo me habían golpeado con un palo en vez de dormirme con cloroformo, sino que habían secuestrado al hijo menos importante de mi familia.

Si hubieran secuestrado a cualquiera de mis otros hermanos, mis padres hubieran dado la cantidad de dinero más exorbitante que quisieran, pero no estaba seguro siquiera de que esa vez fueran a dar algo.

Ya los habían llamado una vez, pero solo para avisarles que no llamaran a la policía y que en unas horas llamarían para informar la cantidad del rescate.

No entendía muy bien que pretendían los sujetos, no sabía si tenían conciencia de que mi padre era juez de la Corte Suprema o no, pero si lo sabían, pues eran realmente idiotas. ¿Quién en su sano juicio hacia tal cosa?

De pronto, los cuatro hombres entraron a la habitación en que me tenían y, por primera vez en todo ese tiempo, se quitaron los pasamontañas.

Bueno, verles las caras resolvía muchas de las incongruencias que había encontrado. Esos tipos no estaban interesados realmente en el dinero de mis padres, eran criminales que mi padre se había encargado de meter a prisión y ahora, probablemente querían algo de venganza.

Cuando niño me gustaba ver los archivos de mi padre, los que tenían la ficha de los criminales que debía enviar a presión por orden de la fiscalía y a los que debía enjuiciar cuando pasó a ser juez.

Yo siempre supe que el que fuera abogado y luego juez era muy probable que le consiguiera enemigos mortales y ahí estaba la prueba, justo enfrente de mí.

—Si querían hacer sufrir a mi padre, debieron traer a mis hermanos, no a mí.

—Silencio —me ordenó uno—. Más le vale a tu papito pagar por tu vida o sufrirá como nosotros sufrimos cuando él...

—¿Hizo su trabajo?

Ninguno pareció feliz con mi pregunta.

—Perdón... se me salió. Por favor, señor, siga.

«Ashton, estas secuestrado, actúa a como tal», me recordé en el interior.

Claramente, el comentario no me salió gratis y luego de que me obligaran a ponerme de pie y me dieran un golpe con un fierro justo en las cosillas izquierdas, quedé en el suelo retorciéndome.

—¿Esto parece gracioso?

—No... —dije con dolor, mientras me agarraba el costado con fuerza.

Sabía que, como a ellos no les interesaba realmente el dinero, eran capaces de asesinarme.

Tres de ellos eran simples ladrones, mientras el otro, si no me equivocaba, era un violador que solo había podido ser juzgado por un intento de abuso sexual. No era una historia que uno pudiera olvidar y mi padre había estado muy frustrado cuando no había logrado la condena que quería y lo había oído descargarse con mamá, mientras ella lo intentaba hacer sentir mejor.

—Entonces cierra la boca y escucha —me dijo el violador, agachándose a mi altura y tomando mi rostro con su mano—. Vamos a llamar a tu papi y vas a decir lo que te digamos, ¿sí?

Yo asentí apenas.

Lo único que quería era que me soltara, pues además de un poco de miedo, me daba mucho asco. Saber que el tipo había violado a alguien me daba náuseas.

Cuando me soltó, me sentí aliviado, aun cuando seguía secuestrado y quizás una de mis cosillas estaba rota, pero la adrenalina del momento no me dejaba sentir la lesión como la hubiera sentido en otra situación.

Luego de eso, se marcharon de la habitación y me dejaron solo por varios minutos, en los que solo me quedé tirado en el suelo, palpando mis costillas con cuidado.

Cuando volvieron, venían con un teléfono en la mano y comenzaron a llamar en alta voz, por lo que pude reconocer la voz de mi padre del otro lado.

¿Cuánto quieren? —preguntó de inmediato.

—Un millón de dólares —dijo uno—. En efectivo.

Me va a costar conseguir eso.

—Mientras más te demores, tú hijo más va a sufrir —amenazó.

Quiero escucharlo —pidió.

Era mi idea, ¿o mi padre estaba preocupado por mí?

El que estaba hablando se acercó a mí y me indicó que hablara.

—Papá, estoy bien —dije lo que ellos querían que dijera.

Se fuerte, Ashton —oí decir a mi madre—. Te vamos a sacar de ahí.

—Lo sé, mamá. Adiós.

Realmente no estaba cien por ciento seguro de que saldría de ahí con vida, pero quería pensar que así sería.

—Enviaremos la dirección luego. Queremos el dinero en tres horas —y colgó.

Conseguir un millón de dólares en efectivo no era fácil. No sabía que tanto efectivo tenían mis padres afuera, pero sabía que el monto que necesitarían sacar sería complicado.

Los cuatro hombres se marcharon y me volvieron a dejar encerrado, solo y más asustado que antes.

Y pensar que cuando adolescente creía que usar una chaqueta de cuero sintético y tener una motocicleta negra me hacía malo... Malos eran esos tipos y ninguno usaba chaqueta de cuero.

Mientras pensaba en cómo sería mi muerte en tres horas más, recordé a Alie y a Gohan. No había pensado en ellos durante todo ese tiempo y era porque no quería llorar o sentirme peor de lo que me sentía. No quería morir sin decirle a Gohan lo que realmente me había pasado ese tiempo y sin decirle lo mucho que lo amaba una vez más; y no quería irme sin decirle a Alaska que sentía algo por ella, no sabía que nombre ponerle, pero era algo, algo muy bonito.

Esperaba que al menos ellos tuvieran claro lo mucho que los quería.

[...]

—Tú papi dice que ya tiene el dinero, así que vamos.

Eso me había tomado por sorpresa. Solo habían pasado dos horas y mi padre había conseguido el millón de dólares en efectivo... ¿y si no era cierto?

Subí al auto negro con la pintura gastada y recién ahí pude ver el lugar en el que había estado. Parecía una casa abandonada en medio del bosque, la cual no tenía muy buena infraestructura.

Me obligaron a subir en el maletero y me apretaron las manos con cinta, igual que la boca.

Yo había visto en Internet videos de defensa personal que te enseñaban a romper esos amarres en unos segundos, pero no creía que fuera buena idea intentarlo, pues imaginaba que tendría consecuencias.

El auto se puso en marcha y anduvo por, lo que calculé, unos diez minutos. Segundos después de detenerse, el maletero se abrió y me obligaron a salir, sin soltarme los amarres.

Justo en frente pude ver un auto blanco con las luces apagadas. Era la camioneta de mamá.

Estábamos en medio de un peladero donde apenas había plantas y luces, lo que hacía que las estrellas se vieran mejor que en medio de la ciudad.

Mi madre bajó del auto con un bolso y lo levantó con su mano, agitándolo y luego lo tiró hacia adelante.

Uno de los tipos se acercó hacia el bolso y revisó el contenido, sacando un fajo de billetes y viéndolos detenidamente.

—Ya, suéltenlo.

Me quitaron la cinta de la boca y la de las manos y me dejaron ir.

Yo sonreí aliviado y comencé a caminar hacia mi madre con cuidado, pues aún estaba muy adolorido. Estaba por llegar a ella, cuando sentí que algo se me enteraba en espalda baja, a un costado.

—¡Ashton! —mi madre gritó corriendo hacia mí y otra bala se enterró en mi otro costado.

Lo último que recordaba era que había caído al suelo mientras mi madre gritaba y al mismo tiempo, un auto se alejaba.

Alaska va a Los Ángeles [LA #1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora