t o r m e n t a

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Era una noche lluviosa de Agosto y Draco lo odiaba por ello. Lo odiaba porque estaban en Verano y fuera había una tormenta, ni los hechizos silenciadores que lanzó hicieron que su miedo se detuviera. 

Suspirando miró el baúl que descansaba en los pies de su cama, era la última noche que pasaba  en Malfoy Manoir, de nuevo. Pasó todo un año en casa, conviviendo con sus papás diariamente al mismo tiempo que se preparaba físicamente para admitir como medimago dentro del cuerpo de inefables... Lo logró.

Fueron meses difíciles, creyó que no lo lograría, su complexión no era exactamente la ideal para ser parte del internado de medimagia, sin embargo sus papás estaban ahí para apoyarlo siempre, al igual que Harry y sus padrinos. Todos fueron un pilar fundamental a la hora de presentar sus exámenes. logrando sacar un puntaje perfecto en todos y recibiendo los resultados en compañía de su familia, Draco no pudo estar más feliz.

Miró hacia la ventana de su habitación, los relámpagos iluminaban por momentos. Harto y atemorizado se levantó de su cama arreglándose su pijama, se pasó una mano por el rostro y se decidió a ir al único lugar de su casa que extrañaría con su alma después de pasar tanto tiempo ahí; la habitación de sus padres.

Camino por el pasillo, corrige, trotó por el pasillo donde nadie había puesto hechizos silenciadores y apenas se detuvo un momento en la puerta de la habitación de sus papás, en el piso frijolito dormía, aquel crup que un día su papá decidió quedarse, robandolo de su verdadera dueña. Apenas deteniéndose para verlo, Draco gritó.

—¡Paso, paso!

—¡No hacemos caridades! —Gritó Lucius y frijolito movió la cola, reconociendo a su dueño.

Draco le dió un par de palmaditas a frijolito en la cabeza y entró corriendo, azotando la puerta tras él, pudo sonreír tranquilo.

—Yo a usted no lo conozco, señor. —Habló burlón hacia el rubio mayor, luego se dirigió a Severus. —Papá, corre a ese vagabundo de tu cama, por favor.

Severus rió. —¿Lo sacó de mi cama?

—Por favor.

Una almohada cayó en el pecho de Draco. —Niño tonto.

Draco atrapó la almohada y la ventana de la habitación de sus padres se iluminó por el relámpago que cayó. Sin pensarlo corrió los pocos pasos hasta la cama de sus padres y se dejó caer en medio de ellos.

—Me siguen dando miedo los truenos... qué vergüenza. 

Severus rió. 

—A muchas personas les pasa, Dragón. 

Draco levantó la cara de entre sus papás e hizo un puchero. —Ya me ví en la universidad, sin papás, sin harry,  buscaré un amigo rápido para cada vez que haya tormentas colgarme a él, o me llevaré a squishy en el baúl. 

Lucius rió. —Bonito te vas a ver a los diecinueve, casi medimago y abrazando a tu peluche.

—Por supuesto que me voy a ver bonito.

—Ay, el babis.

Severus le dió un suave golpe a su esposo en las costillas. 

—No molestes a mi niño.

Draco sonrió burlón. —Si, no molestes al niño.

—Sí, sí, lo que digas mocoso. —Lucius rodó los ojos con cariño.

Severus alcanzó a su hijo en un abrazo. —Basta, deja a mi niño tranquilo.

Draco sonrió victorioso, como iba a extrañar a sus papás. Se acostumbró a ellos, su presencia en cada momento, así como se acostumbró a las cenas con sus padres y padrinos, sus noches de desvelo con Harry viendo películas, leerle a sus padres y salir a pasear cada domingo, definitivamente extrañaría todo, pero si Merlín quería le iría bien desde el inicio y podría salir  a verlos cada fin de semana. 

Criando a un DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora