Capítulo 35

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Refugio


El impacto contra el suelo fue doloroso, Trihel jadeó tratando de llevar aire a sus pulmones, pero un segundo impacto contra su costado hizo que le resultara imposible recuperar el aire. Y por un instante la visón del bosque frente a él se volvió borrosa. Gamal lo había pateado, y parecía listo para propinarle una lluvia de golpes, Trihel apretó los dientes, sabía que era inútil intentar defenderse. Sin embargo Gamal se contuvo, se limitó a observarlo furioso. Trihel no entendía cómo era posible que lo hubiese capturado aún estando él dentro de la casa, sin embargo su mayor preocupación era que Alice estuviera bien, el miedo por ella lo paralizó mucho más que la imponente y sombría figura de Gamal sobre él. No tenía idea de en dónde se encontraba, pero podía sentir hojas secas y ramitas de pinos encajándose en sus manos, y el olor a tierra y humedad característica del bosque, con un quejido logró ponerse de rodillas y mirar a Gamal.

—Podría matarte ahora mismo, realmente podría hacerlo —nunca lo había escuchado tan furioso, ni tan decidido, se arrastró lejos de él, pero de un jalón Gamal lo puso de pie, y lo acercó a él—. ¿Así que la besaste, eh? El señor perfección sucumbe ante el deseo carnal, otro pecado más que agregar a tu lista, Ri'hel.

Se había enterado, el único modo para que lo hubiese hecho es que percibiera su esencia en la de Alice, y para ello debió de estar cerca de ella para notarlo, el miedo se convirtió en furia, apartó a Gamal de un empujón, cerró sus manos en puños.

—¿Donde esta ella? Te juro que si le hiciste algo... —Gamal lo abofeteó, sin embargo eso no amedrentó a Trihel, que se recuperó rápido y siguió desafiándolo.

—¿Qué me harás? ¿Eh? Otra vez te haces el héroe con ella, esa actitud no te queda. Además ¿Qué significa ella para ti? Tu huyes del amor, nunca haz experimentado el deseo y ahora te crees capas de sentirlo.

Aquello hizo dudar a Trihel, al recordar la forma en que se había apartado tras el beso, él siempre estaba huyendo de todo, temeroso de que si aceptaba lo que sentía condenaría aún más su alma.

—Yo creo que no es más que una distracción, te hace olvidar lo patética que es tu vida, aún si estar con ella te mata. Pero es que no puedes resistirse ¿o si hermano? Su esencia de bruja es tan adictiva —Gamal escupía las palabras, cada una pronunciada casi a gritos—. Pero cuando llegue el momento seguro la traicionaras, la dejaras tirada igual que a un perro, porque eso es lo que tú haces, traicionar a los que algunas vez se han preocupado por ti, los que alguna vez se dignaron a amarte.

—¡No! Yo nunca la lastimaría, yo la... —no pudo decir la palabra, no quería admitir lo que sentía frente a Gamal. Este retrocedió riendo de forma incrédula.

Trihel percibió en él cierta desesperación, y creyó saber el por qué. Sabía que ahora su furia no solo estaba dirigida a él, sino a si mismo, Gamal estaba furioso por lo que le habían hecho recordar Alice y Trihel. El amor. Podía decir lo que quisiera, pero Trihel conocía bien a su hermano, entendía porque Gamal odiaba el amor casi tanto como lo anhelaba. Ese era su secreto mejor guardado, Trihel lo sabía porque lo había visto perder la razón por el amor. Gamal comenzó a caminar de un lado a otro hasta que sin previó avisó descargó parte de la furia que sentía contra un árbol cercano, la corteza se partió con un crujido. Trihel agradeció que aquel golpe no hubiese sido dirigido hacia él.

—Milenios rechazando a las mujeres humanas, rechazado cualquier cosa que involucrara el deseo o si quiera el jodido amor, y ahora resulta que te haz enamorado de una maldita bruja. No. Me niego a creerte, tú no puedes amar, no amas a nadie más que a ti mismo, cobarde egoísta.

La Bruja y el DemonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora