Capítulo 14

294 22 1
                                    


No te equivoques


Alice no podía quitarle los ojos de encima por más que lo intentaba. Ver a Trihel trabajar tranquilamente le resultaba bastante extraño, iba a costarle acostumbrarse. Por suerte aprendía rápido y hacia un buen trabajo. Lo cual era muy del agrado de Alice, quien había pasado todo el día explicándole cómo se llevaba la librería y las tareas que tendría que hacer. Sin embargo parecía un tanto distraído. Lo había sorprendido en varias ocasiones con la mirada perdida, bastante pensativo, en algunas ocasiones había tenido que repetirle dos veces lo que le estaba diciendo. Y sin quererlo también notó una extraña manía en él, de vez en cuando, cuando creía que no lo veía, se llevaba una mano hacía el pecho, y su rostro se torcía en una pequeña mueca de dolor. Le llamó la atención aquel gesto, sobre todo ahora que sabía que justo en esa área se encontraba la herida de su sello.

—¿Estas bien? —le preguntó al ver que lo hacia de nuevo, estaban en la bodega, acomodando algunas cajas. Alice le daba instrucciones sobre dónde ponerlas.

—Sí. Lo siento —se aclaró la garganta—. Estaba distraído ¿Esta caja en donde?

—Si te aburro puedes ingeniártelas tu solo —dijo a modo de broma, Trihel le respondió con una mueca—. Esas cajas en el centro, la otra en el estante de abajo —le indicó, sostenía un sujetapapeles donde llevaba el inventario. Trihel se agachó para sujetar la caja. Alice lo miró divertida—. Ahora que lo pienso no es tan malo que Bellini te haya contratado, por fin tengo a alguien que cargue las cajas pesadas por mi, sí, creo que podré acostumbrarme a esto —su sonrisa era un tanto maliciosa.

—Realmente pareces disfrutarlo —soltó un quejido al cargar con la caja—. Esto sí que pesa bastante —sus antebrazos se tensaron al levantar la caja.

—No seas llorón. Hemos terminado —dejó el sujetapapeles y se estiró, como si hubiese sido ella quien hubiera hecho un gran esfuerzo físico—. Por cierto, lo había olvidado —se dirigió hacia otro estante de donde sacó un mandil negro, se lo pasó al demonio—. Tu uniforme. Ahora sí ya es oficial.

Trihel lo tomó. Alice volvió a pensar en lo alucinante que resultaba tener a un ser sobrenatural trabajando tranquilamente a su lado. De verdad que ocurrían cosas extrañas en el mundo. Se preguntó también si algún cliente lo notaría. Trihel, no se veía muy diferente a cualquier otro chico, si Alice no prestaba atención a veces podía incluso olvidar su pesada energía demoniaca. Quizá solo su mirada a veces resultaba un poco... fría, no porque no expresara nada, sino que literal sentías algo frío en cuanto lo mirabas a los ojos. Como si una mano helada te tocara la nuca.

—¿Cómo me veo? —le preguntó Trihel en cuanto se puso el mandil. Definitivamente nadie lo tomaría por un demonio con esa pinta.

—¿Quieres que sea sincera? —Trihel la miró dolido. Tomarle el pelo comenzaba a resultar bastante divertido—. Te ves normal. Vamos que no nos pagan por estar en la bodega —lo empujó hacia la salida.


Al final del día Trihel podía encargarse de la caja y de los clientes él solo. Aquello lo había animado un poco. Alice no sabía decirlo con exactitud pero a veces tenía un aspecto algo triste, aunque quizá solo fuese su perspectiva, sabía la verdad sobre él, pero aún no lo conocía lo suficiente. Esperaba que con el tiempo llegar a hacerlo. Jamás pensó que lograría empatizar tanto con alguien y de manera tan rápida. En cierta forma el demonio se le parecía bastante. Era tan hermético respecto a algunos detalles sobre sí mismo, tanto como lo era ella. Y eso hacía que su curiosidad burbujeara, ahora más que nunca deseaba comprender por completo a Trihel.

La Bruja y el DemonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora