Capítulo 53: Cambio de Rutina

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Alaska

Cuando me bajé del taxi frente al hotel sentí un dolor de estómago que no había sentido antes. No sabía si eran nervios u otra cosa, pero no se parecía a nada que hubiera experimentado en el pasado. No se parecía a lo que había sentido al mudarme de ciudad, al entrar a la universidad o al cambiarme de estado.

Tomé mis maletas y la caja de transporte de Twinkle para ir a la recepción y elegir una habitación.

Estar ahí en la recepción se sentía incorrecto de alguna manera. Estaba muy segura de que no me sentía mal por no tener una casa propia donde estar, me sentía mal por estar sola.

Aunque había llegado a Los Ángeles sola con Twinkle, para ese entonces ya no me sentía bien de estar así de sola. Me había acostumbrado a la compañía y salirse de la rutina jamás era fácil, aun cuando podía ser lo correcto.

Subí hacia la habitación por la que había pagado y dejé las maletas a un lado para luego soltar a Twinkle e instalar su arenero.

La habitación color beige no era muy grande, tenía solo una cama de una plaza y no había más muebles que una mesa de noche, un sillón y una mesa con una televisión.

Mi gato comenzó a oler todo en la habitación, hasta que se detuvo en una de mis maletas y comenzó a rasgarla.

—¡Hey! ¡¿Qué haces?!

Fui hacia él para espantarlo y abrí la maleta para saber que había adentro, quizás quería alguno de sus juguetes o había olido alguno de sus premios comestibles, pues había guardado todo revuelto con la prisa.

Comencé a sacar toda la ropa y objetos mesclados, los que había podido sacar, pues había muchas cosas que no cabían en dos maletas y un bolso y por lo tanto había tenido que dejarlas en la casa. Pretendía encargarme de eso después, cuando las cosas se calmaran un poco.

De pronto, saqué de entremedio de mi ropa una prenda que no era mía. Era ropa interior de hombre.

La tomé por los bordes con algo de asco y lo analicé para intentar averiguar de quien era.

Por lo que conocía a los chicos, debía ser de Gohan, pues Ashton jamás usaba boxers de colores tan llamativos como ese verde. Incluso la ropa interior de Ashton era negra.

Sospechaba que eso se podía haber mezclado en la lavadora o en la ropa sucia.

Acerqué un poco mi rostro para olerlo. Olía a detergente, por lo que confirmé que se habían mezclado en la lavadora.

Twinkle se acercó a mí y comenzó a oler la ropa interior y de inmediato le dio un mordisco para comenzar a tironearlo.

—¡Twinkle! —lo reprendí, quitándole la prenda.

Eso era lo único que tenía de mi amigo y no iba a permitir que él lo masticara o lo rasgara con sus garras.

Me levanté del suelo y me senté en el borde de la cama con sábanas de color café claro.

Apreté la prenda de mi amigo entre mis manos, y luego contra mi pecho comenzando a lagrimear. Seguramente debía verme ridícula llorando con ropa interior de hombre en mis brazos, pero solo Twinkle estaba conmigo y él ni siquiera sabia que era un gato como tal.

Ni siquiera había podido despedirme de Gohan y no creía que a él le interesara eso, pues debía odiarme por no haberle comentado lo que me sucedía con Ashton.

Saqué mi celular del bolsillo de mi pantalón y lo desbloqueé para entrar a WhatsApp y ver el chat que tenía con Gohan.

La última vez que se había conectado había sido hacia dos horas.

En cuanto a Ashton, él no se conectaba desde la mañana.

¿Debía decirles algo?

Comencé a escribir un mensaje para Ashton, pero antes de enviarlo me arrepentí y lo borré. No lograría nada con enviarle un mensaje, en especial cuando no tenia la menor idea de que debía decir para arreglar la situación.

Volví a bloquear mi celular y me tiré hacia atrás para quedar acostada sobre la cama con las piernas colgando.

[...]

Cuando desperté en la mañana por el sonido de la alarma sentí unas ganas intensas de desaparecer, incluso más de las que alguna vez había sentido en mi adolescencia, una de las épocas más asquerosas de la vida.

Cuando fui al baño y me vi en el espejo, me di cuenta de lo terrible que me veía. Tenía unas ojeras muy marcadas debido a lo pálido de mi piel y mi cabello estaba enredado en una maraña.

Había tenido una pésima noche debido a los malos sueños provocados por los pensamientos negativos y la angustia.

Luego de lavarme la cara y peinar mi cabello, fui a servirle comida a Twinkle y luego salí del edificio para ir a un café cercano a comprar mi desayuno.

Mientras estaba en la fila pude notar un grupo de chicas sentadas en una mesa tomando unos cafés y comiendo unos sándwiches. Una de ellas me pareció conocida y mientras pagaba mi café y mis donas, pude reconocer su voz y su teñido cabello.

Abby y sus amigas se habían levantado de sus asientos y, para mi mala suerte, me había topado con ellas de frente al momento de salir.

Una vez que cruce la puerta, Abby me habló:

—Alaska, ¿no? —preguntó con claro tono de ironía para molestarme.

—Y tú eres Any... ¿o Ally?

Ella fingió una risa y luego rodó los ojos cruzandose de brazos.

—Abby, la novia del actor de televisión Brian Baker —agregó en forma de provocación.

Sus tres amigas me miraban con clara burla, probablemente porque Abby les había contado mi relación con él y como ella la había arruinado. Aunque me preocupaba el que pensara que era algo de lo que enorgullecerse.

Siendo sincera, ya no me interesaba nada que tuviera que ver con Brian. Mi momento con él ya había pasado y lo agradecía, pues en el Brian que había sido mi novio había muerto por completo y solo quedaba un narcisista estúpido que no me merecía a mí, ni a ninguna buena mujer.

—Me imagino que se llevan muy bien, ambos son igual de egocéntricos y detestables —la ataqué.

Ella pareció bastante molesta con mi comentario.

—¿Cómo están Gohan y Ashton? ¿Ya se acostaron contigo y te abandonaron?

Eso me hizo enfurecer.

Sí, ya habíamos tenido sexo, pero no me habían abandonado, yo me había ido.

Sin pensarlo mucho le quité la tapa a mi café helado y se lo volteé encima de la cabeza a la pelirroja desagradable.

Ella cerró los ojos y abrió la boca con sorpresa, no sabía si por lo helado de la bebida o si era porque no se esperaba que yo hiciera tal cosa.

Las amigas de Abby miraban la escena casi con tanta sorpresa como ella y yo, por otro lado, estaba bastante complacida. Habían sido unos de los cuatro dólares mejores invertidos de mi vida.

Sin importarme si Abby respondería algo a eso, me alejé de ella yendo en dirección contraria al hotel.

Ya que, había perdido mi café helado, decidí comprar otro en otra tienda, pero esta vez uno caliente y bien cargado para recuperar energías.

Luego de comprar me fui a sentar en un parque cercano y comencé a tomar mi desayuno. Era la primera vez en mucho tiempo en la que no estaba en un sillón mirando la televisión en compañía de mis amigos.

De pronto, a lo lejos, pude ver un cartel luminoso que promocionaba el estreno de la película para la que había actuado en el cine.

Desde que había comenzado a grabar en el set había imaginado como festejaría mi logro con mis amigos, pero en ese momento parecía algo imposible, en especial porque el estreno sería en tan sólo unos días. 

Alaska va a Los Ángeles [LA #1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora