Dudas
Habían pasado ya varias semanas desde el incidente con la maestra de Alice, pero Trihel tenía la sospecha de que algo había cambiado en su relación con la bruja. De pie frente a una de las altas ventanas de su vieja y desgastada casa, no podía dejar de pensar en ello. No era que estuvieran de nuevo como al principio, cuando ella no paraba de juzgarlo solo porque era un demonio. Sabía que Alice aún confiaba en él. Este era un cambio más sutil pero bastante real, su forma de mirarlo había cambiado por completo. Apoyó la frente en el frío cristal y cerró los ojos. La bruja no era tonta, e intentar engañarla era una perdida de tiempo. Cada vez le costaba más ocultar que no había sido del todo sincero con ella. No había mentido. Él nunca mentía. Sin embargo omitir parte de la verdad era casi como mentir. O tal vez no. Si lo había hecho era por el bien de Alice, y puede que también por otros motivos algo más egoístas, le avergonzaba la verdad casi tanto como la temía. No deseaba que Alice lo viera de esa forma, como alguien con muchos miedos, cobarde y humillado.
Soltando un profundo suspiro abrió los ojos y miró el cielo despejado. La luna nueva estaba demasiado cerca, apenas y quedaba una línea brillante en el cielo. Trihel sentía que el tiempo era cada vez más rápido, la transición de una fase a otra era aterradoramente veloz. Aún conservaba el dolor de la última luna grabado en la piel. Pero la luna nueva no era lo único que estaba cerca, lo presentía. El ardor en la herida de su pecho era la señal más obvia, pero las pesadillas lo confirmaban. No lograría poder dormir de nuevo. Tal cual como había ocurrido esa noche, una perturbadora pesadilla lo había despertado. No la recodaba pero el miedo persistía. Siempre el miedo y el dolor. En noches como esa estaba seguro que eso era lo único que tenía, y lo único que creía merecer. Miedo y dolor para un ser aberrante como él. Por si fuera poco estar en un cuerpo humano lo hacía sentir mucho más vulnerable. Alice tenía sus hechizos, su magia para defenderse del mal. Él no. Con trabajo y conservaba una débil percepción. Si ellos decidían atacarlo no podría verlos venir. Se sentía expuesto y eso aumentaba el miedo. Quizá esa era otra de las cosas que debió de haberle dicho a Alice. No era el único demonio en ese plano.
Los demonios no solo estaban en el infierno, caminan sobre la Tierra lado a lado de los humanos.
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Llegaba demasiado temprano a la librería, y para colmo Alice tenía clases, por lo que estaría solo durante toda la mañana. Algo que no deseaba precisamente en ese día donde su humor rayaba entre lo ansioso y lo deprimente. El día gris con el cielo amenazando con lluvia y el sol apenas distinguible entre la capa de nubes tampoco ayudaba a mejorar su humor, en verdad extrañaba los días soleados. Resignado abrió la cortina metálica y entró en la librería. Aún faltaba para la hora de abrir, por lo tanto se dedicó a limpiar un poco. Barrió los pisos y sacudió el mostrador. Se dio cuenta muy pronto de lo inútiles que eran esas tareas, todo estaba en perfecto orden y justo el día anterior Alice ya había sacudido la mayoría de los libreros. Lo estaba haciendo sólo para mantener su mente ocupada, ni siquiera Bellini iba a llegar ese día temprano. Aquello indudablemente aumentaba la ansiedad que sentía, tanta calma a su alrededor contrastaba con el caos que sentía por dentro.
Se paseó por los libreros, con la esperanza de que hubiese algo que acomodar. Acarició los lomos con los dedos. Era una visión agradable ver todos aquellos libros perfectamente alineados, listos para que unas manos ansiosas los tomaran y comenzaran a leerlos. Transportando a ese entusiasta lector a otros mundos, a otras épocas.
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La Bruja y el Demonio
Paranormal"Toda alma puede salvarse, incluso la del diablo" Él es un demonio condenado a sufrir una horrible maldición que consume su alma. Huyendo de lo que alguna vez fue, ahora vaga por el mundo humano sin esperanza alguna, aguardando el momento en que su...